--¿Cómo se siente ahora que se acerca el gran día?

--Ya empiezo a notar las mariposas en el estómago. El discurso lo tengo hecho, pero acabo de subir al balcón del ayuntamiento y he visto la plaza desde arriba, y sí, tengo algo.

--¿Más nerviosa que en las Olimpiadas de Londres?

--Es distinto. Para las Olimpiadas me preparo psicológicamente y trabajo mucho la parte mental, aquí no he tenido tiempo. Creo que me voy a poner mucho más nerviosa de lo que he estado en toda mi vida.

--¿Qué hacía cuando le dijeron que era la pregonera?

--Tenía rumores antes de llegar de Londres pero hasta que no vine aquí no lo supe de verdad. Es algo tan irreal que todavía no me hago a la idea. Había visto las redes sociales que habían ardido y me hacía muchísima ilusión, porque además han sido los juegos que más he utilizado las nuevas tecnologías y sentía mucho el cariño de la gente por escrito.

--Este va a ser un año que no olvidará fácilmente. ¿Con qué recuerdo se queda?

--Me quedo con muchos, buenos y malos. He vivido los peores momentos de mi carrera deportiva al tener que estar fuera de casa con un niño pequeño. Lo mejor, evidentemente, ha sido estar en Londres y poder dedicarle la medalla a mi hijo. Cada uno de los momentos que viví allí fueron muy bonitos, el ser abanderada o cuando me nominaron al Premio Whang Youn Dai que reconoce a las personas que mejor representan los valores del paralimpismo. Y cuando volví a España... No podría definirlo, no he dejado en ningún momento de estar abrumada. Aún me asombra que la gente me reconozca por la calle.

--¿Qué mensaje lanzará hoy?

--Un mensaje con todo el cariño y desde el corazón, no sé hacer las cosas de otra forma. No es un discurso muy literario pero es con todo mi positivismo, dando ánimos y agradeciendo.

--¿Ha sido difícil animar a la gente a disfrutar de las fiestas en momentos tan complicados?

--No. Creo que ahora más que nunca necesitamos las fiestas, necesitamos poder evadirnos de los momentos duros y contagiarnos del optimismo. Son días en los que todo el mundo sale a la calle y eso es bueno. Cuando algo va mal hay que cambiar, y quizá lo que tenemos que hacer es el levantarnos todos los días con una sonrisa en la cara y enfrentarnos al mundo de otra manera.

--¿Cuánto tiempo lleva escribir un pregón de fiestas?

--¡Ay, madre! Pues aún me pegue unas cuantas horas (risas). Primero estuve unos días pensando a ver cómo lo encaminaba, qué le dices a las 4.000 personas que están en la plaza. Y lo más importante: ¿quién soy yo para decirles algo? No sabía ni por dónde empezar, hice varios borradores y al final ha salido. Ahora solo se trata de ensayarlo un poco y de atreverme a darle la entonación oportuna.

--¿Habrá dedicatoria?

--Si me atrevo sí que tendría que haber una, pero me da un poco de corte. No desvelo nada.

--¿Qué va a hacer estos días?

--Disfrutar de las fiestas y sobre todo, ahora que el niño tiene dos años y medio, de la oferta para los pequeños. A partir de las 5 de la tarde que salga del cole, Zaragoza será nuestra.