Cien días suele ser el tiempo prudencial que se concede a cualquier gobierno antes de empezar a sacar conclusiones sobre su gestión. Cien días se cumplen hoy desde que los españoles mandataron a PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos para dialogar y llegar a acuerdos. Y todo ese tiempo llevan haciendo caso omiso, con la excepción del pacto entre Pedro Sánchez y Albert Rivera, que se estrelló en el Congreso por falta de apoyos. Finiquitada la Semana Santa, los partidos han consumido el primero de los dos meses de plazo que tienen para desbloquear la investidura y evitar la repetición de las elecciones, que se convocarán automáticamente el 2 de mayo si para entonces no hay presidente.

La única cita que figura en las agendas públicas de los líderes es la reunión que Sánchez mantendrá mañana con Pablo Iglesias. Ni que decir tiene que, salvo un giro radical en alguna de las posiciones, las expectativas tienden a cero y el encuentro podría ser solo un nuevo episodio de las presiones cruzadas que mantienen el PSOE y Podemos sobre cuál de los dos bloquea el "gobierno de cambio". Aislar al partido morado es el objetivo de Rivera, el líder de C's, que apunta con el dedo a Mariano Rajoy como culpable por preferir nuevas elecciones antes que desencallar la investidura, por ejemplo, ofreciendo su cabeza.

El partido naranja ha dedicado estos días de recogimiento a reclamar a PP y PSOE que se dejen de dimes y diretes y hablen de una vez. Rajoy tiene pendiente una llamada telefónica a Sánchez, que podría producirse esta semana, pero que sería más baldía que la reunión Sánchez-Iglesias, pues el líder socialista sigue sin querer oír hablar de la llamada gran coalición.

El precedente catalán

Desde el 28 de septiembre hasta el 12 de enero, día en el que Carles Puigdemont fue oficialmente investido presidente de la Generalitat de Cataluña, pasaron 106 días. Tres meses y medio en los que desde todo tipo de tribunas se oyeron y leyeron mofas, chascarrillos y exabruptos contra Artur Mas, Junts pel Sí y la CUP por la parálisis política de Cataluña.

La Moncloa superará el próximo lunes, 4 de abril, ese registro de la Generalitat, y hace tiempo que batió el récord de un gobierno en funciones en España: 62 días (los que tardó José María Aznar en granjearse la investidura en 1996).

Días antes de la investidura in extremis de Puigdemont, el vicesecretario de comunicación del PP, Pablo Casado, pedía "acabar con el esperpento", mientras que Rivera criticaba el "mal espectáculo que se ha dado en la región en los últimos tres meses". Desde el 20 de diciembre, lo que no ha faltado es espectáculo en la política española: la negativa de Rajoy a intentar la investidura (mientras el PP valenciano se convertía en una falla continua por la corrupción), las reuniones con aires de comedia de enredo en el Congreso entre PSOE, Podemos y Ciudadanos o el conato de guerra civil en la fuerza morada.

Luego llegó la primera investidura fallida de la historia de la democracia y el actual impasse, con el Gobierno en funciones. ¿Y qué supone exactamente esa interinidad? "El Gobierno en funciones limitará su gestión al despacho ordinario de los asuntos públicos, absteniéndose de adoptar, salvo casos de urgencia debidamente acreditados o por razones de interés general cuya acreditación expresa así lo justifique, cualesquiera otras medidas", señala la ley del Gobierno. En román paladino, el Gabinete de Rajoy no puede aprobar ley alguna, ni someterse al control del Congreso, aunque la oposición está dispuesta a ir al Tribunal Constitucional para obligar a algunos ministros a comparecer en las Cortes.

El poder de las encuestas

Las encuestas acabaron desencallando la situación en Cataluña, llevando a Mas a dar el paso atrás que le exigía la CUP. De momento, los sondeos no auguran un mapa electoral español muy distinto en caso de nuevos comicios, más allá de que C's podría arrebatar la tercera plaza a Podemos. Pero esas encuestas sí detectan la creciente preocupación de la sociedad por los políticos, caldo de cultivo para un desplome de la participación en caso de tener que votar otra vez.

Hay quien ironiza que con esta interinidad no se está tan mal. No hay más recortes y corruptos de todos los colores desfilan por los juzgados. Recuerdan algunos el ejemplo de Bélgica. España está aún muy, muy lejos del récord absoluto que ostentan los belgas, que estuvieron la friolera de 541 días con un Ejecutivo en funciones. Pero si hubiera elecciones el 26 de junio, el periodo de interinidad se prolongaría al menos hasta mediados de agosto. Y serían ya ocho meses. Por cierto, durante aquellos 541 días sin gobierno en Bélgica, la economía creció y el paro bajó.