La memoria de un tesoro
El archivo del Cabildo en el templo del Pilar: las miles de historias por descubrir
El Pilar no está tan estudiado como parece y queda mucho por investigar para quien tenga el propósito

Imagen del archivo
En un lateral del templo, al que se accede por varias puertas de madera maciza cerradas con llave, se encuentran las salas donde se guarda parte del archivo del Pilar. El Cabildo ha sido durante siglos meticuloso en extremo a la hora de documentar todas sus actividades, lo que convierte el archivo en una fuente de información muy valiosa para saber cómo llegaron las donaciones de joyas al tesoro de la Virgen.
Pero investigar pieza a pieza es una tarea hercúlea. Ester Casorrán, Técnico de los Archivos y Biblioteca Capitulares de Zaragoza, asegura que «hay miles de historias por descubrir sobre las joyas de la Virgen».
Pero lo primero es entender cómo se organiza el flujo de documentación que generan dos catedrales como la Seo y el Pilar, dependientes de un solo Cabildo. Éste tiene cuatro departamentos: el archivo de la Seo, la Biblioteca Capitular, el archivo de Música y el archivo del Pilar. Hasta 1676 los cabildos de la Seo y del Pilar eran independientes. Ese año, el Papa Clemente X decidió unir los dos cabildos en uno, pero cada catedral conservó su propio archivo.

Los armarios del archivos del siglo XVIII están decorados con retratos idealizados de los primeros obispos de Zaragoza
En la basílica está el archivo del Cabildo del Pilar generado desde tiempos de la Reconquista hasta 1676. A partir de entonces solo conserva lo que tiene que ver con la administración económica, la fábrica y el culto. Lo común se va al archivo de la Seo.
Un tesoro en cada caja
Todo esto explica Casorrán desde una de las salas del archivo, una mezcla de mobiliario funcional, ordenadores modernos y sillería antigua. Cajas y cajas de documentos cubren cada superficie, todas etiquetadas dentro de archivadores de cartón. Pero basta con que la archivera abra una de esas cajas, de aspecto anodino, para que asomen documentos claramente muy antiguos. Cada caja guarda dentro un tesoro.
«Sólo pedimos el DNI y el objeto de la investigación, no exigimos que sean doctores, doctorandos o ni siquiera universitarios. Cualquier persona que tenga algo que investigar puede acceder a los fondos»
Con la disposición del archivo en la cabeza, Casorrán explica que «lo que tiene que ver con donaciones por lo general se conserva aquí, en el archivo del Pilar. Está todo documentado hasta 1900. Después todo pasa a un sistema de documentación moderna que está en la Seo. Somos dos archiveros, el de la Seo y yo para el Pilar. Por encima nuestro está don Isidoro Miguel, archivero del Cabildo».
Las actas y los inventarios
Gracias al orden con el que se mantienen las reuniones del Cabildo se tienen las actas de todos los asuntos que pasan por sus manos. Las donaciones se recogían en esas actas, aunque no siempre.

