Nadie como los departamentos de publicidad y mercadotecnia para detectar el momento en que las percepciones calan en la población y empiezan a convertirse en verdades generalmente aceptadas. No hay termómetro social más afinado. Por eso, que una empresa de contenidos audiovisuales como el portal del cine Filmin haya incluido en su catálogo de películas una colección denominada Hoy sería delito resulta tan revelador. Y tan inquietante.

La iniciativa, que nació hace unas semanas, refleja hasta qué punto está asumido que vivimos en un periodo de restricción de libertades que afecta de manera destacada a la creación artística.

Arte como transgresión

«Hay una corriente de corrección que lo confunde todo -señala Jaume Ripoll, uno de los fundadores del portal-. Se trata de películas que te pueden gustar más o menos, pero que son lo que son: expresiones artísticas. El problema es que mucha gente quiere imponer su realidad sobre el arte».

Ripoll está convencido de que el arte debe ser transgresor y generar debate. «Hemos llegado a unos límites en los que hay gente que nos dictamina qué se puede ver o qué no. Y eso no lo podemos consentir», explica.

Tal vez sería deseable que la etiqueta creada por Filmin se extendiera a otros ámbitos de la cultura y el entretenimiento. Es tentador imaginar, por ejemplo, una colección de discos titulada Hoy sería delito. No haría falta salir de España, ni de las décadas de los 80 y los 90, para nutrir de canciones a un buen montón de generosas entregas.

Los años de la Movida ya darían para llenar unos cuantos discos: podrían incluirse ahí Murciana marrana (solo el título ya haría hoy saltar todas las alarmas posibles), de Kaka de Luxe («te meto el dedo en la raja / te arreo un par de sopapos / te obligo a hacerme una paja / soy más violenta que el GRAPO»); Voy a ser mamá, de Almodóvar y MacNamara, la pesadilla de los grupos pro-vida («voy a tener un bebé / lo vestiré de mujer / lo incrustaré en la pared / le llamaré Lucifer / le enseñaré a criticar / le enseñaré a vivir de la prostitución / le enseñaré a matar»); la provocación a bocajarro de Heil Hitler, de Ilegales («Nazis, simpáticos los nazis / nazis, conozco muchos nazis. / En la noche alemana, los judíos rezan»), o el villancico skinhead Voca de Dios, de Decibelios («A ese Dios yo no conozco / a ver si me lo presentan / y nos vamos a follar»).

Rock radikal vasco

Claro que la parte del león de la colección se la llevarían probablemente las canciones de todos esos grupos politizadísimos que operaron en torno al denominado rock radikal vasco; Jimmy Jazz, de Kortatu («puso 20 kilos de Goma 3 / mandó a tomar por culo,todo un cuartel»); Desobediencia, de Cicatriz («hay que machacar al clero / matar a la policía / toda esa puta gente / no son mas que porquería»); los ineludibles La Polla Records, que merecerían un par de volúmenes para ellos solos («sabes que vas a comer / por dar hostias a la gente / sabes para quién trabajas / tus lágrimas las compras en las rebajas / Era un hombre y ahora es poli»), o Soziedad Alkohólika y su opresivo Síndrome del norte («al llegar hasta el coche / dejas las llaves caer / no sea que haya un bulto raro / y que te haga volar / como a Carrero»).

Mejor dejarlo aquí. No es nada descabellado pensar que la colección Hoy sería delito hoy sería delito.