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Los frutos de la esperanza

Los huertos familiares que la Fundación Isabel Martín puso en marcha cerca de Maracaibo (Venezuela) en 2017 continúan dando frutos y llegando a más familias, que ven así garantizada su soberanía alimentaria y les proporcionan ingresos extra

Araceli, junto al huerto familiar que puede cultivar cerca de Maracaibo (Venezuela), gracias al apoyo de la Fundación Isabel Martín.

Araceli, junto al huerto familiar que puede cultivar cerca de Maracaibo (Venezuela), gracias al apoyo de la Fundación Isabel Martín. / Servicio Especial

Frijol, jojoto –maíz-, tomate, patilla –sandía-,cebollín –cebollino-, cilantro…Los frutos del proyecto de soberanía alimentaria que la Fundación Isabel impulsa desde el año 2017 en el venezolano estado de Zulia hablan por sí solos. «En Venezuela, cada cosecha significa mucho más que alimentos», asegura Paz Aragüés, patrona de esta oenegé aragonesa. «No se trata solo de vegetales. En el contexto actual del país, donde la realidad social y económica golpea con dureza a las comunidades, cada fruto representa vida, dignidad y esperanza. Son cultivos que alimentan el cuerpo, pero también fortalecen la confianza en que otro futuro es posible».

Hasta la fecha, un total de 165 familias del empobrecido barrio de Etnia Guajira, en Maracaibo, al noroeste de Venezuela, participan en esta iniciativa. El objetivo es dotarlas de herramientas para algo tan básico como que puedan comer, pero tan complicado en ocasiones para esta comunidad vulnerable de etnia wayú.

Araceli, una de las beneficias, asegura estar «feliz y contenta con este proyecto». Su vecina, Francia, comenta que ha cosechado «ají, pimentón, berenjena… Y todo eso lo he vendido». Frente a la pobreza y los problemas de desabastecimiento que azotan al país, ahora pueden producir sus propias hortalizas. Se autoabastecen de vegetales frescos y, de paso, pueden comercializar los excedentes en el mercado local para lograr unos ingresos extras.

La Fundación Isabel Martín contó con el asesoramiento de otra oenegé asentada en Aragón, el Centro de Estudio Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI), para poner en marcha estos huertos familiares agroecológicos, que hace ya ocho años comenzaron con solo 20 familias. Desde entonces, la fundación ha continuado financiando a su contraparte en Venezuela, el Centro de Promoción Integral del Niño (CEPIN), para hacer crecer este proyecto, que continua sin dejar de dar frutos.

Además de aumentar el número de huertos, también ha mejorado su rendimiento, gracias a la formación en técnicas agroecológicas. Las condiciones edafológicas del terreno no son las más adecuadas, pues es de origen salino y muy pobre en nutrientes, pero los lodos del cercano río Limón aportan lo necesario al sustrato.

La Fundación Isabel Martín también ha financiado a lo largo de estos años los sistemas de riego. Pese a las dificultades con el acceso al agua, las familias aprenden técnicas para su aprovechamiento y reciclaje, con vistas a mantener sus siembras y no depender de la compra de este escaso recurso para poder sacar adelante sus cosechas.

De hecho, recientemente ha culminado la formación de un grupo de familias beneficiarias en sistemas de riego y manejo de huertos en zonas semiáridas, que también han recibido herramientas y tanques de almacenamiento de agua, que no solo escasea para la agricultura. Por eso, la oenegé también ha dotado a la comunidad de Etnia Guajira de suministro de agua potable de boca.

Y todo ello lo hace en colaboración con el CEPIN, un recurso comunitario fundamental para este barrio. Fue fundado en 1995 por los líderes wayú de Etnia Guajira, con la coordinación de las Misioneras de Cristo Jesús. Se creó con el objetivo de responder, a través de programas integrales, a las necesidades de nutrición y alfabetización de la infancia del barrio.

Atiende a más de trescientos niños y niñas de cero a doce años que provienen de familias muy necesitadas. Muchos de sus hogares están en situación de pobreza extrema, con un alto nivel de vulnerabilidad económica, social, política y ambiental, que afecta con especial crudeza a las mujeres.

La mayor parte de los menores del barrio no están escolarizados. Por ello, el CEPIN les proporciona una educación informal para su alfabetización, una estrategia clave para la inclusión social y la prevención de la violencia contra los niños. En esta línea, además de apoyo escolar o lectura dirigida, les ofrece también formación en derechos de la infancia y adolescencia, para evitar el maltrato infantil.

Además, con el apoyo de la Fundación Isabel Martín y otras organizaciones, como UNICEF o Maltesser, el CEPIN brinda a estos menores la atención alimentaria necesaria para su recuperación nutricional. Del mismo modo, el centro capacita y empodera a sus madres, que participan activamente en las actividades del CEPIN, a través de talleres de nutrición, de prevención de la salud o de educación infantil.

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