Libro de horas expuesto en el museo
Dependía de la relevancia que tuvieran, por ejemplo. «En las actas pueden aparecer donaciones. O no. También pueden estar en los inventarios, que son listados que recogen todos los bienes del Cabildo. El último es del siglo XX. Un inventario está vigente hasta que se elabora el siguiente inventario. Y mientras está vigente, se tachan y se añaden cosas al margen y a mano». Esa es otra dificultad añadida para un investigador, pero nadie dijo que destapar historias ocultas durante siglos fuera fácil.
Cómo acceder al archivo
Sin embargo, lo que sí es sencillo es acceder al archivo del Pilar, más sencillo de lo que la gente cree. «Sólo pedimos el DNI y el objeto de la investigación, no exigimos que sean doctores, doctorandos o ni siquiera universitarios. Cualquier persona que tenga algo que investigar puede acceder a los fondos», asegura.
El archivo es tan ingente, tan exhaustivo, que queda mucho por investigar para quien tenga un propósito, ganas y tiempo
Los investigadores sí que deben tener ciertos conocimientos, pero por la propia dificultad de interpretar cualquier archivo histórico. «Deberían tener conocimientos de latín, aunque no es imprescindible, y de paleología (ciencia que estudia las escrituras antiguas) porque si no es complicado entender la escritura y las abreviaturas», explica Casorrán. Son saberes necesarios para bucear en documentos de siglos de antigüedad y entender lo que dicen.
El archivo es tan ingente, tan exhaustivo, que queda mucho por investigar para quien tenga un propósito, ganas y tiempo. «En el tema del tesoro, queda todavía mucho que descubrir. Por ejemplo, se puede mirar procedencia de las joyas no solo en los inventarios, sino también en la correspondencia o los libros de fábrica. Por ejemplo, el XIX es un siglo muy difícil de hacer, porque fue muy caótico, pero a cambio hay muchísima información».
«El templo y la santa capilla están muy trabajados por los investigadores, pero las joyas no. Bueno, ni muchos otros aspectos de este lugar. Porque el Pilar no está tan estudiado, esto no se acaba nunca», concluye.
EL LIBRO DE HORAS NO ERA DE SANTA ISABEL
Gracias a un artículo firmado por Ester Casorrán, Carlos María Lafuente Rosales, investigador independiente; y Carolina Naya, Doctora en Historia del Arte, queda constancia de que el librito de horas cuya propiedad se le atribuía a Santa Isabel de Portugal en realidad perteneció a otra persona: el II Conde de Lemos, Rodrigo Osorio. El diminuto libro de horas es una de las maravillas que se exponen en el tesoro de la Virgen, en el Museo Pilarista.
«Yo no buscaba documentación sobre el libro de horas, estaba revisando inventarios y me sale el apunte de que había llegado al tesoro por una donación anónima. Estaba por aquí Carlos Lafuente investigando otro tema y Carolina Naya sus temas de joyas, y nos unimos y dimos con la clave».
El librito del Conde de Lemos llegó al tesoro de la Virgen de una manera muy curiosa. Los investigadores han documentado que en el inventario de la Santa Capilla de 1528 se refiere textualmente que el 19 de marzo del año 1535, «una senniora que no se quiso nombrar» hacía entrega en este templo de «unas horicas de pargamino escritas de mano. Tiene las cubiertas cerrador y dos sortigicas para lebarlas, todo de plata dorada bien labrado».
Un análisis de la heráldica que aparecía dentro del libro dio la otra pista sobre el propietario. Y sobre quién sería esa señora, la coincidencia de las fechas de la ofrenda del libro con la estancia en Zaragoza del emperador Carlos I camino de la Campaña de Túnez, sugieren la posibilidad de que la oferente fuera una dama del séquito relacionada familiarmente con alguno de los herederos del conde de Lemos.
«El libro se había nombrado mal porque las cosas se olvidan y un día alguien se lo atribuye a Santa Isabel de Portugal, conocida devota, y la historia se consolida. Pero esta investigación que hemos llevado a cabo se puede hacer con casi todas las joyas. Aquí está toda la información, queda un millón de cosas por descubrir», concluye Casorrán
- El 'paraíso fiscal' para los coches en Aragón: un pueblo de Zaragoza tiene 17 vehículos matriculados por habitante
- Vía libre para levantar cuatro nuevas plantas sobre un edificio catalogado del siglo XIX en Zaragoza
- Parece Canadá, pero está en Aragón: un lago de aguas cristalinas perfecto para una escapada de verano
- La desdicha de educar a tres hijas en una habitación en Zaragoza: 'A mi familia no les hablo de nuestra situación
- La Policía investiga a un profesor de un colegio religioso de Zaragoza por supuestos abusos de menores
- Ibercaja ultima un acuerdo para dar nombre a la nueva Romareda
- La 'tormenta del siglo' arrojó 43 hectómetros cúbicos en la ‘zona cero’
- Rescatan a una cría de corzo de pocos días de vida de un domicilio en Zaragoza