ENTRE TRACAS Y 'MASCLETÁS'

Sánchez y la luz de Valencia

El líder del PSOE no habla de negociaciones en su visita a las Fallas Oltra propone un pacto a la valenciana para el Gobierno estatal

Sánchez y la luz de Valencia

Sánchez y la luz de Valencia

SERGI TARIN

Serenidad, tranquilidad y luz. Es lo que recomendó ayer la vicepresidenta valenciana, Mónica Oltra, a Pedro Sánchez. La reunión fue a puerta cerrada en el despacho del alcalde, Joan Ribó. También asistieron el presidente valenciano Ximo Puig y el portavoz de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví. "Hemos mejorado la vida de la gente y necesitamos un gobierno así en España", dijo Oltra, quien requirió un pacto estatal a la valenciana, donde Compromís y socialistas gobiernan con la complicidad de Podemos.

Pero a Sánchez se le veía incómodo con el bullicio de una ciudad en víspera de su deflagración colectiva. Solo la proximidad de Oltra le aportaba cierta calma. "Ya me gustaría que Pablo Iglesias tuviera su altura de miras", expresó Sánchez el 7 de marzo. Y quizá le pidió ayuda en desbloqueos y consejos para limar asperezas, como hizo al presidente griego Alexis Tsipras. "Somos mayores, sabemos el papel que jugamos y ellos (Sánchez e Iglesias) hablarán cuando se den espacios de serenidad", respondió Oltra.

Por su parte, Sánchez zigzageó con la prensa en todo momento. Hubo huidas por puertas corredizas, salidas y entradas en falso al balcón y una aglomeración final de labios cosidos y empujones. Y ni una palabra sobre pactos, aunque sí habló para televisiones falleras. "Impresionante", dijo sobre la mascletá, que le llevó la mano izquierda a la tripa y la derecha, en forma de visera, a la frente. Pura metáfora corporal. Y el humo y trozos de traca le hicieron retroceder mientras, a su lado, la consejera de Sanidad, Carmen Montón, no le quitaba ojo. Muy próximo también, el presidente de las Cortes valencianas, Enric Morera, le relataba el asedio de Hernán Cortes a Moctezuma, donde una suma de minorías acabó con la hegemonía azteca tras un traca de arcabuces.

Y Sánchez sonreía a todo, protocolario, un tanto inerte en el abrazo fotográfico con la corte de honor fallera y abrumado por la magnitud de una plaza cantando al unísono Un beso y una flor, de Nino Bravo. Y tampoco estuvo animoso en la paella de un casal de barrio y sí cabizbajo, como esos niños aburridos que se entretienen contando granos de arroz. La esposa de un político definía a Sánchez: "Es guapo, aunque frío. Parece un jefe de sección de moda del Corte Inglés".

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