El Periódico de Aragón

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Pabellón Príncipe Felipe

Crítica de Javier Losilla: Serrat, entre todas las canciones

El cantautor catalán interpretó un concierto de despedida con luces y sombras, pero dejándose todo ante un público entregado

Serrat, durante el concierto del pasado miércoles en el Príncipe Felipe. ANGEL DE CASTRO

Cada uno de los miles de espectadores que el miércoles acudieron emocionados la primera de las dos actuaciones de despedida que Joan Manuel Serrat ha dado en Zaragoza tenía en su cabeza un repertorio del concierto. Así, junto a las piezas de las consideradas emblemáticas (qué retórica, oiga), unos habrían querido más Machado, y otros más Miguel Hernández, por ejemplo. Incluso este cronista tenía su propio 'setlist' (listado de canciones, dicho a lo anglo). Así, me habría gustado que Serrat hubiera profundizado más en su excelente cancionero en catalán. En fin, que, en definitiva, cada cual quería despedirse de él a su manera; individualmente, podríamos decir. Complicado, claro. Cuando los bises, el propio artista lo hizo saber al respetable, que, como si de un programa de discos dedicados se tratara, comenzó a pedir esas piezas que traía tatuadas en la memoria: “Comprenderán ustedes que es difícil contentarlos a todos”. Finalmente optó por desgranar 'Esos locos bajitos', 'Fiesta' y 'Penélope'. Y fin, pues, tras 23 canciones, la cosa se estaba prolongando en exceso.

Todo había empezado a las 10 de la noche, media hora más tarde del horario previsto, pues los servicios de emergencia tuvieron que emplearse a fondo con el corazón de un espectador (tras el concierto supimos que, lamentablemente, había fallecido en el hospital), con un Serrat tan entusiasta como flojo de voz. Asistimos, pues, a una primera tanda de canciones que sirvieron al intérprete como calentamiento: 'Dale que dale', 'Mi niñez', 'El carrusel del furo', 'Romance de Curro El palmo' (una de sus composiciones más bellas de su repertorio), 'Señora', 'Lucía', 'No hago otra cosa que pensar en ti' y 'Algo personal'.

Pero El Nano es mucho Nano, pese a sus achaques y sus cosas, y puso los puntos sobre las íes con unas 'Nanas de la cebolla' sobrecogedoras. Y no quedó ahí la cosa, claro: fue subiendo el termómetro con 'Para la libertad' y 'Cançó de bressol' (otra hermosura). 'Hoy por ti, mañana por mí'; 'Tu nombre me sabe a yerba'; 'Los recuerdos' y 'Es caprichoso el azar', que cantó en singular dúo con Úrsula Amargós, la violinista de su banda, nos llevaron a otra de las grandes interpretaciones de la noche: 'Hoy puede ser un gran día', con guiño a Benedetti (“Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”). 'Pare' fue la segunda pieza que interpretó en catalán, que, como en el caso de 'Cançó de bressol', acompañó con subtítulos en castellano proyectados en la pantalla que tanto juego iconográfico dio durante toda la actuación.

Luego, tras bañarse a gusto en 'Mediterráneo', invitó al público a una sesión de karaoke con 'Aquellas pequeñas cosas', tras lo cual intentó despedirse con un 'Cantares' de antología. No se pudo ir, obviamente, sin regalar los tres bises mencionados. Y así, con luces y sombras, pero dejándose la piel y recibiendo el cariño de un público entregado, transitó Serrat por su gozoso libro de escrituras sonoras. Lo hizo acompañado por un grupo solventísimo (cómo no va a serlo estando en él Ricard Miralles, piano; Josep Mas 'Kitflus', teclados; David Palau, guitarra; Victor Merlo, contrabajo; Vicente Climent, batería, Ramón Ferré saxo y otros vientos, y la mentada Úrsula Amargós) y mostrando nuevos y sugestivos arreglos en las canciones.

Cuando abandonó el escenario me pareció escuchar, sin descubrir su procedencia, el runrún de unas de las grandes composiciones serratinas: “Però no vull que els teus ulls plorin / Digue’m adéu / El camí fa pujada / y me’n vaig a peu” (“Pero no quiero que tus ojos lloren / Dime adiós / El camino es cuesta arriba / Y me voy a pie”). ¡Dale, Nano!

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