Ciudadanos firmó en Castilla y León otra debacle electoral (se dejó 151.000 votos con respecto a 2019 y 11 procuradores) pero, a diferencia de lo que ocurrió en la Comunidad de Madrid, evitó su desaparición total. Francisco Igea, exvicepresidente del gobierno autonómico, consiguió retener su escaño por Valladolid y permitirá a los naranjas seguir teniendo representación en las Cortes. A esto se agarra la dirección nacional para sobrevivir y a pesar del mal resultado, consideran que la resistencia ha quedado acreditada.

El propio Igea reconoció en la noche electoral que el resultado era “malo sin paliativos” y que a su partido le toca reflexionar. Lo harán este mismo lunes en una reunión del comité ejecutivo que ya ha empezado. La cúpula naranja descarta una rebelión interna ni grandes revoluciones como ocurrió en otros momentos (la moción de censura en Murcia y la convocatoria de elecciones madrileñas, que implicaron cambios importantes dentro de la ejecutiva y marchas de todo tipo como la de Toni Cantó al PP o la de Ignacio Aguado fuera de la política).

Este no es el escenario según explican en el entorno de Arrimadas, que asumen que el procurador de Igea era “el resultado realista y esperado” según todos los sondeos publicados. Además, insisten en la cúpula naranja, las elecciones de Castilla y León han conseguido una imagen de unidad no vista prácticamente desde la debacle de las generales de 2019. Empezando por la propia unión entre Igea, que se enfrentó a Arrimadas en las primarias tras la dimisión de Albert Rivera, con la presidenta y toda su dirección. Ese es un valor que para Ciudadanos es en este momento esencial, mientras luchan por sobrevivir políticamente a la OPA del PP y por tener representación (aunque muy mermada) en los parlamentos autonómicos donde haya elecciones. En Madrid no fue posible y en Castilla y León, por los pelos, pero lo consiguieron.

El foco de Ciudadanos está puesto en el PP por varios motivos. Entienden que el adelanto de Alfonso Fernández Mañueco no ha cumplido con ninguno de los objetivos previstos (acercarse a la mayoría absoluta, acabar con Ciudadanos en esa comunidad y frenar a Vox) y, además, dirigentes del entorno de Arrimadas aseguran que las siglas populares empiezan a ser mucho menos atractivas para cuadros naranjas que en otras circunstancias pensaron dar el salto al partido conservador. 

La estrategia de Teodoro García Egea pasaba precisamente por una absorción total, consiguiendo que cuadros intermedios (algunos más conocidos) se integraran en el PP voluntariamente. Pero, si ya algunos dirigentes populares ponían en duda esa hoja de ruta insistiendo en que “no había tanto sitio” para personas de otros partidos que quisieran recalar en el suyo, ahora en Ciudadanos ponen en duda la validez de ese efecto porque el PP (con la excepción de Isabel Díaz Ayuso en Madrid) no consigue consolidar su formación.

Precisamente, la estrategia de Arrimadas en este momento pasa por esperar y dejar pasar el tiempo, ver cómo gestiona el PP su relación con Vox en Castilla y León y si, como pide el partido ultra, acaban por integrarlo en el gobierno dando paso a la primera coalición de ambos. “El PP tiene una papeleta muy difícil de resolver”, zanjan en la formación naranja.