Devoción

El Rosario de Cristal estremece Zaragoza: "Es la máxima expresión de la fe zaragozana"

El Rosario de Cristal, una tradición que lleva produciéndose desde 1889 y, por tanto, una de las más antiguas de las Fiestas del Pilar, ha tenido lugar este domingo por la tarde

Más de 15.000 devotos han caminado por el centro de la ciudad rindiendo culto a la Virgen, y acompañando a las distintas carrozas iluminadas que representaban las distintas partes de la oración

Zaragoza

Como cada año, este domingo se ha celebrado una de las tradiciones más antiguas de las Fiestas del Pilar: el Rosario de Cristal. Desde 1889, cientos de devotos se congregan en las calles de Zaragoza para rendir homenaje a la patrona del Pilar, a través del rezo y el paso de carrozas iluminadas que representan las distintas partes de la oración.

Sin embargo, aunque parezca un acto organizado en exclusiva para aquellos que tienen creencias religiosas, hasta los más ateos pueden disfrutar de él por la indiscutible belleza de los faroles que pasean por el centro de la ciudad.

De esta manera, cientos de devotos se han reunido este domingo por la tarde en torno a la Iglesia del Sagrado Corazón. La magnitud del evento parece haber trascendido las fronteras de la comunidad, ya que ha conseguido captar la atención de cofradías de todas partes de España. Un ejemplo de ello es la cofradía de Castellón, que expresó así su entusiasmo: "Nos emociona poder mostrar nuestros trajes y cultura, mientras oramos a la Virgen, en una ciudad tan emblemática como Zaragoza".

Minutos antes del inicio del paso de las más de 15.000 personas vestidas con trajes regionales, en la calle Pedro Soler ya se había formado el ambiente que caracteriza, año tras año, este recorrido. Una mezcla de intimidad, emoción y alegría reinaba entre los asistentes, quienes ya portaban sus velas y faroles. Para algunos, como Lupe, esta es una tradición en la que participan "desde hace más de 20 años para rendir culto a Nuestra Señora del Pilar". Otros, como Teresa García, han vuelto tras años de ausencia, impulsados por el deseo de "rezar por personas que ya no están, acompañada de la Virgen".

Sea como sea, tanto para los que participan por primera vez como para quienes no han faltado ningún año, este acontecimiento tiene un lugar especial en el corazón de los zaragozanos. "Tiene una pureza incomparable", confesaba Omar Jordán.

Poco después de que el reloj marcase las 18.30 horas, cantos religiosos y distintos rezos han inundado por completo la calle San Vicente de Paul, al mismo tiempo que las cofradías daban sus primeros pasos, con decenas velas encendidas, su emblema en alto, y los distintos faroles en movimiento.

Quizás, una de las imágenes más impactantes de estas fiestas haya sido la de la Plaza España en completo silencio; un silencio sepulcral que solo se ha fragmentado por las oraciones que murmuraban los caminantes y la expectación de aquellos que han acudido a contemplar la espectacularidad del acto.

Bajo la luz de la tradición

Con el caer de la noche, las luces de los faroles brillaban con mayor intensidad y los edificios se teñían del cálido reflejo del sol poniente. Los miembros de las distintas cofradías avanzaban con la mirada al frente, completamente inmersos en el culto a la Virgen, tanto que muchos no han podido contener las lágrimas de la emoción. "Esto es, posiblemente, la máxima expresión de la fe zaragozana", comentaba uno de los espectadores.

Asimismo, la mayoría de los asistentes miraban asombrados los faroles que desfilaban ante ellos, dado que, para muchos, la parte más importante del evento es "disfrutar de su belleza artística". De hecho, una de las principales novedades de este año fue la renovación de la carroza de la Reina de la Hispanidad. Desafortunadamente, esta no ha logrado convencer a los más tradicionales, quienes han afirmado que "el arte que se hacía antes es inimitable". 

Finalmente, al son de un 'Ave María', las cofradías se han adentrado poco a poco en la plaza del Pilar, que ha quedado iluminada por las carrozas. El momento se ha sellado cuando todos los presentes han recitado al unísono: 'Amén'.

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