Los 47 días que duró el secuestro del Alakrana fueron un auténtico "infierno" marcado por continuas "humillaciones". Con esta contundencia resumió ayer su vivencia el patrón del atunero, Ricardo Blach, a su llegada a Vigo. Y añadió que los corsarios les advirtieron de que otros piratas estaban preparando un segundo secuestro del pesquero.

No eran los únicos que estaban dispuestos a utilizar de nuevo la fuerza en este conflicto. El comandante de la fragata española de combate Canarias, Ignacio Frutos Ruiz, manifestó ayer a Efe que la operación militar para liberar el Alakrana estaba planeada, "pero se deshechó porque se ponía en grave riesgo la vida de los tripulantes". La fragata vigiló el atunero todo el tiempo que duró el secuestro.

El patrón del Alakrana, que a duras penas separó de sus brazos a su hija Cristina, desveló que el momento de la liberación fue muy tenso. "Teníamos muchos nervios, temor y desconfianza", dijo. Los piratas somalís disponían de otros tres barcos compinches en esas mismas aguas. Y no solo eso, sino que la embarcación de otro grupo de corsarios estaba lista para llevar a cabo un segundo secuestro del Alakrana.

SIN PERDER UN SEGUNDO Cuando desembarcó "el último pirata" del atunero, Blach no perdió un segundo y se puso en contacto con la Armada española. El comandante Frutos explicó ayer que al recibir la llamada del patrón puso en marcha "una operación para asegurar la liberación, evitar la recaptura e intentar la detención de los piratas", extremo este que no consiguió. Cuando los marineros oyeron los helicópteros se convencieron de que estaban salvados. Ahora sí. Atrás quedaban 47 días de "infierno" y "humillaciones", en palabras de Blach.

En Vigo, el patrón destacó que tanto él como el capitán del atunero, Iker Galbarriatu, estuvieron la mayor parte del tiempo retenidos en el puesto de mando, sentados en una silla, durmiendo en el suelo y pidiendo permiso hasta para ir al baño. "Y no nos lo concedían siempre", se lamentó. El resto de la tripulación tampoco estaba mejor. Todos apretados en 20 metros cuadrados, tumbados boca abajo, siempre encañonados, durmiendo poquísimo y sufriendo los gritos histéricos de unos piratas que lo tiraban todo al suelo --comida incluida-- y orinaban donde les parecía.

Las explicaciones del patrón gallego contrastaron con el silencio de los pescadores vascos del Alakrana. Están tocados, necesitan paz y tranquilidad. Eso, al menos, es lo que explicaron sus mujeres y hermanas, que sí se pusieron delante de las cámaras en el aeropuerto de Bilbao para agradecer el apoyo de la prensa y para pedir paciencia. "Hay que tratar de poner bien esos cuerpos y esas mentes", dijo María Ángeles Jiménez, cuyo esposo sufrió un cólico nefrítico.

Los familiares de los marineros vascos no volaron a las Seychelles. Pero ayer explicaron que no fue para dar la espalda al Gobierno de Rodríguez Zapatero ni para censurar fotos del reencuentro sino por una decisión "personal". El viaje es duro y alguna de las esposas está regular de salud, así que decidieron apoyarse y arroparse todas juntas e ir en autobús a Madrid, donde aterrizó de madrugada el avión fletado por el Gobierno.

EMOCIÓN Allí, en Madrid y sin periodistas como testigos, las mujeres abrazaron a sus hombres. Se emocionaron mucho. Y lloraron más. Todos juntos emprendieron rumbo a Bilbao, donde aterrizaron pasadas las diez de la mañana. Los ocho marineros se fueron por la puerta de atrás, aunque algunos fotógrafos consiguieron retratarles alzando los brazos. "Han venido mejor de lo que esperábamos, aunque físicamente se les nota el trago", explicó Argi Galbarriatu, hermana del capitán. "Nunca hemos censurado nada, pero ahora necesitamos tranquilidad. Tenemos que cuidarlos y quererlos. Se tienen que poner fuertes", añadió. Hubo vecinos de Bermeo que les dieron la bienvenida luciendo en los balcones los pañuelos de los arrantzales (marineros).