La dureza que ha mostrado esta semana el PNV al votar en contra del techo de gasto, trámite imprescindible para elaborar los presupuestos generales para el 2011, revela la dimensión de las dificultades que se van a encontrar los socialistas para lograr el apoyo de los nacionalistas vascos a las cuentas. Pero nadie duda de que el Gobierno saldrá adelante y llegará al final de la legislatura, ni de que ese respaldo se lo darán los seis diputados del PNV, a los que se sumarán seguramente los de CC y UPN.

Esa seguridad deriva de la convicción de que ahora ningún partido --salvo el PP-- está interesado en unas elecciones anticipadas y, desde luego, tampoco los grupos nacionalistas, que parecen preferir un Gobierno socialista. Fuentes consultadas destacan que también en el ámbito empresarial vasco y en el catalán se apuesta preferentemente por la estabilidad para adoptar las medidas anticrisis necesarias que por la parálisis política que supondría un adelanto electoral.

ÚNICA BAZA La actitud del PNV se interpreta, por tanto, como un intento de elevar el precio del apoyo a los presupuestos, sabedor de que es la única baza que le queda al Ejecutivo, una vez que CiU, inmersa en la precampaña, ha dejado claro a José Luis Rodríguez Zapatero que no tendrá sus votos. Pero el discurso del PNV se ha balanceado hasta rozar la contradicción, lo que en círculos nacionalistas se atribuye a las tensiones internas y a la oposición del sector crítico a apoyar a Zapatero, tanto como revancha por arrebatarles el Gobierno vasco como por desacuerdo con las medidas antidéficit. A esas razones se atribuyó en mayo el no al tijeretazo, pero entonces se dijo que así el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, contentaba a su oposición interna y lograba margen para pactar después los presupuestos generales.

Fue Urkullu el que hace ya unas semanas se ofreció a negociar el apoyo a las cuentas y su portavoz en el Congreso, Josu Erkoreka, el que se quejó en el debate de política general de la "geometría y la geografía variables" que Zapatero utiliza para sus pactos, ofreciéndose de facto como aliado estable. Sin embargo, el jueves Urkullu matizó que está dispuesto a negociar los presupuestos pero no el apoyo estable, aunque es evidente que la aprobación de las cuentas le da al Ejecutivo el oxígeno suficiente para llegar hasta el final.

La negociación tiene más de toma y daca de lo que parece. Entre otras razones porque los nacionalistas necesitan también a los socialistas en Euskadi para aprobar las cuentas de las tres diputaciones forales y de algunos de sus ayuntamientos.

En ámbitos socialistas se cree que el PNV exigirá también a cambio la garantía de que el pacto de gobierno en Euskadi entre el PSE y el PP no se extienda a las diputaciones forales y a los ayuntamientos y se permita, por tanto, que los nacionalistas mantengan el poder en las tres diputaciones y en algunos municipios importantes. Se habla de que el PNV puede pedir que se respete la lista más votada.

TRANSFERENCIAS Las fuentes consultadas opinan que el partido de Urkullu puede exigir asimismo algunas transferencias que incidan en un mayor autogobierno y se especula que sean políticas activas y pasivas de empleo y el poder judicial autónomo, que el Gobierno se ha comprometido a legislar para compensar parte del recorte del Estatut. Se entiende que con esas contrapartidas el PNV buscaría fijar la idea de que son los nacionalistas los que defienden los intereses de Euskadi y desdibujar así la imagen de Patxi López.