”Estoy deseando que entremos en San Telmo para ponernos a trabajar”. Macarena Olona aprovechó el mensaje del mitin final de la campaña para seguir adelante con su órdago: pretende gobernar la Junta de Andalucía si el PP necesita sus votos.

La diputada estaba llamada a ser el principal activo de la campaña electoral de Vox en estas autonómicas. La apuesta por una de sus principales dirigentes, reflexionaban en el partido, aseguraba un segundo Gobierno de coalición con el PP tras el caso de Castilla y León. La campaña se cruzó en el arranque por el polémico empadronamiento de la candidata en Salobreña (Granada), condición necesaria para poder concurrir en los comicios. Las lecturas fueron diversas: desde la penalización por el posible fraude a la victimización en caso de que tumbaran su candidatura.

Al final, ni una cosa ni la otra. En la campaña ha salido a colación el empadronamiento por reproches de sus rivales políticos (ella aseguró en el mitin final este viernes haber sufrido “racismo por ser inmigrante alicantina”), pero han sido otras polémicas actitudes las que han copado la atención de su debut como cabeza de cartel. Justo antes de empezar el camino hacia el 19-J los principales dirigentes de Vox repetían: “Lo único que necesitamos es no cometer errores y las campañas electorales nos suelen sentar bien. Siempre subimos en campaña”. Puede ser la primera vez desde la irrupción del partido en esta misma comunidad en 2018 en la que las aspiraciones se trunquen. Al menos, en parte. 

El tono duro (y el contenido) del primer debate televisado de Olona (negando la violencia de género o dejando claro que hay culturas “que no son respetables”) fue uno de los puntos de inflexión de la campaña. La constante utilización de imágenes y tópicos (abanicos, flores, trajes de flamenca y sobreactuación en general) la ha alejado, a ojos del resto de formaciones, de potenciales votantes y ha evidenciado la idea de que es una “paracaidista que no conoce la tierra” que aspira a presidir.

Macarena Olona y Santiago Abascal. EFE

A las críticas que ha ido acumulando en estas dos semanas se unen circunstancias que tampoco han ayudado a enderezar sus posibilidades, como el choque de una furgoneta del partido que tenía la cara de Olona contra otro coche en Sevilla, o la desaparición de la candidata en mítines bajo la excusa de que sólo los protagonizaba con Santiago Abascal, que esos días se encontraba en el Congreso de los Diputados. Fue comentada asimismo la presencia de Giorgia Meloni en el acto central de Marbella, la líder ultraderechista de Italia.

También ha cancelado alguna entrevista en uno de los principales canales de televisión y como avanzó este diario, ha solicitado formalmente a la Mesa de la Cámara Baja renunciar al escaño una vez pasen las elecciones y no antes, lo que indiscutiblemente alimenta las sospechas de que podría no quedarse en Andalucía si las cosas no salen según lo previsto.

“El próximo domingo salid a votar con dolor, rabia y hambre. Ya no hay que votar a la opción menos mala”, retó Olona pidiendo apoyos este viernes en Sevilla.

En el partido de Abascal reniegan de que la campaña haya ido mal, aunque algunos dirigentes sí reconocen que en momentos puntuales, como en el primer debate, “la sobreactuación” no sentó bien a la candidata, que no está acostumbrada a esos formatos. Insisten en que las encuestas infravaloran sus posibilidades y que si el PP necesita sus votos “exigirán entrar en el Gobierno”.

Macarena Olona, candidata de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía. EFE

Pero la realidad es que el propio líder nacional ha ido desinflando las aspiraciones de su formación. “Saquemos 30 diputados o 15, no daremos nuestros votos gratis”, dijo hace días en una de sus intervenciones con militantes. Abría la puerta a un escenario muy pesimista, hablando de una quincena de escaños, que nunca ha estado encima de la mesa. Las encuestas más negativas para Vox sitúan al partido entre los 16 o 17 escaños. En 2018 obtuvieron 12. 

La única incógnita que queda por resolver de cara a la noche electoral, según todas las encuestas, es el papel que jugará Vox en la próxima legislatura. Si podrá forzar o no su entrada en el Gobierno. Y mientras el PP confía en que sumará lo bastante como para que se quede fuera, fuentes del partido ultra repiten una y otra vez que llevarán el órdago hasta el final. La cuestión es que para Vox no reeditar una segunda coalición sería un fracaso tras irrumpir en el ejecutivo castellanoleonés. 

De ahí la insistencia de que presionarán hasta el último minuto si de sus votos dependen. De lo contrario, interpretan en el PP, quedará demostrado que pueden volver a gobernar sin Vox y, por primera vez con la excepción del 4-M, el partido de Abascal pinchará a la madrileña.