Memoria. Memoria fue la palabra más repetida este domingo en Ermua. La que más se reivindicó en todos los discursos. No olvidar la historia de sufrimiento y dolor que provocó ETA, pese a su desaparición y desarme. No olvidar lo que significó el grito atronador que Ermua, Euskadi y España lanzaron aquellos días de julio de 1997, cuando la banda terrorista ejecutó, con una sádica cuenta atrás de 48 horas, al concejal del PP Miguel Ángel Blanco, de tan solo 29 años.

El país salió a la calle para decir no a ETA, para rechazar su barbarie. Aquel fue el principio de su fin. Fue un “punto de inflexión triste y desolador”, decía este domingo el Rey en el acto de homenaje que el Ayuntamiento de Ermua organizó a Blanco en el polideportivo municipal que lleva su nombre. Un tributo enfangado por las duras críticas de la derecha al Gobierno de Pedro Sánchez por su pacto con Bildu en la ley de memoria democrática, desatascada esta semana en el Congreso. Marimar Blanco, hermana del edil asesinado y exdiputada nacional del PP, no se privó de recordarlo en su discurso, en el que insistió en que "no hay motivo que justifique cualquier trato de favor" a quienes "aplaudían el calvario" al que se sometió a Miguel Ángel y en que Bildu es "lo mismo" que la antigua Herri Batasuna y que ETA. Incluso su jefe de filas, Alberto Núñez Feijóo, aprovechó el acto para acusar al Ejecutivo de "ambivalencia", de equidistancia.

Pese al telón de fondo, el tributo a Blanco a los 25 años de su asesinato, y al de las más de 850 víctimas mortales de ETA, discurrió con bastante tranquilidad, como destacaban en la Moncloa. No hubo sobresaltos en el interior del polideportivo, en el que se sucedieron los discursos del alcalde de la localidad, el socialista Juan Carlos Abascal; de Marimar Blanco, del lendakari, del presidente Sánchez y del Rey. Y en el exterior, durante la ofrenda floral, se escucharon algunos abucheos y pitos al jefe del Ejecutivo por parte de un pequeño grupo apostado en una de las esquinas de la plaza a la que se abría el centro deportivo, pero no lograron romper el espíritu de concordia que presidió el acto de recuerdo al edil popular. El espíritu de Ermua, el de unidad de los demócratas, revivía por unas horas en la pequeña localidad vizcaína, en este día soleado y calurosísimo. No asistieron representantes ni de la izquierda abertzale ni tampoco de Vox, por motivos contrapuestos.

Ermua es "la victoria de la conciencia colectiva de todo nuestro pueblo, es la victoria de la dignidad y de la moral frente al miedo y el terror", insiste Felipe VI

Felipe VI tiró de su propia memoria en sus palabras. Recordaba cómo él estuvo en Ermua aquel 14 de julio de 1997, tras consumarse el asesinato de Miguel Ángel, cómo estaba "consternado, conmovido, desolado", y él tenía entonces 29 años, los mismos que el concejal del PP. El Rey rememoró aquellas horas angustiosas desde que, el 10 de julio, España se paralizara ante la noticia del secuestro de un "inocente más", apenas días después de que hubiera sido liberado José Antonio Ortega Lara. El país se movilizó como nunca para intentar parar el crimen y mostrar su repulsa a ETA. Pero la banda no tuvo "ni compasión, ni piedad, ni dignidad, solo crueldad, vileza y frialdad".

El Monarca subrayó que esa parte "imborrable de la memoria colectiva" de España no puede perderse: el recuerdo de Miguel Ángel "debe seguir vivo para que también siga vivo el valiosísimo significado de aquellos días". "Es de justicia". El espíritu de Ermua "fue uno de los momentos más relevantes que marcaron para ETA el camino hacia su final", es "la victoria de la conciencia colectiva de todo nuestro pueblo, es la victoria de la dignidad y de la moral frente al miedo y el terror, es ejemplo de nuestra fortaleza", mantuvo. Es un "deber permanente" de los demócratas, siguió, recordar los derechos de los que fueron privados Blanco, Sotero Mazo —otro vecino del municipio vizcaíno asesinado por ETA, pero en 1980— y todas las víctimas del terrorismo.

