Preguntó el diputado de Vox José María Figaredo a la ministra de Hacienda con la mirada profunda, casi torva, qué mirada tan fija, madre mía, mientras plegaba el micrófono despacio y solemne: “Señora ministra, ¿van ustedes a reducir el gasto improductivo del Estado?”. Ésta fue la pregunta.

Textual de la contestación de María Jesús Montero: “Creo, señor Figaredo, que cualquier Gobierno en este país siempre intenta hacer un uso eficiente de los recursos públicos, pero me parece importante decir que detrás de sus palabras lo único que hay es una búsqueda del desapego de los ciudadanos con la política, del caldo de cultivo en el que siempre quieren progresar e imponer su agenda ideológica, que pasa, como todos los ciudadanos saben ya, por intentar negar la diversidad en este día, en esta semana del Orgullo del conjunto de colectivos que están reclamando ser iguales, de (sic) la dignidad de las mujeres en un trato igualitario frente a los demás (afea aquí las risas de Iván Espinosa de los Monteros). Y sólo decirle que el 80% del Presupuesto de España se destina al bienestar, por tanto a la provisión de los servicios públicos que nos permiten lo básico, al menos ser todos iguales (sic)”.

Uso eficiente de los recursos públicos-Orgullo LGTBI-gestión de los servicios públicos… Un momento. Esta secuencia argumental es un poco rara. ¿Habrá sido una idea de la ministra para identificar a Vox con una determinada estrategia política relacionada, como ya han denunciado el PSOE y otros integrantes del Gobierno, con fomentar la intolerancia y la polarización y procurar, así, un retrato de un país que estaría hecho un desastre debido a la gestión socialista?

Pero he aquí que Nadia Calviño, unos minutos antes, ha respondido con similar treta argumental a Espinosa de los Monteros. El portavoz de Vox había acusado al Ejecutivo de “arrasar con todo” tras el relevo del presidente del Instituto Nacional de Estadística (INE). Cosas del destino, es la entidad que nos acaba de decir que la inflación ha rebasado el 10%, algo que no sucedía desde hace 37 años. 

Vayamos a las palabras de la vicepresidenta, reproducidas también en su literalidad: “La realidad es que esta semana precisamente se está celebrando en Madrid una Cumbre de la OTAN, que los líderes internacionales están teniendo reuniones bilaterales con el presidente del Gobierno, que todos consideran nuestro país como un socio responsable, fiable; ayer Biden habló de España como un aliado indispensable. La política exterior precisamente está posicionando a España en esta situación de respeto, y como le digo muchas veces, de cariño por parte de los países, y con una visión responsable y europeísta mal que le pese, porque lo único que sé de la política exterior que usted defiende es reunirse con Le Pen y con la ultraderecha europea. Ya es mala suerte que en la semana de la OTAN se pongan a cuestionar la política exterior del Gobierno y el papel del presidente, que francamente a mí me llena de orgullo. Sólo le falta en esta semana del Orgullo ponerse a criticar las políticas de igualdad y LGTBI y ya hace usted el pleno”.

La verdad es que Espinosa de los Monteros había dedicado poco más de 20 segundos de los dos minutos de su intervención a cuestionar la política exterior de Sánchez, pero está más que demostrado, desde hace años e incluso desde hace varias legislaturas, que las sesiones de control del Congreso al Gobierno son ya una sucesión de discursos más o menos encendidos, más o menos lesivos, sin vestigios de debate. Y también son un ejercicio de despliegue verbal y oratorio de los argumentarios, esos papeles que hacen los asesores para que los jefes/as sepan qué decir para que las críticas de la oposición y las preguntas de los medios no hagan daño.

Hechos naturales

Los diputados, todos y todas, da igual el partido, se convierten en jugadores ensimismados de una partida de ilusionismo, pero una partida muy torpe, hay que decir. “Ilusionismo”, según la RAE, es el “arte de producir fenómenos que parecen contradecir los hechos naturales”.

Uno no sabe bien cuáles son los hechos naturales de la política española actual. Quizá lo sea las elecciones andaluzas del pasado 19 de junio. El PP gobernará la comunidad más poblada de España con mayoría absoluta a partir del 14 de julio, cuando se constituirá el Parlamento autonómico. Quizá sea también que en el Congreso más fragmentado desde primeros de los 80 se están aprobando un montón de leyes. La izquierda está enfadada con el PSOE, pero las leyes salen. La derecha está enfadada con el PSOE, pero las leyes salen.

