Un total de 330 habitantes de los diez municipios de la Ribera Baja del Ebro participaron ayer en un espectáculo entre los pivotes que sustentan el pabellón de Aragón, en siete cuadros escénicos en los que repasaron su historia en relación con el Ebro que los atraviesa desde Pina a Escatrón.

Con una escenografía creada al efecto por el grupo Pingaliraina, esta comarca zaragozana, con cinco pueblos situados a cada orilla del río y unidos por cinco puentes, inauguraba los pases de las entidades supramunicipales aragonesas por la muestra, que se realizarán los viernes, sábados y domingos.

Un narrador sirvió de engarce de las escenas de Iber-Ebro, que se iniciaron con un desfile de los seres mágicos: Ninfas, lamias y sirenas, pobladores del río antes de los asentamientos humanos: Tras el relato de que Hércules, una vez muerta Irene la ofrece en sacrificio en una pira cuyas piedras se convierten en un río, surge la escena de telas azules ondulantes en cuyo interior danzan y serpentean las ninfas, imitando al agua y avanzan las carrozas de sirenas. Un solo de clarinete refleja el sonido de las caracolas.

El segundo cuadro plástico estaba formado por una rogativa de los romanos, que tenían su gran asentamiento en Celsa (actual término de Velilla de Ebro). Sonaban tambores y palabras del poeta Lucrecio invocando al agua, en tanto se imploraba a Cibeles y Diana, entre vestales y gestos del sacerdote con la hoz y la cobertera rituales.

Los árabes dejaron en la comarca su legado de azudes, acequias y norias. Entendían el agua como un regalo de Dios. Y se desplegó un alambicado diálogo del carpintero de la noria con el narrador, antes de dar paso a una guerra de moros y cristianos representada con el dance de Pina y la actuación agrupada de las bandas de música de Quinto, Sástago, Pina y Gelsa. Gran despliegue de timbales, cajas, platillos y gong y un eficaz acompañamiento de viento, para dejar paso a un gaitero.

Llega la paz y la poesía. Ibn Hafaya: No se puede entrar en el fuego tras vivir el Paraíso, da paso a la llegada de los monjes del Císter a fundar el Monasterio de Rueda entre Sástago y Escatrón. Se reproduce un pleito histórico entre el monasterio y un agricultor, por haber éste plantado más árboles que los permitidos. Actuó la rondalla

Un peregrino a Santiago por el Ebro relata todo lo que ha visto y oído: La leyenda de la campana de Velilla, los cuchillos de Sástago, el aceite de Escatrón, los molinos de Alborge, el paso de Felipe II por Alforque, el tributo al señor de Cinco Olivas, los pimientos de Gelsa, los tomates de Quinto y las bellas jóvenes de Pina. Se hace un homenaje al último barquero, Vicente Celma, cantan las mujeres, y una niña, Marta Artal, habla de un futuro con el río como impulsor del desarrollo.