"Un país distinto"

La llamada a no dilapidar el legado de Ermua fue constante en toda la mañana. La encabezó el Rey: "No nos podemos permitir que haya generaciones que ignoren lo que pasó en esos dolorosos días de nuestra historia [...]. Las víctimas del terrorismo dignifican nuestra democracia [...]. por eso merecen permanentemente nuestro respeto y nuestra máxima consideración. Sigamos, pues, perseverando para que lo vivido no caiga en el olvido, para que la unidad nos convoque en torno a nuestra historia reciente". Para que el espíritu de Ermua, concluyó, recuerde, "cada día, el valor de la paz, de la vida, de la libertad y de la democracia".

Sánchez incide en que el final de ETA llegó hace diez años sin conseguir "ninguno de sus objetivos" y añade que la democracia ha de seguir "empeñada en la memoria, en el recuerdo" y en el "afecto hacia las víctimas"

"Fuimos un país distinto" tras aquellos aciagos días que precedieron y sucedieron al atentado perpetrado contra Miguel Ángel, convino Sánchez. A partir de entonces, la sociedad vasca y española dijo que "nunca más" tendría miedo ni se quedaría en "silencio" frente a ETA, "nunca más se dobletaría ante el terrorismo". "El espíritu de Ermua es un espíritu de convivencia que le debemos a Miguel Ángel Blanco", añadió, advirtiendo de que su "cruel asesinato" acabaría convirtiéndose en una "fecha fundamental" de la historia democrática española.

Por eso para el presidente es también capital la "memoria", porque la paz "ha costado mucho dolor", que debe transformarse en una "conciencia colectiva indestructible". Para ese fin trabaja el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo de Vitoria, o la iniciativa que están desarrollando los ministerios de Interior y Educación para que los estudiantes de Secundaria y de Bachillerato de toda España reciban testimonios directos de las víctimas del terrorismo.

Sánchez recalcó que ETA desapareció hace más de diez años, sin conseguir "ninguno de sus objetivos" y dejando un "terrible legado". Y si la democracia fue capaz de vencerla, dijo, fue gracias a la "unidad" de los partidos, la labor de la Justicia, la "imprescindible" colaboración internacional, el "valioso y valiente trabajo" de las Fuerzas de Seguridad del Estado y de la Ertzaintza y la sociedad vasca y española.

El presidente había comenzado su alocución precedido por los aplausos de los presentes. No de la hermana del edil asesinado por ETA. "Estimada Marimar", le dirigió al final de su discurso, "somos conscientes de que ni todos los actos de reconocimiento, ni la entrega de condecoraciones, ni las medidas de carácter asistencial de apoyo ni los homenajes serán nunca suficientes para compensar la ausencia de Miguel Ángel" y la del resto de muertos y heridos por ETA, "pero a pesar de eso, debemos seguir empeñados en la memoria, en el recuerdo" y en el "afecto hacia las víctimas", porque parte de la "dignidad como sociedad" se la debe a ellas.

"Buenos y malos, vencedores y vencidos"

Marimar había intervenido minutos antes. Pero ella misma evitó un choque directo y total. Sí subrayó que "ETA y HB, hoy Bildu, son la misma cosa", sí reconoció que el espíritu de Ermua "marcó el principio del fin de ETA", fue un elemento crucial para "la derrota operativa" de la banda, aunque no supusiera una "victoria definitiva", porque "los fines que perseguían" los terroristas siguen "hoy más vivos que nunca encarnados en quienes se designan los herederos de la banda, sin condenar sus crímenes y justificando sus motivaciones". Sí hizo hincapié en que la memoria democrática ha de dar a conocer la verdadera historia del terrorismo, con "buenos y malos, con vencedores y vencidos" ("queremos justicia, que se respete la verdad de lo ocurrido sin perversiones ni intoxicaciones"). Y sí pidió que no se silencie la voz de las víctimas, porque "importa, y no enfrenta ni divide" y sí enfatizó que la justicia y la verdad deben ser "siempre la prioridad de cualquier Gobierno".

