BALANCE DE LOS PRIMEROS TRES MESES DEL GOBIERNO VASCO

Cien días de soledad

Urkullu sigue sin lograr apoyos para los presupuestos La estrategia en la gestión de la paz lo aleja de EH Bildu, y el PSE no olvida la contundente oposición del PNV en la pasada legislatura

AITOR UBARRETXENA

El Gobierno de Iñigo Urkullu cumplió ayer cien días de soledad. Sus dificultades son máximas para la aprobación de las cuentas vascas, ya que no se vislumbra de dónde llegarán los apoyos que necesita con urgencia. Solo su partido aprueba la gestión de estos tres meses, mientras que el resto de fuerzas valoran el arranque de la legislatura del PNV como "decepcionante" y marcado por su "inacción".

El peaje que iba a pagar Urkullu era evidente desde que fue elegido con los únicos votos del PNV, pero no ha sabido reforzar su posición. Con 27 parlamentarios en una Cámara de 75, prometió buscar consensos, pero encuentra portazos. Su propuesta de presupuestos ha cosechado el rechazo unánime de oposición, sindicatos y patronal.

En la búsqueda de apoyos estables parece descartada EH Bildu, segunda fuerza con 21 parlamentarios. Las diferencias ideológicas son enormes y los peneuvistas rehúyen la senda soberanista. Además, se ha constatado una profunda brecha entre la izquierda aberzale y el resto de partidos en torno a la gestión del final de ETA. La ponencia de paz y convivencia ha sido un fiel reflejo del desencuentro: PNV, PSE y PP han compartido un diagnóstico previo, radicalmente diferente al del mundo de Batasuna, que despertó las iras de la Cámara al hablar del "origen político" de los asesinatos de ETA.

Heridas abiertas

Tampoco los socialistas, con 15 parlamentarios, son el socio preferente del PNV. Pesa demasiado la contundente oposición de los peneuvistas en la pasada legislatura, con Patxi López de lendakari. Al PSE no se le olvida que fue acusado de dejar los presupuestos al borde de la bancarrota, y que Urkullu prometió una auditoría externa para conocer "en profundidad" las cuentas. Aunque el PNV ha admitido que todo estaba en orden, las heridas siguen lejos de cicatrizar.

El partido de Urkullu explora también un pacto con el PP, con diez escaños, pero la endiablada composición de la Cámara vasca obliga a contar con el voto del único parlamentario de UPD para alcanzar la mayoría. Esta opción estaría respaldada por los tres recientes pactos entre peneuvistas y populares en el Ayuntamiento de Vitoria, la Diputación de Vizcaya y la Diputación de Álava, pero entraña riesgos. Por un lado, supone que el PNV admita estar más cercano a la derecha española. Y además, otorga un peso desproporcionado al partido de Rosa Díez, cuyos radicales postulados en torno al terrorismo lo convertirían en un socio sumamente incómodo.

Las prioridades que se marca el Gobierno vasco son, por este orden, el empleo, la paz y el autogobierno. Para el primer objetivo acaba de presentar un plan, dotado con 1.000 millones de euros, con el que pretende crear 12.700 lugares de trabajo y mantener 42.000, pero la oposición y los sindicatos ya lo han rechazado. Para el segundo, se está encontrando con muchas dificultades, ya que el retorno de los aberzales a la Cámara vasca sin condenar los crímenes de ETA provoca continuos choques con el PP y UPD. Y en cuanto al asunto del autogobierno, el lendakari admite que sus aspiraciones se limitan a "fortalecerlo", marcando distancias con el debate soberanista catalán.

La oposición recuerda que, de los 217 decretos aprobados por el Consejo de Gobierno, 200 han sido para nombramientos y ceses. También reclaman que se concrete el programa de gobierno y el calendario legislativo. Unas críticas que Urkullu combate con una permanente llamada a la "responsabilidad" ante la crisis económica.

Con este panorama, la posibilidad de una prórroga presupuestaria toma cuerpo. Varios dirigentes peneuvistas han hablado de "drama" o incluso de "suicidio" en ese escenario, toda vez que las cuentas para el 2013 contemplan una reducción del 10,8%. La fecha prevista para su aprobación es finales de abril o primeros de mayo. Ese es el plazo que tiene Urkullu para acabar con la soledad que ha marcado sus primeros cien días.

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