Errejón aplaza la guerra

Tras 13 días de silencio, admite que no comparte la destitución de Sergio Pascual

IOLANDA MÁRMOL

Después de dos semanas de silencio, Íñigo Errejón reapareció ayer para confirmar lo que ya había trasladado con un mutismo autoimpuesto: no comparte la decisión de Pablo Iglesias de destituir a Sergio Pascual como secretario de organización, pero aunque la fulminación de su compañero más cercano le duela, no abrirá una batalla en el seno de Podemos. Aún menos, con el riesgo de implosión que una guerra abierta supondría en pleno intento negociador para formar gobierno o, aún peor, ante un escenario de repetición de elecciones que, según los sondeos, les resultaría desfavorable. Las discrepancias internas, advierte, no pueden poner en jaque al partido. "Hay algo que está por encima de eso, que es la lealtad a un proyecto muy hermoso y en ese sentido, estamos juntos", subrayó.

Errejón quiso superar el doloroso episodio de Pascual y plantear un debate intelectual para dirimir hacia dónde debe virar el partido, consciente que la estructura como "máquina de guerra" que él diseñó para poder afrontar cinco elecciones en dos años ya no es sostenible y ha de transformarse. ¿En qué? Ahí anidan las discrepancias más profundas.

En lo inmediato y nominal, Errejón anunció que apoyará a Pablo Echenique como nuevo secretario de organización porque entiende que despierta consenso y, además, le parece bueno que desempeñe su cargo desde Zaragoza, como símbolo de la estructura menos centralizada que busca el nuevo Podemos. A su juicio, en el consejo ciudadano estatal del próximo sábado en el que previsiblemente el líder aragonés saldrá ratificado, habrá debate, pero no una guerra. "Echenique me parece una buena propuesta de consenso que desmadrileñiza, puede oxigenar", señaló.

El secretario político parece haber encajado el golpe de Iglesias y, ante el riesgo que implicaría cualquier maniobra abrupta para demostrar su descontento, opta por mirar al futuro e intentar que la nueva etapa de Podemos se parezca más a lo que él desea que al diseño que preparan los pablistas. "Este tiempo de reposo y de silencio me ha servido para una elevación de miras. No han sido semanas sencillas, pero hemos madurado", reflexionó y descartó que las discrepancias acaben en una desmebración del partido. "No acudimos a ninguna batalla. Las batallas se dan hacia afuera, acudimos a una discusión", matizó.

Cómodo cuando le preguntaron por el futuro del partido, dejó entrever qué líneas defenderá en el cónclave del sábado. Errejón apuesta por una estructura "federalizante", en el que los territorios tengan más peso, y sobre todo en un Podemos con un "movimiento popular más irradiado", una expresión con la que alude a su voluntad de que el partido sea transversal y amalgame a diferentes capas de la sociedad. "Los militantes de Podemos no salen de una fábrica", empleó como doble metáfora para expresar que, ni los simpatizantes pertenecen exclusivamente a la clase obrera, ni es extraño que se alineen en familias distintas los que sienten más cercanos a las tesis de Iglesias y otros prefieren que se imponga la hipótesis que sostiene Errejón.

Él y los suyos saldrán el sábado a defender que ese nuevo Podemos se vaya construyendo "día a día", convencidos de que la solución no es refundar el partido después de que se despeje el horizonte de la investidura. Opinan que el futuro no llega de improviso "en un momento mágico", sino que se puede construir, incluso estando arrinconado.

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