La última sesión de control del Congreso al Gobierno ha sido particular. No ha ido el presidente porque se encuentra enfrascado en la Cumbre de la OTAN, su puesta de largo internacional, más allá de la UE. Es un aspecto muy importante para él. No ha ido el otro gran referente del Gobierno, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. No han ido muchos diputados de Unidas Podemos, la bancada más despoblada. No ha ido Gabriel Rufián por asuntos personales. 

Entre las ausencias y el estado de las calles, vacías por el operativo de seguridad de la Cumbre de la OTAN, llegar al Congreso antes de las 9.00 horas ha sido una experiencia. Para empezar, ningún periodista esperaba a la acreditación, señal inequívoca de que la última sesión de control del curso político 2021/2022, no había levantado expectación.

Pero siempre pasan cosas en el hemiciclo, aunque la expectativa sea baja. Ha pasado que el primero en intervenir no ha sido Cuca Gamarra, sino un diputado gallego del PP llamado Jaime de Olano. Su pregunta a Calviño, sobre la inflación, ha estado acompañada por alusiones a lo sucedido en el consejo de administración de Indra. “Voy a responder a la pregunta que tenía usted registrada”, ha contestado la vicepresidenta económica, aunque no sin añadir más adelante que el Gobierno está combatiendo la crisis con “equidad y justicia”, no como hizo antaño el Partido Popular de Mariano Rajoy. 

Soltar el argumentario es inexcusable. Seguir el papel al dedillo. Un diputado, de hecho, mientras interpelaba a la ministra de Justicia se ha confundido al pasar la página y se ha azorado que no veas. Ha resuelto bien el entuerto, que no todos tienen la verborrea de Íñigo Errejón o el ingenio de Rufián para mezclar melones, títulos de películas y la dura realidad.  

Ejemplo de oratoria fluida es Mario Garcés, un diputado por Huesca del PP. Debe tener una memoria prodigiosa o quizá se pase repitiendo datos ante el espejo antes de salir de casa, ensayando. Es capaz de decir “han dejado de ejecutar 6.744 millones de euros” tan pancho y más tarde citar a Kant. María Jesús Montero le ha soltado “el Partido Popular es el ejemplo más claro que tenemos en este país de inutilidad y anticualla (sic)”. Querría decir “antigualla”, un mueble pasado de moda, pero si la palabra estaba bien o no era lo de menos. De lo que se trataba era de atizar a los populares y de atizar a los socialista, pim-pam y vuelta. Los conservadores se han empeñado en incidir en que Sánchez está hundiendo al país en la ruina. Los progresistas se han empeñado en incidir en que la oposición está fuera de la realidad y es destructiva. 

Garcés, por cierto, también ha hablado de Indra, que es algo que estaba en el argumentario, y Montero le ha espetado: “Respeten el reglamento: si quieren preguntar por Indra, pregunten por Indra”. La verdad es que la oposición habla en sus preguntas de lo que le da la gana y el Gobierno habla en sus respuestas de lo que le da la gana. Da igual que las preguntas se tengan que registrar antes.

Ecos de Melilla

Una buena muestra de ilusionismo político la han protagonizado el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, y los tres diputados que han debatido con él. Bueno, intercambiado argumentarios. 

Primer diputado: José Antonio Bermúdez de Castro, del PP, quien ha criticado la expresión de Sánchez, “bien resuelto”, para referirse a la actuación de las fuerzas de seguridad en la frontera de Melilla. “Una expresión tan desafortunada como carente de humanidad”, ha afirmado. Marlaska le ha pedido que no haga una “interpretación parcial e interesada de lo que dijo el presidente del Gobierno”. El segundo: Íñigo Barandiaran, del PNV; y el tercero, Jon Iñarritu, de EH Bildu. 

El ministro ha destacado que el del viernes pasado fue “un asalto violento”, que un Estado no puede aceptar “ataques” así a sus fronteras, que también ha habido agentes heridos y que hay que luchar contra las mafias y desarticularlas, y así, “salvar vidas”.

Quizá el gag de la jornada lo ha hecho Félix Bolaños, sí, el ministro de Presidencia, que tiene sus truquitos. Le ha preguntado Ignacio Gil Lázaro, de Vox, qué va a hacer el Gobierno ante “el clima social de rechazo que provoca su gestión”. Inicio de la respuesta: “Lo primero que quiero hacer es dar recuerdos a su compañera Macarena Olona, que sigue siendo diputada de esta Cámara; si no tengo mal entendido, para cobrar, pero no para venir a trabajar”. Si es que no hay que perder ocasión para lanzar la ocurrencia.

Cesan las sesiones de control hasta septiembre. En julio habrá un intenso y tenso debate sobre el estado de la Nación. Volverá ese día la expectación; volverán las colas de periodistas esperando la acreditación. Volverán las calles llenas, también el calor excesivo. Y el ilusionismo.