Las Fiestas del Pilar son tradicionales y también innovadoras. Las últimas investigaciones avalan que las primeras fiestas oficiales del Pilar se celebraron el 12 de octubre de 1613, aunque ya se venía haciendo desde tiempo atrás. En el libro 'Una Memoria Sentimental de las Fiestas del Pilar', editado por EL PERIÓDICO, y que incluye un recorrido histórico de estos festejos, se da buena cuenta de la historia de amor entre la Virgen del Pilar y el pueblo de Zaragoza. Y de cómo giraban en torno a tres motivos: el religioso, el taurino y el popular.

En 1807 se concedió a la Virgen del Pilar la categoría de fiesta religiosa obligatoria, y desde ese año siempre se ha celebrado en el mes de octubre.

Ofrenda de Flores

El acto central —y el más multitudinario— de estas fiestas, donde se pone de manifiesto la imagen que las protagoniza, es la Ofrenda de Flores a la Virgen, que tiene lugar el 12 de octubre. Ese día, decenas de miles de personas procedentes de cualquier comunidad o nación, y ataviadas con su trajes tradicionales, caminan en procesión hasta la Virgen para confeccionar, ramo a ramo, un colorido manto de flores.

Bigas Luna y la Virgen

Aunque su origen se remonta a 1958, no fue hasta 1998 cuando comenzaron a depositarse las flores de la ofrenda a la patrona en el centro de la plaza del Pilar, en lugar de hacerse en la fachada de la basílica, como se venía realizando hasta entonces. Esto fue posible gracias al diseño y organización propuesto por el cineasta Bigas Luna, quien cambió la ubicación de la Virgen para que las flores llegasen desde la calle Alfonso, Don Jaime o paseo Echegaray hasta una estructura metálica ubicada delante de la fuente de la Hispanidad.

Ofrenda de Frutos

Menos multitudinaria aunque no por ello menos hermosa es la Ofrenda de Frutos, que tiene lugar el 13 de octubre y cuya primera celebración data de 1949. En ella, casas regionales, asociaciones y pueblos de Aragón reúnen a más de 10.000 personas que vestidas con trajes típicos aportan cestas de alimentos que más tarde son donados a la Hermandad del Refugio de Zaragoza. Con dicha ofrenda se recuerda que la solidaridad y el cuidado al prójimo constituyen los pilares de una sociedad sana, que sabe que el bienestar de uno no es posible sin el bienestar del otro.

Rosario de Cristal

El mismo 13 octubre, la noche de Zaragoza resplandece con la procesión del Rosario de Cristal, uno de los momentos más destacados de los Pilares que congrega a fieles y no fieles por la experiencia visual que ofrece.

Hasta 15 carrozas de vídreo policromado acompañadas por 250 faroles —este año con bombillas LED— recorren solemnemente las calles de Zaragoza iniciando su partida desde la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Aunque ya en 1756 existía la devoción al Rosario de Cristal, la primera procesión no fue hasta 1889, con la fundación de la Cofradía del Santísimo Rosario de Nuestra Señora del Pilar, disuelta en 2020.

La indumentaria aragonesa

Imprescindible expresión del folclore es la indumentaria tradicional, en este caso de Aragón, que durante las Fiestas del Pilar toma las calles no solo en las ofrendas sino también durante los certámenes y espectáculos de jota que se desarrollan en diferentes puntos de la capital. Vestirse de baturra y baturro, y portar el cachirulo, es seña imprescindible dn estas fiestas. Y como toda tradición, la vestimenta también tiene su propio código, que conviene conocer si se desea portarla.

Jota aragonesa

Quizá sobraría decir, y aun así conviene recordar, que la jota es una de las grandes riquezas del patrimonio regional, parte irremplazable del folclore y el sonido de esta tierra. Sin jota, la cultura aragonesa quedaría huérfana, y eso bien lo saben todas y todos los que año tras año se esfuerzan con mimo, talento y respeto en llevar su danza, sus instrumentos y su canto a los miles de zaragozanos, zaragozanas y curiosos que desean vivir los Pilares desde dentro. El año 1886 marcó un hito con la celebración del primer certamen oficial de jotas, un evento que año tras año llega con ilusiones renovadas, jóvenes promesas y el mismo cariño de siempre.

Las peñas

Otro de los elementos que impulsan y dotan de vida los Pilares son las peñas. Basta con recorrer la capital aragonesa para dar fe de ello. Trasladado de generación en generación, el sentimiento peñista encuentra su máxima expresión en estas fechas, cuando sus miembros, ataviados con la misma indumentaria, salen a las calles y plazas como una gran familia, probando que festejar en compañía siempre es mejor.

Comparsa de Gigantes y Cabezudos

Los más pequeños también asumen un rol protagonista durante las Fiestas del Pilar, no solo porque serán quienes hagan perdurar las tradiciones aragonesas sino también porque de ellos y de sus nuevos gustos o costumbres dependerá la evolución, innovación y expansión de la oferta de las fiestas en el futuro.

Y si hay algo que siempre gusta a los niños y niñas de Zaragoza, así como a los mayores por la nostalgia que despierta, es la comparsa de Gigantes y Cabezudos, esos seres que o bien asombran por su envergadura, o bien obligan a correr por las calles y plazas escapando de los latigazos. El Morico, el Berrugón, el Forano, la Forana o el Boticario son nombres que nadie que haya vivido estas fechas desconoce u olvida.

Especial mención, si se habla de los más pequeños, es el Tragachicos, un 'gigante tobogán' que rota por los barrios de la capital aragonesa dispuesto a engullir a quienes irrumpan en sus fauces.

Feria taurina

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Como se mencionaba al principio, los festejos taurinos han sido históricamente uno de los tres motivos clave de los Pilares, y a día de hoy todavía son cientos los aficionados a la tauromaquia que se reúnen en la plaza de La Misericordia para disfrutar de los distintos espectáculos que se ofrecen en ella. Corridas de toros, novilladas y vaquillas constituyen año tras año un cartel un amplio cartel que, al igual que el resto del programa festivo, también trae novedades, como la de este año, el Concurso Nacional de Recortadores con Cinta