Isabel Díaz Ayuso se ha propuesto liderar el debate fiscal y no regalar al Gobierno un solo minuto para ganar espacio en las propuestas sobre los impuestos. Prácticamente según lo están pensando, ahí está ya ella cortando de raíz cualquier sugerencia que apunte a una posible subida de los tributos o, lo que es peor según su marco ideológico, a la probabilidad de que alguien en el Ejecutivo decida coartar su libertad para hacer con los impuestos autonómicos lo que ella considere mejor.

En la Puerta del Sol tienen claro que no hay que dar respiro a Moncloa en este asunto, y en este afán por poner en práctica su agenda impositiva y gracias a que las circunstancias económicas de la capital se lo permiten, casi no da tregua ni a Génova. Estar en el Gobierno le permite poner en práctica las políticas que en la sede nacional del PP de momento son solo promesas. Génova propone y ella ejecuta. Aunque tampoco necesita que le den ideas en este ámbito, pues para eso tiene como consejero de Economía y Hacienda a alguien de pensamiento netamente liberal como Javier Fernández-Lasquetty, gurú de todas las iniciativas tributarias que se han puesto en marcha desde Sol. Ahí están la Ley de defensa de la autonomía financiera que se tramita ahora en la Asamblea y que busca blindarse ante una posible armonización fiscal por parte del Gobierno nacional, la supresión de todos los impuestos propios, la inminente deflactación del IRPF, las rebajas fiscales incluidas en su plan de natalidad o la reducción impositiva para la adquisición o alquiler de vivienda de los jóvenes.

Ayuso ya advirtió a Sánchez hace unos días que "Madrid no se toca"

"Voy a ser la peor pesadilla de quienes quieran subir los impuestos en la Comunidad de Madrid". Esto que ayer rápidamente contestó Ayuso al ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, en realidad, no es nuevo. Fue prácticamente un mantra durante los meses previos a su éxito del 4 de mayo de 2021. La batalla de los impuestos formaba parte de la cruzada por la libertad que tanto rédito electoral le dio. Y ahora que ha comenzado la fase final de la legislatura vuelve a estar casi a diario sobre la mesa.

El otoño previo al 4-M, Moncloa y Sol prendían constantemente la mecha de los impuestos, convencidas ambas partes de que funcionaría frente a su electorado. La ministra María Jesús Montoro acusó a Madrid de practicar dumping fiscal en varias ocasiones por bajar los impuestos en la región y acusó a Ayuso de estar incentivando una espiral que arrastraba a otras autonomías a reducir también su fiscalidad. Ese discurso, repetido varias veces desde el Ejecutivo, otras regiones socialistas o incluso por socios prioritarios de Pedro Sánchez como Gabriel Rufián ("las grandes empresas y fortunas se benefician de un chiringuito fiscal", llegó a decir), favoreció que Ayuso se asentara como defensora del bolsillo de los madrileños y de las empresas afincadas en la capital, a quienes ofrecía una carga impositiva favorable. Ella y su equipo consiguieron que la dirigente madrileña se erigiera en adalid del liberalismo económico y explotó esa imagen durante toda la campaña. No fue la única razón por la que ganó de calle, pero sin duda ese discurso ayudó a la dirigente popular en un momento en el que los madrileños buscaban salir de casa y dedicarse al consumo y el ocio tras la pandemia.

Moncloa evita el cuerpo a cuerpo

El martes, en cambio, en Moncloa evitaron dar más argumentos a Ayuso y el Ejecutivo decidió dejar solo a Escrivá con su propuesta sobre la recentralización fiscal y la idea de que se puedan reducir las competencias de las autonomías en política fiscal. En realidad, la armonización fiscal es una idea que la ministra Montoro defiende desde que era consejera del Gobierno socialista en Andalucía, pero desde que llegó a Moncloa su apuesta por la equiparación de los tributos no ha pasado de anuncio y se ha quedado en el mismo cajón que la actualización de la financiación autonómica.

En Génova, evitaron también dar alas al verso suelto de su partido para evitar el ruido. La noche anterior Ayuso se había desmarcado de la postura oficial de su formación respecto a los impuestos a las energéticas. Alberto Núñez Feijóo rechaza el impuesto diseñado por Sánchez para las empresas energéticas y advirtió al presidente de que solo apoyaría la medida propuesta por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, para aminorar los efectos de la crisis energética, es decir, imponer una tasa europea a los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas. La dirigente madrileña, en cambio, aseguró en una entrevista en Onda Cero que esta medida le parece un "tremendo error".

Política de no agresión

Desde el equipo de Sol afirman que Ayuso dice lo mismo en público que en privado, sin aclarar si había expuesto internamente a la cúpula de su partido esta diferencia respecto a este gravamen energético. Y en Génova, que desde el aterrizaje de Feijóo mantiene una política de no agresión con la presidenta madrileña, optaron por evitar el conflicto y alejar cualquier alboroto. La secretaria general, Cuca Gamarra, cerró el debate asegurando que Ayuso tiene libertad para opinar como considere oportuno aunque no coincida con la dirección del partido.

"Madrid no se toca", reprendió Ayuso a Pedro Sánchez, retomando unas palabras utilizadas por el presidente en el Congreso, con las que aseguraba que su partido y su Gobierno van "a por todo". La presidenta de Madrid toma buena nota de lo que ministros, dirigentes socialistas y de otras formaciones de izquierda dicen para encontrar en seguida una respuesta. También de lo que hacen sus compañeros de partido en otras comunidades para, si siguen su mismo camino, darles la bienvenida a su particular paraíso. No hay casi intervención en la que no asegure que está dispuesta a dar la batalla ideológica y la de la bajada de impuestos entra también en la pugna por hacer fuerte su ideario.