Al final hubo reunión. El presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, consiguió reunirse en un día muy accidentado con el líder de la revuelta que vive el PP gallego, el presidente de la Diputación de Orense, José Luis Baltar, y en la que también estuvo el exconsejero de Obras Públicas y excandidato a la sucesión de Fraga, Xosé Cuiña.

La reunión, prevista inicialmente para el mediodía en un restaurante de Santiago, tuvo que ser aplazada en primera convocatoria, ya que Fraga sufrió a última hora de la mañana un desvanecimiento en su despacho, fruto de una gastroenteritis.

ANULACION DE LA AGENDA El presidente de la Xunta, de 81 años, fue atendido por un equipo médico en su despacho. Tras anular su agenda, Fraga durmió unas horas y por la tarde se sometió a un nuevo reconocimiento, que determinó que se encontraba mejor. Por eso decidió continuar con las actividades que aún le era posible recuperar y convocó de nuevo la reunión.

A las 21.30 horas llegó a la residencia de Manuel Fraga, en el Monte Pío de Santiago, José María Baltar en un coche oficial con el exconsejero de la Xunta Xosé Cuiña, antiguo aspirante a la sucesión, que siempre ha negado estar detrás de esta crisis.

POSIBLE ACUERDO En la reunión, que concluyó cerca de las once de la noche, los tres políticos pusieron las cartas sobre la mesa con voluntad de evitar una escisión que sería muy perjudicial para los intereses del PP, ya que el pase de los diputados de Orense al Grupo Mixto haría perder la mayoría absoluta a Fraga. Al cierre de esta edición, no había trascendido si la reunión había concluido con algún acuerdo.

La clave de la negociación pasaba por permitir que el sector descontento recuperase cierta cuota de poder sin deslegitimar la autoridad de Mariano Rajoy y que Fraga saliese reforzado de la crisis sin ceder demasiado. Ya por la tarde las declaraciones de miembros de uno y otro sector apuntaban a que podría llegarse a una solución negociada. El presidente de la Diputación de Lugo, Francisco Cacharro Pardo, amigo de Baltar, se mostró optimista. El tono conciliador se extendía a la dirección nacional del partido, donde Ana Pastor, que sigue la crisis por delegación de Rajoy, cambiaba el sustantivo "discrepancias" por la de "problemas" al referirse a la crisis.