El Estatuto catalán ha abierto una senda, que han seguido las restantes autonomías y que "rompe la cohesión" entre los diferentes territorios de España. Así de simple y claro se pronunciaron ayer el expresidente del Gobierno Felipe González y el expresidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, convencidos de que las mejoras en el autogobierno de las autonomías, a costa del poder del Gobierno socialista central, "son pan para hoy y hambre para mañana". Y en el centro del debate situaron el nuevo modelo de financiación, reclamando que no debilite al Estado.

Rodríguez Ibarra presentó su libro de memorias, Rompiendo cristales, en el que, en realidad, defiende su proyecto político, a veces enfrentado a la propia cúpula del PSOE. Con medio Gobierno, exministros y Alfonso Guerra en las primeras filas del Círculo de Bellas Artes, y la presencia en las últimas y de pie del exministro popular de Fomento Francisco Álvarez-Cascos, González expresó en voz alta una máxima que se defiende con vehemencia en los círculos políticos y sociales de Madrid. Si en Extremadura hay un ordenador por cada niño, una característica del sistema escolar extremeño que se destaca en Cataluña para denunciar que es a costa del déficit fiscal catalán, se debe, según el expresidente del Gobierno, a que cada comunidad tiene "sus prioridades en el gasto público".

LA DIMISIÓN DE GUERRA El guante lo recogió encantado Rodríguez Ibarra. "Ningún sistema de financiación será creíble sin Extremadura", aseguró, tras añadir que la comunidad que presidió durante 25 años se ha convertido "en la conciencia crítica de España", por defender el principio de "nivelación territorial".

Más allá de ese malestar con el proceso autonómico, González dejó caer una perla sobre Alfonso Guerra: "Yo no lo destituí como vicepresidente del Gobierno. Fue él quien dimitió. Y si no lo hubiera hecho, en ningún caso lo habría destituido".