FERIA DEL PILAR

Crítica de la séptima de la Feria del Pilar: Extraordinaria lluvia de orejas

Daniel Luque corta cuatro orejas y Tomás Rufo tres en un festejo triunfalista en el que Miguel Ángel Perera se va de vacío; la corrida de Zacarías Morena se movió

Carmelo Moya

Carmelo Moya

Zaragoza

La feria, con el barrunto del fin de semana de final de fiestas va adquiriendo ribetes de incontrolado desparrame. Cómo se nota el perfil del público de aluvión, bien comido y mejor aceitado.

Este jueves se ha cumplido a rajatabla el famoso aserto que se refiere cuando se habla de la democracia en los toros: «un hombre / un gin tonic» que es el objeto con el que ya se piden los trofeos en el misericorde lugar.

Para sí querrían el público de ayer los novilleros de principio de feria. Los de sin y los de con caballos, cruelmente juzgados en la mayoría de las veces por el severo tribunal que conforman los aficionados que todavía quedan y los que ya son el relevo en ese núcleo (La Resistencia) que se ha hecho fuerte en el tendido 5.

La bisoñez y/o impericia del presidente Jorge Moreno, que no se cansa de equivocarse en lo más grande y de bulto, en lo que trasciende, adorna además sus carencias con la de la puntualidad: si concede la primera oreja antes de que aparezcan las mulas por el patio de arrastre, tenga por seguro que antes de aproximarse estas al occiso yacente será usted la diana de toda la implacable furia desatada por el pueblo.

De ahí a volar los pañuelos de dos en dos sobre el tapiz que cubre su palco es un chis que complace al cliente ocasional tanto como demerita un garito al que todavía debería quedarle algo de crédito y dignidad.

Pero Zaragoza es ya una bicoca para el sistema en la que sale un toro mediocre, baratucho y carente de cualquier lujo donde abundan los cinqueños -hoy los seis- que la peña se traga sin rechistar. No hay día sin baile de corrales, sin corrida remendada y todo da igual.

Este jueves, Miguel Ángel Perera, el único no agraciado en ese frenesí orejero, enfrentó en primer lugar un toro impropio de esta plaza. Gacho de encornadura, bajo y descolgado de carnes llegó a la muleta blandurrio, soso. Sus embestidas, casi robotizadas y sin emoción ninguna lo asimilaban más a un animal de compañía que a un toro bravo. Y así todo.

Su otro, un cobardón que solo aceptó dos picotazos en la puerta de chiqueros se dio a la huida permanentemente convirtiendo la lidia en una capea de pueblo.

Perera tomó la muleta y tras un corto test, en dos minutos el toro estaba patas arriba.

Y eso que el lío venía lanzado tras la zapatiesta que Daniel Luque le había formado al remiendo con el hierro de Ál varo Núñez que hizo segundo.

Protestado de salida por su exigua encornadura -apenas dos ridículos platanillos- hubo una ausencia total de cualquier atisbo de lidia con el propósito de que llegara a la muleta con algo de vida y virgen del todo. Apenas un magnífico par de Iván García rompió ese periodo casi clandestino que Luque, a base de sobar y sobar hizo aflorar esa condición de chochón que va y viene y se deja delinear muletazos a granel enroscándose en torno al torero.

Una casi entera trastera y tendida debería (des)contar a la hora del premio excesivo de dos orejas.

Al quinto, Luque lo pasó las más de las veces a media altura y sin obligar hasta que lo vio, bajándole la mano y terminando exprimiéndolo por el lado izquierdo. El espadazo resultó fulminante. Dos más.

De fondo y sin hacer ruido, Tomás Rufo le leyó la cartilla al sexto, al que le largó faena y media en una a base de poder y absoluto gobierno. Que había comenzado de rodillas y seguido en base a una ligazón electrizante. A su primero lo metió en la muleta con más ciencia: consintiendo y desengañándolo hasta que cuando el toro se dio cuenta, era arrastrado sin las orejas.

Una tarde que se perdió Salvador Asensio, ya en el cielo de los cabales. Dejas tu Zaragoza en segunda y La Misericordia, casi

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