Históricamente, a la mujer siempre se le ha asignado la tarea de los cuidados. Ya sea de la pareja, de la casa, de los hijos o, en el caso de aquellas circunscritas al ámbito rural, del ganado y de los campos. Sin embargo, ¿por qué a estas últimas no se las recuerda por ello? Esta pregunta también se la hicieron hace más de una década las investigadoras y docentes especializadas en historia social Teresa María Ortega Ana Cabana, autoras de “Haberlas, haylas”, una radiografía de la historia de las campesinas españolas en el siglo XX. 

“Haberlas, haylas” (Marcial Pons) nace del interés por el mundo rural que las autoras venían manifestando desde hace más de 20 años en sus primeras investigaciones, y ahora, en particular, por las mujeres que habitan ese espacio. Si bien María Ortega (Granada, 1973) llegó desde la vía de los estudios de géneroAna Cabana (Lugo, 1976) lo hizo desde la de la historia agraria, confluyendo en un interés mutuo por las campesinas españolas. 

“Sus vidas cotidianas y sus labores estaban realmente invisibilizadas en la historiografía, por ello hemos puesto el ojo en ese espacio en concreto de feminidades en el campo“, explica a Efeminista Cabana, la Doctora en Historia por la Universidad de Santiago de Compostela.

Ellas producen y reproducen

La publicación tiene como meta fundamental denunciar la desatención histórica hacia las campesinas y mujeres rurales y derribar muchos de los clichés, estereotipos y mitos creados en torno a su figura que aún hoy siguen presentes.

“Cuando me acerqué a estas tenía muchos de esos prejuicios, y de lo que me he dado cuenta es que nos encontramos con que las mujeres del mundo rural son auténticas agentes de cambio que tuvieron y tienen una agencia que las ha llevado a emanciparse, e incluso empoderarse, y a alterar ese orden social en el mundo rural“, explica a Efeminista la investigadora de estudios de género y catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Granada, Teresa María Ortega. 

“Nos han hecho creer que el principal papel de las mujeres es el de la reproducción y esto no es así, en el caso de las campesinas tienen un papel reproductor, pero también productor“, prosigue la docente granadina, quien destaca que “el mundo rural necesita de las mujeres para hacerlo sostenible” y que sin estas “no se podría entender la propia historia de España”. 

Discriminación doble

Y es que, según reivindica la publicación, a la mujer de campo se la ha discriminado históricamente por partida doble, primero por su género, y después, por su lugar de origen y trabajo.

“Se ha mostrado siempre una perspectiva agrocéntrica, un interés por los cambios tecnológicos y los hombres, considerados los protagonistas de todos esos cambios, de ahí que se hable de esa perspectiva androcéntrica. La historia de las mujeres ha tratado, y de ahí está esa otra perspectiva urbanocéntrica, de situar a la ciudad como la tabula rasa donde tienen lugar las grandes transformaciones, y eso ha provocado que se desatienda a aquellas que no pertenecen al ámbito urbano, sino a los márgenes“, puntualiza Ortega.

La oralidad, construcción narrativa de la mujer

“Haberlas, haylas” bebe de todo tipo de fuentes y materiales como censos, recortes de prensa, manifiestos, estudios, enmiendas, ponencias y denuncias, entre otras, para hacer un análisis histórico, sociológico y antropológico de las campesinas españolas a lo largo del tiempo.

“La documentación en el rural es escasa o inexistente y siempre son otros los que miran, y esos otros siempre, hasta muy avanzado el siglo XX, son hombres, pero aun así, hemos sido capaces de exhumar lo femenino“, defiende Cabana, quien deja claro que además de las fuentes con mirada masculina, han podido beneficiarse de la historia oral, “una ventana a la propia construcción narrativa de las mujeres”.

La feminización del campo

Igualmente, la publicación cuenta con Andalucía y Galicia, las tierras de las autoras, como observatorios a la hora de estudiar a múltiples tipologías de mujeres rurales. Como lo fueron las alfareras gallegas, a quienes se dedica dos capítulos, uno centrado en los primeros años del franquismo y otro en los años noventa y dosmil para trazar su evolución y hacer reflexionar acerca de la diferenciación sexual del trabajo como construcción cultural que obliga a hacer tareas diferentes a cuerpos masculinos y femeninos. 

“A las alfareras no les dejaban el torno, no les dejaban hacer piezas ni ser jefas de taller. Sin embargo, les dejaban vender en las tiendas en las ferias y cómo eso cambió me parece muy importante porque nos pone en la tesitura de responder al porqué de la feminización y masculinización de los trabajos del campo”, declara la historiadora lucense.

 Respuestas a la España vaciada

Si bien “Haberlas, haylas” está dirigido fundamentalmente a la Academia, se busca captar también al gran público para cumplir con la meta de visibilizar a gran escala a las mujeres de campo. Además, y como la obra deja caer en su prólogo, pensar la España de ayer puede servir para la España de hoy.

“Las claves son otras diferentes a las explicadas en el libro, pero es verdad que la historia puede dar muchas respuestas al problema presente de la España vaciada”, asegura Ortega.

“No es menos cierto que muchas de las iniciativas que hay en el nuevo rural más multifuncional y diverso en esta España vaciada son obra de mujeres que, tengan un origen rural o urbano, han visto el campo como una opción de vida y de trabajo novedosa”, zanja su compañera Cabana.