Un partido para la mayoría. Es el lema que preside el 14 congreso del PSPV, inaugurado formalmente esta mañana en Benidorm. Y ha sido el eje de todo el discurso de Ximo Puig con el que ha defendido su gestión. No ha dejado de ser una mañana de congreso, pese a los cantos de unidad y paz, así que nada más comenzar la sesión llegaba el golpe de presión del 'abalismo', que se reunía en torno a la secretaria provincial de Valencia, Mercedes Caballero, y entraba en bloque en la sala para irse pocos minutos después y comunicar a los medios de comunicación que no había acuerdo con la dirección de Puig, porque considera que no hay la integración que debería en los órganos de poder. Es la última vía de presión antes de que Ximo Puig, secretario general sin oposición, haga oficial en las próximas horas la nueva ejecutiva y el nuevo comité nacional. De momento, el informe de gestión ha salido aprobado por unanimidad, como pasó con el de Pedro Sánchez en el reciente congreso federal.

Mientras el congreso se enredaba por estos cauces subterráneos, nada nuevo en la agitada vida socialista, el plenario empezaba con otro gesto (el Himno de la C. Valenciana interpretado por banda senior de Llíria) y se llenaba con las voces de líderes europeos socialistas y españoles (Adrián Barbón, García-Page, Guillermo Fernández Vara, Ángel Víctor Torres, Francina Armengol, Concha Andreu, Juan Espadas, María Chivite) que reconocían la labor de Puig y su figura de referente entre los barones. Lo mismo hacía la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra. Todo ello pudo ver José Luis Ábalos desde un discreto lugar en la segunda fila del auditorio. Pero ya no pudo ver ni oír las palabras de Puig, porque se fue al poco. Dijo que era para delegados y él no lo era. A su lado, Caballero. Otro gesto.

Puig mencionó al exministro (“estimado José Luis”) en los agradecimientos a asistentes. Entre ellos, quizá el más relevante políticamente, el presidente de la patronal, Salvador Navarro. Otro gesto. Porque el discurso de Puig ha tenido su base en la apertura de fronteras y en el reconocimiento de la labor empresarial en la creación de riqueza. Un gesto de cara a la atracción de nuevas clases medias, que puede ser que simpatizaran con otros en el pasado.

Puig ha sido claro sobre sus objetivos en este tercer mandato en el PSPV. Si en 2012 la ambición era el cambio político y en 2017, ser primera fuerza (ambos objetivos conseguidos), ahora el reto es “la mayoría, la transversalidad, superar las barreras partidarias”. Que el PSPV sea “la casa grande donde caben todos los valencianos”. “Ni dogmatismos ni esencialismos, sino ser útiles a la mayoría, no a una parte. Quizá unos se conformen, pero no es nuestra opción, sino abarcar un amplio espectro de clases medias y trabajadoras”.

Casi todo está dicho en esas frases. "Tenemos el deber de consolidar un ciclo de progreso que ahora busca una mayoría social amplia”, ha remachado. El jefe del Consell está pensando por tanto en una mayoría social y electoral de cara a un nuevo gobierno del Botànic, proyecto compartido que reivindicó. Lo otro, un ejecutivo de derecha y extrema derecha, es “el gran apagón”.

Junto al proyecto abierto y sin fronteras, las otras ideas fuerza que Puig ha dejado para la nueva etapa del socialismo valenciano son: empleo (de ahí, la trascendencia del sector empresarial innovador y dinámico), sostenibilidad “justa” e igualdad.

Los delegados de Caballero y Ábalos se fueron. No todos. Juan Carlos Fulgencio se quedó. Y también se quedaron los sectores de Alicante y Castelló que en el pasado han estado cerca del 'abalismo'. Este amenaza con evidenciar su distancia en la votación de la ejecutiva, mañana, e incluso con plantear una lista alternativa al comité nacional y a las comisiones de garantías y de derechos. Estampas de un congreso que se presentaba como de unidad. Pero esta nunca es completa cuando por el medio hay cargos y toma de posiciones con respecto a futuras listas electorales. La estampa extraña de este congreso era salir del plenario y encontrarse una gran piscina rodeada de turistas tomando el sol. Estampa de la vida en Benidorm. Extraña, sí.