La Ofrenda de frutos de las fiestas del Pilar, que finalmente han podido disfrutar los zaragozanos al retirarse las mallas de ocultación, ha vuelto en formato reducido en cuanto a participantes pero con toda la emoción contenida desde el año pasado, cuando no se pudo celebrar. Alrededor de 1.200 oferentes, casi 20 veces menos que en una edición convencional, han atravesado el Ebro para depositar, entre aplausos del público, sus ofrendas a la Virgen que alimentarán a los más necesitados. Todavía está por ver cuánta comida se ha recaudado, según explicaba el vicepresidente de la Federación de Casas Regionales de Aragón, Jesús Gimeno. Pero el año pasado, sin haber ofrenda física, ya se incrementó de 8.500 a 14.000 kilos lo recogido, así que este año promete ser de récord.

Las circunstancias de estas fiestas del Pilar han obligado este año a que los grupos se redujeran considerablemente, pero no ha habido problemas entre las casas. Así lo aseguraba, minutos antes de comenzar la procesión, el presidente de la Casa de Andalucía, Federico Tinopo. En un grupo acostumbrado a reunir hasta 300 fieles, 20 parecía excesivo sacrificio. Pero según el presidente, "no ha habido problemas, se colabora mucho. El día 6 ya llevamos al refugio tres coches llenos de comida, hoy simplemente estamos contentos de poder salir", afirmaba, recordando el paréntesis del año pasado.

Con sus mascarillas, y sin apenas bajas, los grupos de las casas regionales, ayuntamientos y asociaciones han desfilado con "toda la ilusión del mundo", como lo vivía Lola Sebastián, de la Casa Catalana de Zaragoza. Ellos tampoco han tenido problemas para organizar el grupo de este miércoles, porque "como la gente ya sabía que íbamos a ser muy pocos, ni se han apuntado". Cerca, Amparo Fraile, del grupo de Villafranca de Ebro, coincidía en la ilusión de poder salir pero confiaba en que el lugar de reunión (el parque de Macanaz, frente a la plaza Santa Engracia de otras ediciones) no se consolide como punto inicial, "porque a nada que haga viento -lo hacía, a ratos- o lluvia, con los trajes, nos ponemos perdidos". En su caso, el paréntesis de la pandemia les permitía celebrar ayer los 20 años de participación en la Ofrenda de frutos. En una edición "igual un poco pobre en cuanto a número de gente, pero no en cuanto al espíritu, porque las casas regionales siempre damos una buena respuesta", afirmaba.

Así, tras el corto recorrido previo, al son del Bendita y alabada comenzaban a llegar los grupos a la entrada del Pilar, entre aplausos del público. Tampoco este miércoles ha faltado la escolta aérea, del helicóptero de la Policía Nacional. Quizá menos espectacular que los cazas y aviones de transporte de la Ofrenda de flores, pero algo es algo. Había ganas de volver a una relativa normalidad, y eso se notaba tanto en los grupos de oferentes como en el público, que demostraba su cariño con aplausos. Particularmente emotivos para el grupo de los canarios, en estos momentos delicados por el volcán de La Palma. Pero lo importante era venerar a la Virgen tras un año sin poder demostrarlo. Porque como gritaba uno de Bureta, ¡Viva la Virgen del Pilar, cagüen la mar!