Un hogar donde soñar
Los sueños de unos tres millones de personas se ven truncados en España por las dificultades para acceder a una vivienda. La cara más visible del sinhogarismo es vivir en situación de calle, pero hay formas más sutiles de exclusión residencial

Acción reivindicativa contra el sinhogarismo organizada por Cáritas en el Camino de Santiago. / Rocío Peláez
«Hay noches en que me duermo imaginando que vuelvo a tener una mesa para invitar a mis nietos a merendar», confiesa Teresa. «No sé si pasará, pero ese sueño me mantiene viva», reconoce esta abuela de 59 años.
Por su parte, Clara, de 38 años, afirma que le «encantaría trabajar cuidando personas mayores. Lo hice muchos años. Ahora acudo a un centro de día, pero sigo soñando con volver a cuidar a alguien y tener así un hogar. Que alguien confíe en mí».
Estos testimonios de personas en situación de calle, recogidos por Cáritas para su campaña Sin hogar, pero con sueños, lanzada con motivo del Día de las Personas sin Hogar, que se celebró este domingo, 26 de octubre, reflejan a la perfección la complicada situación que atraviesan miles de personas en España. Un país en el que las dificultades para acceder a una vivienda ya se han convertido en el principal factor de exclusión social, por encima incluso del paro.
«De forma alarmante, Cáritas es testigo de cómo sigue en aumento la vulnerabilidad en muchas personas y familias que no pueden acceder a su derecho a una vivienda digna y adecuada. Por ello, es necesario y urgente seguir sensibilizándonos como sociedad y continuar interpelando a las administraciones públicas, garantes de los derechos humanos, y al resto de la sociedad, acerca de la realidad que están viviendo estas personas», explica María Santos, responsable de la campaña y del programa de personas sin hogar de Cáritas Española.
Cáritas Huesca organizó un acto de calle para dar visibilidad a esta campaña, en el que se reivindicó el derecho a una vivienda digna. La plaza Navarra reunió a un centenar de oscenses, que pudieron conocer los sueños de algunas personas sin hogar, representados a través de carteles portados por personas voluntarias y participantes en los proyectos de Cáritas.
Sueños como el de Rubén, de 44 años, que asegura que no pide «una mansión. Solo quiero una cama que no se moje cuando llueve. Sueño con volver a tener una llave en el bolsillo, aunque sea de una habitación compartida. Eso me haría sentir persona otra vez».
El de Rubén no es un caso aislado. Los problemas de salud mental, y física también, son solo uno de los obstáculos que, ante la falta de techo, se ven obligadas a afrontar a diario las personas que atraviesan su misma situación. Barreras que impiden su integración plena en la sociedad, entre las que destacan también la falta de intimidad, las dificultades para encontrar un trabajo decente o las trabas para acceder a trámites administrativos como el empadronamiento.
Vivir en la calle es la forma más extrema de sinhogarismo, pero no la única. «Las personas sin hogar son aquellas que no tienen una casa o un lugar para vivir propio», apuntan desde Cáritas Huesca, pero también aquellas «que viven en la precariedad y la inseguridad de perder su vivienda».
El número de personas afectadas por esta realidad varía en función del grado de exclusión residencial que se tenga en cuenta. De acuerdo a la Tipología Europea de Sin Hogar y Exclusión Residencial (ETHOS), hay cuatro categorías: en situación de calle, sin vivienda, vivienda insegura o vivienda inadecuada. Las personas que están en la calle y las que van de alojamiento en alojamiento son la cara más conocida de este fenómeno. Sin embargo, las que viven en chabolas, caravanas, asentamientos o viviendas cedidas son la parte más invisible del sinhogarismo.
Según los datos adelantados del IX Informe Foessa, que se presentará a principios de noviembre, tres millones de personas (el 6,3% de la población) utiliza ya en España formas precarias de tenencia de la vivienda, ya sea facilitada gratuitamente por otras personas o instituciones, realquilada, ocupada ilegalmente o con aviso de desahucio. Y otros 3,4 millones de personas (el 7% de la ciudadanía) sufren condiciones de hacinamiento.
Sus perfiles son de lo más variado, desde «trabajadores que no pueden acceder a una vivienda» a «personas migrantes atrapadas en la invisibilidad», detalla María Santos. También se contabilizan madres solas, mujeres víctimas de violencia machista, personas con discapacidad, problemas de salud mental o adicciones, «jóvenes extutelados a quienes se les cierran las puertas justo al alcanzar la mayoría de edad, mayores sin red familiar ni pensión suficiente» o «Apersonas LGTBIAQ+ que han sido expulsadas de sus hogares o discriminadas».

Acto de Cáritas Huesca por el Día de las Personas sin Hogar. / Servicio especial
El sinhogarismo, un fenómeno al alza
"El momento más difícil para acceder a un techo"
Cáritas acompañó el año pasado a 42.850 personas en exclusión residencial en toda España, un 1,21% más que en 2023. Para ello, invirtió 41,7 millones de euros, el 8,6% de su presupuesto total. Por su parte, Cáritas Huesca ha acompañado ya en lo que va de 2025 a casi mil personas en esta situación. Ha apoyado a 467 personas que viven en la calle o están alojadas en el Albergue Municipal desde su Centro de día Fogaril.
También ha destinado más de 95.000 euros en ayudas directas a 235 hogares para responder a gastos o suministros de la vivienda, el 85% de los cuales se ha destinado a pagar el alquiler o realquiler, «en el momento más difícil para el acceso a tener un techo», denuncia la entidad diocesana oscense. «El precio del alquiler ha aumentado más de un 12% en el último año en nuestra ciudad, y a la falta de disponibilidad de vivienda se suma que las exigencias para convertirse en inquilino cada vez son mayores».
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