Alberto Núñez Feijóo fue elegido líder del PP el pasado 2 de abril, pero será esta semana, más de 40 días después, cuando completará su desembarco en la política nacional tras culminar su relevo en la Xunta de Galicia y en un momento dulce para el PP, al alza en los sondeos.

En este período de transición, Feijóo ha tenido un pie en el Palacio de Raxoi y otro en el número 13 de la madrileña calle Génova, pero ahora se concentrará en su tarea como líder de la oposición, donde seguirá ofreciendo pactos al Gobierno, pese a verle superado, y trazando la alternativa con la que espera llegar a la Moncloa.

Sin que la información traspase la cúpula del partido, que hace gala de hermetismo, Feijóo ha mantenido a sus senadores y diputados en tensión, a la expectativa de saber si perderán el poder ganado con Pablo Casado o si obtendrán un reconocimiento que antes no tenían.

En junio, Feijóo llegará al Senado para poder debatir con el presidente del Gobierno y en los próximos días mantendrá una reunión interparlamentaria, donde la incógnita es la continuidad de los portavoces. La mayoría en el partido espera que Cuca Gamarra mantenga su puesto en el Congreso, mientras que no hay certezas en el caso del portavoz en el Senado, Javier Maroto, y de Dolors Monserrat, portavoz en el Parlamento Europeo.

Con los grupos parlamentarios cortados por el patrón de su antecesor, la representación del PP en la Cámara Alta es la que más transformación puede vivir, por lo pronto con la llegada del propio Feijóo y de Miguel Tellado, su mano derecha. En un partido con cuentas ajustadas al extremo, es previsible que la Cámara Baja sea también el destino futuro del coordinador general, Elías Bendodo.

Con plenos diferentes a los del Congreso -solo dos al mes y sin que el jefe del Ejecutivo esté obligado a acudir- y un debate más pausado, está por ver el papel que juega el Senado en una vida parlamentaria que tiene como protagonista a la Cámara Baja, donde Feijóo puede acudir pero no intervenir.

En todo caso, en la dirección del PP no preocupa que Feijóo quede desdibujado en un debate público que, sostienen, excede al Parlamento y donde el principal partido de la oposición ocupa ahora un lugar destacado, de liderazgo en las encuestas, que pronostican una mayoría de gobierno para la suma de PP y Vox.

La letra pequeña de algunos sondeos, como el elaborado en mayo por 40DB para 'El País' -PP y Vox obtendrían 108 y 64 escaños, frente a los 106 diputados y los 25 de PSOE y Unidas Podemos-, contiene buenas noticias para Feijóo: atrae a votantes socialistas, pone coto a Vox, y los españoles le elegirían mayoritariamente para gestionar sus ahorros.

Y ese es, precisamente, el objetivo de Feijóo, que ha puesto el acento en la capacidad de gestión y en la previsibilidad y estabilidad del PP, frente al "caos" en el que el líder del PP ve sumido al Gobierno y frente a proyectos de nuevo cuño, como Vox, con el que no se ha cerrado a cogobernar, como ocurre ya en Castilla y León, pero ante el que ha marcado diferencias por la Unión Europea y las autonomías.

Entre los dirigentes populares consultados por Efe, la sensación generalizada es que Pedro Sánchez ha perdido la confianza de los españoles y que Feijóo tiene en su mano gobernar, tras un camino salpicado de citas electorales donde los populares esperan dar muestra de su fortaleza, empezando con Juanma Moreno, que en Andalucía no genera rechazo en el electorado socialista.

Pese a la posición al alza del PP, Moreno ha orillado las siglas de su partido, porque cree, según afirmó, que "es mucho más fácil votar a Juanma Moreno que al PP", ya que por su perfil tiene la posibilidad de superar "trincheras ideológicas". Ha podido tomar ejemplo de Feijóo, que en sus campañas también colocó su nombre por encima del de su partido y, con apoyos trasversales, no ha dejado de sumar victorias.

Mientras llegan las elecciones, Feijóo ha buscado además demostrar que otro estilo de oposición es posible. No ha dejado de ofertar acuerdos al Gobierno, para criticar después que Sánchez prefiera pactar con sus socios. Además, con Sánchez y el PSOE denunciando a los "mangantes" del PP, ha pedido enfriar la "crispación".

En la práctica, el PP ha dado al Gobierno una de cal y otra de arena. No apoyó el decreto de medidas económicas ante la guerra, mientras afeaba el pacto con EH Bildu, bloqueó una investigación parlamentaria del caso Pegasus y se apuntó el tanto de facilitar la tramitación de la ley de Seguridad Nacional. Con Feijóo, el PP ha buscado beneficiarse de la geometría variable para mostrar que es su formación la que garantiza una estabilidad perdida.