Colegas periodistas, ¿qué tal si revisamos nuestra manera de informar para no perpetuar con ella el machismo, para no justificarlo, para no herir aún más a las personas que lo sufren, sobre todo a las víctimas de violencia machista? Tenemos un montón de guías on line para consultar mientras escribimos y no caer, por ignorancia, en titulares tan descorazonadores como éste: «La sequía obliga a niñas en Angola a prostituirse para llevar comida a casa». ¡No es la sequía!; son los pederastas, puteros y violadores quienes tienen la culpa de este doble sufrimiento.

La Asociación de Periodistas por la Igualdad pone en marcha este año un plan de formación en redacción feminista o con perspectiva de género. Estos términos se refieren al periodismo que reconoce la desigualdad existente entre mujeres y hombres y hace lo posible por acabar con ella. ‘De género’ puede parecer un eufemismo, pero empleamos esta denominación porque con ella se han realizado estudios de igualdad muy valiosos, gracias a los cuales se han llenado de datos nuestras intuiciones.

Mientras nos formamos, tengamos cuidado de no pisotear con nuestro trabajo los derechos humanos de las mujeres. Los periodistas podemos hacer mucho para acabar con la injusticia del machismo. Puede ser que, aun viendo desigualdad, no sepamos combatirla desde el periodismo (descartemos de momento la intencionalidad). Estamos listas para aprender. Directores de los medios de comunicación, déjennos tiempo para formarnos en redacción para la igualdad. Es más, oblíguennos a ello.

Así, por ejemplo, no insultaremos a las víctimas de violencia machista diciendo «Mueren dos mujeres...» en lugar de «Asesinadas dos mujeres...». Pondremos el foco en el asesino en vez de protegerlo. De ejemplos periodísticos machistas, no solo referidos a asesinatos, tenemos lleno nuestro Laboratorio de Titulares (#labtitulares): «Una lesbiana hace historia como primera alcaldesa electa de Bogotá»; «Wonder Woman se suma a la batalla electoral contra Netanyahu»; «Diez años de tormentosa relación para Lourdes marcada por el maltrato»; «Tiembla Donald Trump: Cersei Lannister es oficialmente tu enemiga»...

Más: «Detenido el enfermero que dejó embarazada a una mujer en coma en EEUU»; «El fotógrafo Sebastiao Salgado y su esposa han plantado más de 2 millones de árboles en 20 años»; «‘Piluqui’ Llop, la hija de la peluquera en Bellas Vistas: de ayudar en el local a presidenta del Senado»; «De camarera a presidenta del Congreso: Meritxell Batet, la profesora de Derecho y madre de gemelas que manda en la sesión de investidura»...

En esos titulares hay mucho de reprochable: ausencia de nombres y apellidos de las mujeres, no así de los hombres; desautorización de las mismas con datos del todo irrelevantes; cuestionamiento constante de la valía profesional de las mujeres; trivialización-ocultación de la violencia...

Es cierto también que, a la hora de cubrir casos de violencia machista, necesitamos el apoyo decidido de otros profesionales, de la policía, la justicia, la política... El protocolo de actuación conjunta que también se está gestando en el seno de la Asociación de Periodistas por la Igualdad nos ayudará a hacerlo mejor, a luchar desde la noticia contra el terrorismo machista.

Si antes he desestimado la maldad como causa del periodismo machista, ahora la contemplo, porque, si no, no sé cómo llamar a la moda actual de aprovechar la indignación femenina ante tanto atropello para obtener más clics. Muchos medios de comunicación digitales lo están haciendo con sus titulares: «Laura Luelmo, la sonrisa de un ángel»; «Ana Pastor: de becaria en chanclas de Ferreras a un emporio con las fake news»; «Urgente: una peluquería en el Congreso», con foto de Irene Montero, Adriana Lastra e Inés Arrimadas... ¿Vale el acúmulo de seguidores como excusa de todo?

La reflexión está en la razón de ser de la Asociación de Periodistas por la Igualdad. Imprescindible para enorgullecernos de nuestra profesión. Importante contaros que los hombres son bienvenidos en la asociación y que en ella no solo estamos periodistas, sino comunicadoras y comunicadores que cada día hacemos avanzar un periodismo digno, a la altura de la ciudadanía y motor de cambio.

A Los políticos queremos decirles que vamos a seguir llamando a las cosas por su nombre y no como ellos nos digan. La violencia machista es violencia machista; como mucho de género, porque las asesinadas lo son por el mero hecho de ser mujeres.

Y Tenemos otro mensaje para las mujeres del mundo: dad un paso al frente, ahí habrá periodistas para narrarlo; convertíos en nuestras fuentes de información, no deleguéis esta tarea en vuestros compañeros, tenemos la obligación de crear referentes femeninos para nuestras niñas y niños; no desconfiéis de vuestra valía, olvidemos esa lacra del patriarcado; alzad la voz, el mundo la necesita. El camino no es fácil, pero es el que hay. Cuando nos hemos puesto a desmontar mentiras, hemos hallado confrontación. ¿Acaso quieren muchos que le cambiemos el nombre al feminismo para no hacerse líos? También podemos llamarlo lucha por los derechos humanos de las mujeres.