Un total de 8.531 días (más de 23 años) estuvo preso el exfraile capuchino Fernando Arburua Iparragirre, de 52 años, que aún conserva la barba. Los fines de semana, Arburua era el padre Fernando, que atendía la parroquia de San José Obrero del barrio de Alza, de San Sebastián; los demás días era un activista de ETA conocido en la organización como Igueldo.

Arburua, nacido en un caserío de Zugarramurdi (Navarra), en el seno de una familia muy religiosa, salió en libertad hace año y medio. El excapuchino (lo dejó a los 10 años de estar encarcelado) es el segundo preso de ETA que más tiempo ha permanecido en prisión después de Eugenio Irastorza, que sólo le aventaja en 55 días. El 28 de enero de 1981, Arburua fue detenido en la iglesia, acusado de ser el jefe del comando Txirrita. La policía incautó al religioso --y a otros cinco etarras-- dos metralletas, cinco pistolas, seis granadas, explosivos y municiones. La justicia les condenó por tres asesinatos.

La Iglesia y las guerras

El excapuchino asegura que no se arrepiente y opina que gracias al "compromiso" de gente como él ha sido posible el alto el fuego de ETA. "A nadie le gusta matar. No he conocido a nadie que disfrute haciéndolo", asegura el exreligioso en una taberna del Casco Viejo de San Sebastian. "En una lucha como la nuestra tampoco hay espacio para el remordimiento", añade.

Arburua recuerda que entró en el seminario de Alsasua a los 11 años y a los 25 hizo la profesión religiosa. Además de teología, estudió euskera, idioma que enseñó en el barrio de Alza. "Conocí la teología de la liberación y me comprometí mucho con los problemas sociales. Tenía un compromiso y adquirí otro. Uno sigue el mensaje del Evangelio y el otro lucha por una sociedad igualitaria y justa. No hay tanta diferencia", sentencia.

Preguntado por el quinto mandamiento --no matarás--, el antiguo capuchino manifiesta: "¿Cuántas guerras ha patrocinado la Iglesia en nombre de Dios? ¿Cuántos regímenes totalitarios ha bendecido?".

El antiguo fraile entró a las 9.30 horas del 31 de enero de 1979 en el bar Herreria de Irún y asesinó al esposo de la dueña, el guardia civil Félix de Diego, según la sentencia. Los investigadores dicen que Arburua robó un Renault R-6, matrícula SS-0903-F, a punta de pistola. El etarra Luis María Marcos Olaizola disparó una vez contra la víctima, pero se le encasquilló la pistola. Según la policía, el entonces capuchino disparó seis veces contra el agente.

Arburua rehúsa comentar este extremo. "En las mismas circunstancias --subraya--, volvería a entrar en ETA. Yo lo pedí y me aceptaron. En ese momento estaba Argala al frente de la organización". Argala era el nombre de guerra de José Miguel Beñarán Ordeñana (asesinado en 1978 por mercenarios del Batallón Vasco Español), uno de los dirigentes a los que se atribuye el atentado que le costó la vida el día 20 de diciembre de 1973 al entonces presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco.

El exfraile agrega: "Solicité el máximo compromiso dentro de la organización armada. Merecía la pena hacer algo por este país. Sé que ningún cristiano puede matar, pero este mandamiento también lo incumplió la Iglesia. En cambio, creo que fui fiel al resto de preceptos, que no hay que dogmatizar. La interpretación depende de las circunstancias".

Las circunstancias hace 25 años eran, según su relato, que Franco había muerto, que el euskera seguía oprimido y que la autonomía y la amnistía no llegaban. Además, la izquierda aberzale apostaba por la ruptura democrática. El caso es que en su historia, ETA ha matado a 800 personas. "Seguramente ha hecho falta todo esto, incluidas las 800 muertes de un lado y otras del nuestro, para llegar a la situación actual, que es de una enorme esperanza".

Víctimas inocentes

Salen a relucir el nombre de Ernest Lluch y el atentado de Hipercor, y Arburua señala: "Por desgracia, en estos procesos siempre mueren inocentes". El exetarra sostiene que hoy lo importante es aprovechar el alto el fuego que, a su juicio, "es sincero". Asegura que la izquierda aberzale "se está vaciando" y espera que Zapatero y los partidos hablen claramente. "No puede haber más muertos".