Congreso PSOE-A

El PSOE-A lo fía todo a Montero, la negociadora que Sánchez necesita en Andalucía

La vicepresidenta primera del Gobierno asume formalmente este fin de semana el cargo de secretaria general del PSOE-A, un estreno en la vida orgánica en la que hará valer su capacidad para conciliar posturas

La secretaria general del PSOE-A, María Jesús Montero, participa junto al escritor Luis García Montero en un acto de apoyo a la cultura este viernes en Granada.

La secretaria general del PSOE-A, María Jesús Montero, participa junto al escritor Luis García Montero en un acto de apoyo a la cultura este viernes en Granada. / EFE

Patricia Godino

Granada

A María Jesús Montero (Sevilla, 1966) le valoran sus artes para la negociación, una virtud imprescindible para sacar adelante las medidas de un Gobierno que contiene el aliento en cada votación en el Congreso. También se le aprecia una energía inagotable para asumir tareas. Su equipo, cuyo núcleo duro mantiene desde su primera etapa en la Junta, habla con admiración de su capacidad de trabajo.

Estos días tiene una negociación en dos planos, los mismos que tendrá que conjugar de aquí a que se convoquen elecciones en 2026: en su rol de vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda debe sacar adelante los Presupuestos Generales y, por otro, como secretaria general del PSOE de Andalucía, cargo que asume formalmente durante este fin de semana en Granada, dará a conocer los nombres que integrará en la Ejecutiva que pilotará la máquina con la que pretende tumbar al PP de Juan Manuel Moreno. Éste será su estreno, una prueba de fuego en la vida orgánica de un partido complejo, de familias y códigos internos. Su olfato y su mano izquierda le serán fundamentales para salvar esta primera prueba ante el aparato y la militancia.

Aprendió a debatir, a hablar en público y a ponerse en la situación del otro en los movimientos cristianos de base de su barrio natal, Triana

Aprendió a negociar y a debatir, a entender la postura del contrario, a diagnosticar situaciones, a tomar decisiones, a ser resistente y flexible a la vez, como lo son los juncos, en los grupos de cristianos de base de los que formó parte desde su adolescencia en Triana, el barrio que es una república independiente en la capital andaluza y de donde también procede Susana Díaz. Estos días Montero ha tenido gestos de integración hacia los susanistas heridos en la batalla contra Juan Espadas.

La hija de dos profesores de primaria y nieta de un librero (relee de cuando en cuando a Almudena Grandes) encontró en estos foros, con el magisterio del cura rojo Manolo, la ventana a los problemas de la gente de la época, los ochenta, también los retos de una Andalucía que despertaba y ansiaba salir del furgón de cola en el plano nacional. Pero la política no entraba en sus planes.

Como consejera de Salud en el Gobierno de Chaves se estrenó con la subasta de medicamentos, una medida de ahorro que enervó a la industria farmacéutica

La mujer con más poder político hoy en España se decantó por estudiar Medicina y se especializó en la gestión hospitalaria, un ámbito que puso en práctica durante el tiempo que dirigió el Virgen del Rocío, a finales de los años 90.

Pronto llamó la atención en la esfera política. Y en abril de 2004, dio el salto de viceconsejera a consejera de Salud del Ejecutivo de Manuel Chaves. Una de las medidas más sonoras de aquella época fue la subasta de medicamentos, una política de ahorro que enervó sobremanera a la industria farmacéutica. Continuó en Salud con José Antonio Griñán al frente del Gobierno andaluz, tras la dimisión de su predecesor para incorporarse al Gabinete de la segunda legislatura de Zapatero.

Cuando Susana Díaz llegó al poder de la Junta, tras la dimisión de Griñán asediado por la investigación de la jueza Alaya sobre los ERE (cuya investigación no le rozó), le confió la cartera de la Consejería de Hacienda. Aprendió entonces a cuadrar las cuentas, no sólo la de la sanidad pública -donde se va el grueso de los presupuestos de cualquier gobierno autonómico- sino las del resto de áreas que merecen atención, fondos y mimo. Puso en práctica entonces la naturaleza del junco: ser flexible pero resistente. Ceder pero con orden.

