Voluntarios contra la soledad

La Coordinadora Aragonesa de Voluntariado lidera un proyecto con el que varias entidades sociales se han propuesto luchar contra el aislamiento social que cada vez sufren más personas mayores en este envejecido Aragón

El Centro Joaquín Roncal acogió una formación sobre voluntariado contra la soledad de las personas mayores.

El Centro Joaquín Roncal acogió una formación sobre voluntariado contra la soledad de las personas mayores. / Iván Anadón

Zaragoza

Aragón es una de las comunidades autónomas más envejecidas en España. Esto, sumado al incremento de la esperanza de vida, a unos modos de convivencia cada vez más individualistas o a los nuevos modelos de familia, ha favorecido el aumento de la soledad, especialmente entre las personas mayores. El verano de 2018 marcó un punto de inflexión en la percepción social de este fenómeno.

Aquel mes de agosto, medios aragoneses como este mismo diario se hacían eco de varios fallecimientos de personas mayores que habían muerto solas en sus casas, sobre todo en la ciudad de Zaragoza. Solo tras varios días, cuando no semanas o meses, se habían localizado los cadáveres, pues nadie los había echado de menos para dar la voz de alarma.

Esta sucesión de noticias empujó al entonces Justicia de Aragón, Ángel Dolado, a convocar a las administraciones y al tejido asociativo que trabajaban en este ámbito, que constituyeron la Mesa del Justicia sobre los Mayores en Soledad no Elegida. Desde un primer momento quedó patente el importante rol de las personas voluntarias para prevenir y minimizar los riesgos que implica el aislamiento social de las personas mayores.

El Justicia recomendaba crear un núcleo de personas voluntarias «suficientes para atender las circunstancias de dependencia existentes, y al mismo tiempo de sensibilización del problema». Y la Coordinadora Aragonesa de Voluntariado se implicó de lleno en esta tarea, que continúa a día de hoy.

La semana pasada, el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza acogió un taller de la Coordinadora sobre voluntariado con personas mayores para combatir la dependencia y la soledad no deseada. Impartido por Marta Sánchez, psicóloga de Cruz Roja, en él se analizaron las distintas situaciones y problemas que enfrentan los mayores conforme se va reduciendo su círculo social.

«Se abordó el papel del voluntariado y la aplicación de primeros auxilios emocionales para apoyar a este colectivo», indica Ana Gracia, técnica de la Coordinadora Aragonesa de Voluntariado, y «se analizaron las competencias que deben tener quienes colaboren en proyectos de acompañamiento a personas mayores». En mayo habrá otra formación para que las personas voluntarias aprendan a sobrellevar el duelo.

Ambos talleres forman parte de un proyecto de la Coordinadora Aragonesa de Voluntariado para prevenir la soledad no deseada, financiado por la Fundación La Caixa. Este contempla otras actuaciones, como la creación de protocolos de acompañamiento y de una bolsa de personas voluntarias de entidades como Cruz Roja, la ONCE o la Fundación Rey Ardid, entre otras. Los centros de salud les derivan a las personas que necesitan este apoyo.

El proyecto incluye también acciones de sensibilización y difusión de este tipo de voluntariado, actividades intergeneracionales, intercambio de experiencias entre entidades y formaciones como la de la semana pasada, a la que asistió María Jesús Pardo, voluntaria del Hospital San Juan de Dios.

«Ya sé que también hay soledad entre la gente joven, en niños, en adultos… Pero creo que los mayores son la parte más débil de la sociedad en ese sentido, pues muchos están mermados física o psíquicamente, y ya no tienen los recursos para sobreponerse a esa situación. Necesitan a alguien que actúe por ellos, que se acerque». Por eso, asegura Pardo, «lo tuve claro desde el primer momento. Cuando me plantearon colaborar en el programa de soledad no deseada, quise hacerlo con mayores».

Ana María Fillat, que colabora con la Asociación Voluntariado en Geriatría, por su parte, se hizo voluntaria tras jubilarse como trabajadora en una residencia geriátrica. «Ahí descubrí que se me daba muy bien el trato con los mayores. Me querían mucho y yo me sentía importante, así que me dije: cuando me jubile, entraré en el voluntariado».

Fillat explica que se dedica «a acompañar a personas mayores que están completamente solas, por ejemplo, en hospitales o a las consultas médicas. Y lo agradecen tanto que yo sigo sintiéndome importante. Quizás será vanidad, pero me siento muy feliz. Cuando veo a estas personas que están tan solas, la verdad es que no puedo evitarlo. Aunque sea a rastras, voy a seguir haciéndolo».

«Establecemos un vínculo, una corriente de cariño, desde el respeto y desde el reconocimiento a su vida», agrega Pardo. «Tienen que saber que todavía son importantes para la sociedad, que tienen todavía un papel, que no son un trasto viejo».

Se buscan personas dispuestas a acompañar

En la Fundación Rey Ardid «llevamos tiempo comprobando que, a veces, lo más poderoso es también lo más sencillo: una conversación, un paseo, un rato compartido», indica su responsable de comunicación, Cristina Lama. Esta entidad social desarrolla un programa para acompañar a personas mayores que viven en soledad no deseada «con el objetivo de que vuelvan a sentirse parte de algo, que tengan a alguien con quien hablar, con quien compartir su día a día».

No se trata de visitas puntuales, sino de vínculos que se mantienen en el tiempo, según las necesidades de la persona acompañada, con encuentros semanales de hora y media a dos horas. Cualquier persona mayor de edad, o desde los 16 años con permiso de su tutor legal, puede sumarse como voluntaria en este programa. «No se necesitan conocimientos previos ni experiencia, solo ganas de colaborar», afirma Lama. Las personas interesadas en hacerlo, pueden contactar en el 976 740 474, o escribiendo a voluntariado@reyardid.org.

Una voluntaria de Rey Ardid pasea con una persona mayor.

Una voluntaria de Rey Ardid pasea con una persona mayor. / Servicio especial

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