Al exministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla se le hundió ayer el mito del amigo catalán relacionado con CiU. El socio parlamentario siempre dispuesto a facilitar mayorías en las Cortes a cambio de contraprestaciones para Cataluña se subió a la parra en un instituto del sur de Madrid donde el líder convergente, Artur Mas, dio rienda suelta a las aspiraciones independentistas que parece haber desatado en la federación la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el Estatut.

Sevilla, que compartía con Mas un debate sobre los 30 años del Estado autonómico, organizado en la Universidad Rey Juan Carlos, no debía dar crédito a lo que escuchaba mientras su compañero de mesa defendía que los catalanes puedan "transitar hacia la autodeterminación" y reivindicaba el derecho a decidir "sin ponerle límites". Al final, el exministro del PSOE aceptó que era testigo del momento "histórico" en el que CiU optó por el "soberanismo independentista", según dijo. "Respeto la decisión, pero no la comparto", afirmó, entre grave e incrédulo.

Sucedió en Aranjuez, donde Mas habló más del concierto económico que del musical. Una reivindicación --la de que Cataluña administre sus propios recursos como ya hacen Euskadi y Navarra-- en la que insiste desde hace tiempo y que situó como "la primera estación" de esa etapa que se ha abierto, en su opinión, tras el portazo del Tribunal Constitucional a seguir ampliando el autogobierno de Cataluña desde dentro del marco constitucional pactado en 1978.

Era la primera vez que se escuchaba en la capital del Estado hablar así a un líder de CiU. Lo que justifica en parte la sorpresa de Sevilla, que relativizó lo sucedido vinculándolo a los excesos propios de una precampaña electoral como la de Cataluña.

Por si las moscas, apeló al "pragmatismo de la razón" sobre lo que consideró una cuestión "sentimental". Y advirtió de que con la razón "se consiguen acuerdos", pero con los sentimientos "acaba ganando el más fuerte". Mas recogió el guante. "Después de más de 100 años de catalanismo, podemos concluir que hemos sido muy ingenuos al pretender algo tan quimérico como cambiar desde dentro a una España que no lo desea, siendo nosotros menos y teniendo menos fuerza", añadió. "Hay un cabreo muy grande en Cataluña. La corriente es de fondo. Y yo esto lo digo igual allí que fuera".