Al poco tiempo, ya había consolidado su profundo conocimiento de la administración autonómica a la par que había atesorado un respeto importante de los consejeros. Era la dueña de la caja. En el último Gobierno socialista, el del PSOE de Susana Díaz apoyado desde el Parlamento por Ciudadanos, los consejeros de la época que acudían a la ronda preparatoria de la ley de presupuestos, donde cada uno va con su lista de Reyes, se preparaban aquella reunión con el esmero de un examen. Enfrente tenían un auténtico titán de las cuentas: es una tabla de excel.

Para cuando Pedro Sánchez había renacido ya como secretario general tras vencer en primarias a Susana Díaz, Montero hacía ya meses se había distanciado del círculo de Susana (del que nunca fue una gran supporter) y se hablaba con Carmen Calvo, por entonces la fiel escudera del líder de la oposición.

Cuando Sánchez presentó la moción de censura contra Mariano Rajoy (y un bolso a la izquierda de Soraya Sáenz de Santamaría ocupó el escaño del presidente del PP) Montero ya estaba en la lista de nombres de su primer Consejo de Ministros, en mayo de 2018. La discreción fue máxima.

Desde entonces, Montero no ha parado de crecer, en sus funciones y en su proyección mediática. En 2022, Sánchez la nombró vicesecretaria general del PSOE para alinear la estrategia del partido con la del Gobierno. Los fieles alrededor de Sánchez han mutado varias veces (la lista de cadáveres es larga) y, sin embargo, la política sevillana ha seguido contando con la confianza del hombre que apenas se fía de nadie. A su lado, ha desencallado negociaciones para armar gobierno, para amarrar presupuestos y para destensar negociaciones que se bloquean. Se parecen en la capacidad de levantar filias y fobias casi de manera visceral, pero Montero tiene la piel y la espontaneidad de la que el presidente -ese hombre que parecía no tener sentimientos hasta la carta- adolece.

¿Cómo lo ha hecho? Reivindicando el sentido del humor como manera de sobrellevar la política, confesó el pasado junio durante la presentación del libro El poder de la influencia, de la politóloga Verónica Fumanal, en una librería de Sevilla.

Los fieles alrededor de Sánchez han mutado varias veces (la lista de cadáveres es larga) y, sin embargo, la política sevillana ha seguido contando con la confianza del hombre que apenas se fía de nadie

En este foro, donde terminó por crearse una intimidad de mesa camilla, contó que las maratonianas jornadas de trabajo con su equipo las compensa con almuerzos en los que se trata de combinar el despacho de temas con el interés por la vida personal de cada uno, engrasa las relaciones con ellos intentando que estén al tanto de todo lo que ocurre en el Ministerio, que le gusta rodearse de personas que sepan más que ella porque así aprende, que en las negociaciones más complicadas tira del lado humano, que suele tener mano para llegar a acuerdo con las mujeres y que, a veces, cuando escucha alguna de sus declaraciones le parece que escucha hablar a Lola Flores.

Ese es otro sanbenito que arrastra desde que llegó a la política que se hace en la M30. Nunca antes ejerciendo en política en Andalucía su acento fue motivo de escarnio o chanza. Pero son frecuentes los comentarios al respecto de su acento y su forma de hablar por parte de algunas voces de la oposición. Esperanza Aguirre fue una de las primeras.

"En la vida en general, y en la política en particular, hay que tener sentido del humor", ha confesado en alguna ocasión

Sin limar su acento, una forma del habla sevillana donde la contundencia se abraza con la gracia, Montero ha construido hasta ahora una de las carreras más sólidas de cuantos políticos han ocupado esa primerísima primera línea que ella habita sin que haya hecho mella en su vida personal, no al menos que haya trascendido en público. Está separada hace años, mantiene una relación extraordinaria con su ex pareja, al que conoció en su etapa de Juventudes Comunistas, y tiene dos niñas, ya universitarias. "En la vida en general, y en la política en particular, hay que tener sentido del humor", porque "si no esto no se soporta, sin protegerte mentalmente de las críticas que se hacen”, compartió en aquella presentación. Los andaluces, dijo orgullosa en aquella presentación, “tenemos un elemento añadido".

Tras muchas vueltas, finalmente fue designada, como otro puñado de ministros, a la tarea de recuperar un territorio perdido por el PSOE, sólo que Andalucía no es una comunidad más de la que sólo importe su poder regional, sino que es clave para armar la mayoría con la que Sánchez quiere mantenerse en Moncloa. Aquí se reparten 61 diputados al Congreso. María Jesús Montero tiene un pie en Madrid y otro en Andalucía por algo.

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