Pedro Sánchez y Pere Aragonès mantienen un hilo de comunicación personal que no han cortado ni en los momentos más críticos del conflicto en Cataluña. El presidente en funciones no responde a las llamadas de Quim Torra, pero sigue hablando con el ‘vicepresident’, unas conversaciones que son más frecuentes entre Aragonès y su homóloga en la Moncloa, Carmen Calvo. Son los restos del diálogo sobre la crisis territorial que tanto costó reiniciar tras el mandato de Mariano Rajoy, y que cristalizó en la declaración de Pedralbes, el pasado diciembre, en la que Gobierno y Generalitat admitían que el conflicto catalán debía resolverse desde el “diálogo político efectivo”. A la derecha le pareció una temeridad y al independentismo una nimiedad. Pero fue el primer paso en un camino que, pronto, se volvió intransitable.

ERC tumbó los Presupuestos Generales del Estado en febrero, tras la polémica del relator, y el líder socialista convocó elecciones para gobernar sin las ataduras de los aliados que le habían aupado en la moción de censura. PSOE y ERC se acusaron de irresponsabilidad. Sánchez volvió al tono áspero y los republicanos al discurso del “Estado opresor”. Nueve meses después, tras dos comicios legislativos, una sentencia dura para el independentismo y la violencia en las calles, Sánchez y Aragonès exploran de nuevo hasta dónde avanzar.

Con mucha prisa. El jefe del Ejecutivo necesita la abstención de los 13 diputados de ERC para la investidura. De hecho, Sánchez ha enviado este sábado una carta a los militantes del PSOE en la que afirma que el pacto con Unidas Podemos "resulta imprescindible a la vista del resultado electoral" y que "no basta con superar la sesión de investidura", sino que hay que "ensanchar" el acuerdo para contar con una mayoría sólida toda la legislatura. Los independentistas, que han renunciado a la unilateralidad, quieren un gobierno progresista en Madrid que reactive el diálogo, pero les resulta imprescindible blindarse contra los ataques del entorno de JxCat.

LA DISCRECIÓN

Los contactos han comenzado ya, parece que con buen pie, aunque públicamente se diga lo contrario, y serán discretos. El Gobierno está dispuesto a apostar ahora por una “distensión” que puede conducir a un “diálogo” tras la investidura, que aspira a superar antes de Navidad. El equipo de Sánchez trabaja con la idea de hacer gestos que allanen la abstención de ERC, porque, admiten, los republicanos tienen un contexto muy espinoso.

Mientras mide hasta dónde avanzar, Sánchez ha reconocido esta semana que hay una “crisis política” y ha aparcado la idea de que la convocatoria de referéndums ilegales sea delito. Sabe bien que Aragonès necesita algún tipo de contrapartida, explican en su entorno, pero asume que el diálogo es un camino difícil de transitar y no siente especial confianza en el independentismo.

ERC trata de llevar a Sánchez al ‘sit and talk’ (sentarse y hablar) que reclaman los secesionistas. Los republicanos creen que si el presidente reactiva el diálogo podrán exhibir este logro ante los suyos, un terreno en el que vuelan los dardos. Abstenerse sin contraprestaciones, como en julio, “sería un suicidio”, asumen.

El calendario no ha jugado a su favor. La investidura llega tras la sentencia del ‘procés’, con las elecciones catalanas en el horizonte y el posible regreso de Carles Puigdemont en el aire (el 16 de diciembre la justicia belga examina si tramita su extradición). La campaña del entorno de la posconvergencia contra ERC ha sido intensa y ha tenido resultados. JxCat ha ganado un diputado en el Congreso, la CUP ha obtenido dos, y los republicanos han perdido otros dos. Desde que Oriol Junqueras es el líder del partido, el 10-N han sido las primeras elecciones en las que han perdido escaños. Es una señal de alerta que les hace avanzar con pies de plomo en las conversaciones con el Gobierno. Necesitan conseguir diálogo con la Moncloa, pero no pueden quedar expuestos al fuego amigo. De ahí que el viernes, los republicanos concertaran para la próxima semana una reunión en la que abordarán la investidura.

LAS CUENTAS CATALANAS

En ese calendario endiablado, puede haber una baza a su favor: los Presupuestos de la Generalitat. Si la entrada de Pablo Iglesias en el Ejecutivo facilita que los ‘comuns’ apoyen las cuentas catalanas, entonces los republicanos no serían acusados de querer romper el Govern.

En todo caso, el PSOE quiere pilotar directamente las negociaciones con ERC, no dejarlas en manos de Podemos. Las relaciones entre Iglesias y el portavoz parlamentario de los republicanos, Gabriel Rufián, son frías. Y Sánchez tiene prisa. Sus colaboradores temen que la derecha se rearme y ejerza una presión insoportable sobre el presidente.

El líder socialista, de momento, ya ha recibido algún aviso interno en contra de que el Gobierno “dependa” del independentismo. La voz de más peso ha sido la del presidente de Castilla-la Mancha, Emiliano García-Page. Pero en la dirección del PSOE aseguran que estas alertas tienen escaso recorrido, porque “no hay otra alternativa”. Y la consulta a la militancia socialista sobre el pacto con Iglesias, que tendrá lugar el 23 de diciembre, convertirá estos mensajes en “irrelevantes”.