Solo mirando el paisaje, los cascos azules españoles pudieron percatarse ayer de la inmersión cultural que les espera. A medida que avanzaba la columna de blindados entre Tiro y Taibe, se fueron topando con retratos del líder de Hizbulá, Hasan Nasrala, y del chií moderado Nabih Berri; con murales de los ayatolás iranís Jomeini y Jamenei; con viejos tanques y cañones israelís exhibidos como trofeos de guerra en las plazas de los pueblos; y, por todas partes, con banderas verdes de Hamán y amarillas de Hizbulá, los dos grandes partidos de los seguidores del imán Alí.

El campamento

Las tropas españolas están ya en el país de los chiís, la región meridional libanesa que se cierne alrededor de Taibe, a las afueras de esta ciudad de 12.000 habitantes. En una ladera martirizada por el sol y flanqueada por un olivar, la fuerza española empezaba ayer a levantar el campamento donde el grueso de los 560 militares llegados el viernes a Tiro pasará un mes y medio.

"Bienvenidos, sabemos que el nuevo Gobierno español es amigo de los árabes", decía Husein Musawui, reflejando el sentimiento de la mayoría de la población. Pero Taibe, aunque agradecida y aliviada, no estaba ayer para celebrar muchas fiestas. Está en estado catastrófico. Más de 100 viviendas derruidas, comercios sin escaparates, coches sin lunas ni ventanas y todo el pueblo sobrevive sin agua, sin luz y sin teléfono. Si a la cuenta se añade una veintena de muertos, se extrae el precio de dos semanas de intensos bombardeos israelíes y otras dos de combates con Hizbulá.

"Al carajo con ellos, si pudiera me iría a vivir a Israel", gritaba un joven en Taibe sobre las ruinas de su casa, impertérrito ante las banderas intimidantes de la guerrilla. Su postura refleja la profunda división que el militarismo y el poder desmesurado alcanzado por Hizbulá tras la guerra ha generado entre los libaneses. El debate se agria cada día un poco más. Del desenlace de esta pugna interna dependerá mucho el futuro de los cascos azules, más cuando Hizbulá e Israel han pasado a ser amenazas durmientes.

Mal recuerdo de la UNIFIL

"A qué vienen los cascos azules si no tienen poder ni mandato para protegernos", clamaba ayer la máxima autoridad civil de Marjayun, el mukthar Karim Rashed. Su escepticismo no va dirigido a los españoles, sino a la UNIFIL (acrónimo en inglés de Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano), de la que existe mal recuerdo. Marjayun albergará el cuartel de una de las dos divisiones de la ONU con mando español.

Israel, del que vivió la población durante dos décadas al servir como cuartel general del Ejército del sur del Líbano, aliado de Tel-Aviv, bombardeó durante la guerra un convoy de más de un millar de vehículos. Así quebró la promesa que, según el mukthar Karim, les dio el comandante de la UNIFIL, Alain Pellegrini. Mientras que en el pueblo anexo, Al Khiam, bombardearon un cuartel de la ONU. De ahí el sentimiento de desprotección que provoca la tropa multinacional.

En son de paz, el arzobispo ortodoxo Elias Kfouri invita a la misión española. "Necesitamos paz y seguridad y desterrar las armas y milicias. Sé que está fuera del mandato de la ONU, pero, al menos, con ellos nos sentiremos un poco más seguros", afirmó.