Para Marimar Blanco, los fines que perseguían los terroristas "siguen hoy más vivos que nunca encarnados en quienes se designan los herederos de la banda, sin condenar sus crímenes"

Pero ella misma no escapó tampoco del tono unitario del acto, al reivindicar la necesidad de memoria y de acción conjunta. "Que nadie olvide lo que conseguimos, la unidad frente al terrorismo y frente a quienes no lo condenaron y siguen sin hacerlo", dijo, añadiendo que lo "mínimo" que debe hacerse es "honrar" la memoria de las víctimas cada día, "no solo con palabras, sino también con grandes hechos". El mensaje de reproche era evidente, pero en la Moncloa y en la dirección del PSE admitían que Marimar se había "contenido" y que su discurso, "suave", era lo esperable en un acto como este, bastante menos duro que el hilvanado el día anterior en el tributo a su hermano organizado por el PP en Ermua.

Las palabras de Iñigo Urkullu, más breves, también eran concordantes con las del resto de intervinientes. Pidió una "reflexión valiente y una autocrítica sincera a quienes ejercieron y ampararon la violencia terrorista", una llamada de atención clara a la izquierda abertzale. Él también incidió en la necesidad de "memoria", ya que no se puede hacer "borrón y cuenta nueva como si nada hubiera ocurrido". El futuro que construya Euskadi ha de cimentarse, dijo, en una verdad "clarificadora, sanadora, transformadora y reconciliadora". Hay que hacer que las futuras generaciones "no cuestionen si hubo un alzamiento, una dictadura o un terrorismo totalitario de ETA", alertaba el telonero del acto, el socialista Juan Carlos Abascal, alcalde de Ermua y sucesor de Carlos Totorika, homenajeado también, como toda su corporación.

Quizá para no empañar el sentido del tributo, Feijóo prefirió hacer declaraciones solo después de que se hubieron marchado el Rey y el presidente. Y, sin calificar el discurso de Sánchez, subrayó que "lo mínimo" que se puede exigir a Bildu es que condene los atentados de ETA, y añadió que no se pueden equiparar "asesinos y asesinados". Inés Arrimadas, líder de Cs, fue bastante más dura con el presidente, al definir como "absolutamente repugnante" que pacte la ley de memoria con Bildu.

Se escucharon algunos abucheos a Sánchez en la ofrenda floral. En la Moncloa se mostraban irritados con el PP aunque admitían que quizá faltó buscar un mejor momento para la ley de memoria

El acto en Ermua comenzó con el 'aurresku' de bienvenida ante el Rey —la Reina sigue de baja por covid— y siguió con los discursos y la proyección de vídeos en el polideportivo Miguel Ángel Blanco. Y concluyó con la ofrenda floral en el exterior. En la calle se repitieron los vítores al Monarca y los vivas a España. Los abucheos, aunque pocos y limitados, se los llevó únicamente Sánchez cuando se acercó a depositar su rosa ante el monolito de Agustín Ibarrola de recuerdo a las víctimas. El espíritu de Ermua, aunque más frágil, resistía hasta el final.

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Fue apenas un paréntesis en una semana marcada por los reproches al Gobierno por su ley de memoria y por las quejas de Marimar por no haber sido incluida entre los intervinientes. El Ayuntamiento de la localidad rectificó, aunque no se apagó del todo el fuego. Los socialistas intentaron rebajar la tensión. A la llegada, el exlendakari Patxi López, miembro de la dirección federal de Sánchez, instaba a recuperar la "unidad" del espíritu de Ermua frente a la "división partidaria". En la Moncloa no podían ocultar su irritación con la actitud del PP, que “está en el pleistoceno” y que "siempre utiliza ETA para desgastar al PSOE", aunque en el corazón del Ejecutivo y en el PSE se escuchaba la reflexión de que quizá no había sido muy oportuno cerrar la ley de memoria en la semana dedicada a Blanco. Así que la relativa calma de este 10-J volverá, probablemente, a romperse a partir de mañana, y crecerá con el debate de la nación que arranca el martes en el Congreso.