Ala izquierda aberzale se le pedía que diera determinados pasos para lograr su relegalización, pero ha hecho más que eso. Ha esprintado con una ofensiva política y mediática destinada a convencer de la sinceridad de sus nuevos planteamientos. Próximamente, anunciará su rechazo a la violencia en un camino de no retorno en el que le acompañará ETA, a través de un inminente comunicado. La ofensiva ha pillado descolocados a todos los actores políticos, situados ante un escenario que no habían previsto que se fuera a dar tan pronto. El PP, a falta de instrucciones claras de su dirección, parece variar el mensaje en función de cuál sea el dirigente que toma la palabra, mientras el Gobierno y el PSOE empiezan a dulcificar su lenguaje cuando hablan de la izquierda aberzale, pero no se atreven a ir más allá.

El temor a ser víctimas de un nuevo engaño hace que el vicepresidente del Ejecutivo, Alfredo Pérez Rubalcaba, haya dado instrucciones de extremar la cautela, que no todos los miembros del Ejecutivo parecen seguir.

En su ronda de contactos con partidos y medios de comunicación de Madrid (esta ha incluido los diarios El País y El Mundo), los batasunas han adelantado que esperan que antes de final de noviembre, ETA lance un mensaje en el que se cumplirían sus expectativas, al declarar el cese de la lucha armada y permitir la verificación del alto el fuego. Tras el pronunciamiento, en diciembre, Batasuna presentaría los estatutos de un nuevo partido, en los que no llegaría a condenar explícitamente la violencia, pero sí la rechazaría cara al futuro.

BUENOS RESULTADOS El dirigente aberzale Txelui Moreno admitió ayer públicamente que preparan esos estatutos, y auguró que el sector social que representa a la extinta Batasuna contará "con total seguridad" con una opción de voto en las elecciones municipales y forales vascas que obtendrá "muy buenos resultados". Esta es la clave de la ofensiva aberzale: lograr la legalización a tiempo para participar en las elecciones municipales del próximo mayo, claves para su supervivencia política.

Los interlocutores que han escuchado los argumentos de Batasuna empiezan a estar convencidos de su sinceridad, pero dudan de la capacidad de influencia de una banda descabezada y sin una dirección política clara. El presidente del PNV, Iñigo Urkullu, expresó ayer sus "dudas" sobre "si ETA se va a mover o no en el tiempo que necesita hacerlo la izquierda aberzale", porque a la organización "no le gusta que nadie le marque el ritmo". Aralar advirtió de que, aunque la determinación de Batasuna sea firme, el proceso puede tardar "meses" o "años", por los "obstáculos" que se le opondrán.

El nerviosismo entre las fuerzas políticas tuvo ayer su traducción en una información difundida por Europa Press, según la cual el Gobierno estaría informando a los partidos que espera un comunicado de ETA en las próximas semanas, pero Interior lo desmintió con rotundidad.

Sea cual sea la expectativa del Ejecutivo, varios de sus titulares (el de Fomento, José Blanco, en un mitin, y ayer la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, en el Congreso) han empezado a hablar de que "el final de ETA está cerca". El diputado Txiqui Benegas y también Blanco han llegado incluso a calificar de "fácil" la posibilidad de que Batasuna se legalice para los próximos comicios locales si condena la violencia, lo que probablemente habrá causado la perplejidad de Rubalcaba, que ahora, desde su cargo de vicepresidente, comanda más que nunca la política del Gobierno español frente al terrorismo.

LENGUAJE SUAVIZADO El portavoz parlamentario de los socialistas vascos, José Antonio Pastor, admitió que "se han suavizado algunas expresiones" respecto a la izquierda aberzale, pero lo atribuyó a que "se empiezan a oír otras cosas" en ese mundo, descartando que suponga un cambio en la política de fondo.

El desconcierto del PP ha ido en aumento. Si su secretaria general, María Dolores de Cospedal, marcó el lunes una senda simple para la legalización ("Aralar condenó la violencia y se apartó de la banda"), su portavoz parlamentaria, Soraya Sáenz de Santamaría, puso el martes el listón más alto, al decir que lo único que importa es "la disolución de la banda". El líder de los conservadores vascos fue ayer más allá y habló de poner a ETA en "cuarentena democrática" al menos cuatro años para ver si es cierto que apuesta por la democracia. De Cospedal dio ayer una nueva vuelta de tuerca, al advertir de que el apoyo del PP al Gobierno se habrá acabado "si ETA-Batasuna o su entorno están en las listas", sean cuales sean las circunstancias.