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Las charangas callejean por el centro

Las peñas organizan su tradicional encuentro en el que recorren el Casco Histórico al ritmo que marcan con sus instrumentos

Las peñas de Zaragoza invaden el centro en el maratón de charangas

Josema Molina

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

ZARAGOZA

Y las Fiestas del Pilar han vuelto a ser callejeras. Más que nunca con la salida del maratón de charangas organizado por Interpeñas. Si ya ha sido animado el camino de todas ellas desde su sede social hasta el punto de encuentro (la plaza Aragón, el tranvía estaba cortado, sabia decisión, por si acaso), el encuentro ha sido una encadenación de ritmos facilones en una competición por ver quién tenía más pulmones.

Los petos de los peñistas se han convertido en una gran marea (como ya sucedió el día del pregón) y juntos, pero no revueltos (cada peña tenía su espacio y poca mezcla se podía ver en los inicios del desfile) celebraron ¿la música? y más bien, el hecho de estar en plenas Fiestas del Pilar.

¿Y los viandantes?

¿Y los viandantes? Ay, los viandantes. Pues como casi siempre y en casi todos los lados, división de opiniones. Los hay quienes se han acercado con ganas de fiesta y que incluso han compartido litros (no de agua, claro) con los peñistas, y los hay que cuando se han dado de bruces con el jaleo, han puesto cara de sorpresa y se han desviado de su objetivo original. «¡Venga, que estamos en fiestas!» , clamaban desde la peña El Jaleo, mientras esperaban la señal de la camioneta que abría el desfile para comenzar el verdadero maratón.

Y, de repente, si es que se podía, más acción, más peñistas, más peñas, más algarabía y arranque del maratón de charangas. Una cita, por cierto, ya tradicional en las Fiestas del Pilar. Tras recorrer el paseo Independencia, la serpiente multicolor (no ciclista en este caso) la comitiva se ha encaminado a plaza España, Coso, calle Alfonso y Manifestación para acabar en gran hermandad en la plaza del Justicia.

Entre trompetas, tambores y demás instrumentos (casi cualquier cosa servía para hacer ruido), el desfile ha ido sumando a más adeptos para la causa, la del baile... bueno, la de la fiesta, porque el baile conforme ha ido pasando el tiempo se podría decir que se ha ido perdiendo entre la multitud.

Aun quedaba mucha noche por delante, y muchos días, han parecido pensar unos cuantos que tras un buen rato de desfile han decidido desviarse de la marabunta para «reponer fuerzas». Es decir, pararse en un bar y a otra cosa, que la música ya había sido suficiente.

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