Dice la presidenta de Interpeñas: “Unas fiestas no se conciben sin peñas, Ofrenda y vaquillas”. Pues que me disculpen las peñas y las vaquillas (Ofrenda, aunque reducida ha habido este año), pero es posible que, debido a la pandemia, este Pilar sin fiestas ha sido musicalmente uno de los mejores de los últimos años. Así que no sé, oiga, no sé. Sí que puedo afirmar que el viernes por la noche asistimos en el Jardín de Invierno a una de las actuaciones (la única que el artista ha dado en España) más perturbadoras de estos días: la del antillano de Port Of Spain (Trinidad y Tobago) emigrado a Londres Anthony Joseph.

Joseph es un maestro del spoken word (literalmente, palabra hablada), un mago de esa poética que juega con la entonación, el ritmo e incluso los gestos, y que tuvo en Gil Scott-Heron uno de sus mejores exponentes contemporáneos. ¡Ah, la palabra hablada! “No hay nada nuevo en declarar que, para nosotros, la música, el gesto, la danza son formas de comunicación tan importantes como el don del habla. Así es como logramos por primera vez sobresalir de la plantación”, nos recordó el novelista y ensayista martiniqués Édouard Glissant (1928-2011) en el libro Caribbean Discourse. Anthony, torrencial pero reflexivo, reivindica a los emigrantes caribeños llamados para la reconstrucción de Londres tras la Segunda Guerra mundial, y ninguneados más tarde (Calling England Home); evoca a través del poema Languaje la figura del poeta jamaicano Anthony McNeill, fallecido prematuramente en 1996; convoca con un torrente de poesía asociativa a todas las músicas de la diáspora, en un tributo al escritor de Barbados Kamau Brathwaite (Kamau), desaparecido este año…

Palabras de fuego dichas con la precisión de un bisturí y repletas de matices y giros de intensidad e intención. Palabras enroscadas en unas músicas creadas alrededor de un jazz híbrido en evolución constante, que respira acentos caribeños y viaja en ocasiones hasta las tierras del afrobeat  (Swing Praxis) para recordar luchas pasadas e interrogarse cómo abordar el presente. Canciones que conformaron un programa armado principalmente con las piezas de The Rich Are Only Defeated When Running  For Their Lives (algo así como Los ricos solo están derrotados cuando corren para salvar el pellejo), brillantemente tocadas por Denys Baptiste (saxo tenor y clarinete bajo), Colin Webster (saxo tenor), Andrew John (bajo), David Olubitan (batería) y Tribaut Remy (guitarra). Brutalismo sonoro, oye.

Lo de Joseph se inscribe en ese espacio de expresión simbólica que atraviesa varios continentes, que une África, las Américas y el Caribe y llega hasta Europa. Es decir, un espacio identitario transnacional, habitado por descendientes africanos del nuevo mundo. Lo que el sociólogo Paul Gilroy definió como Atlántico negro.

El resto (largo) de la noche fue para otros vectores de la black music (transculturada, naturalmente): la cocinada por la Funk Experience del DJ y productor R de Rumba, el músico alicantino Carlos Porcel y la rapera Klau. Facturaron una sesión briosa que subió de temperatura en su tramo final con las intervenciones de los rimadores Kase.O, Sho-Hai, Xhelazz, Momo… Toda una fiesta, vaya.