La Ofrenda de Flores desde dentro: "Es una tradición de muchos años, empecé a los 18 y voy a hacer 74"
Como cada 12 de octubre, Zaragoza se vuelca este domingo con la Ofrenda de Flores a la Virgen del Pilar, el acto más multitudinario y emotivo de las fiestas

El grupo de la Puebla de Híjar (Teruel) ha iniciado su recorrido antes de las siete de la mañana / PABLO IBÁÑEZ
Hay madrugadas especiales, días que despiertan antes que el sol. El café en la cocina, las medias, las enaguas almidonadas, ciérrate ese mantón, ata las alpargatas, el pañuelo bien atado y eso flecos de la faja bien recogidos. Moño bajo, redecilla, las peinetas, horquillas y el café de un trago.
En la calle huele a claveles y gladiolos, a tradición y devoción. Las aceras semidesiertas de la ciudad se van llenando de trajes tradicionales apañados con mejor o peor suerte. Se hace lo que se puede. De camino se anudan cachirulos, alfileres e imperdibles de última hora, ajustar las ligas y algún flequillo que se escapa.
Desde la plaza Aragón empieza el recorrido para los grupos. “Se incorpora a la ofrenda el grupo…”. La llamada, en este caso un poco antes de las ocho de la mañana, se repetirá hasta las 23.30 horas. Los más tempraneros salen con adelanto, carreras de los rezagados para alcanzar a las distintas agrupaciones. Hay espacio libre para avanzar y la ofrenda progresa entre flores, castañuelas y jotas de ronda. Casi no hay tiempo para parar y hacer alguna foto, ya que la ancha fila de gente ya divisa la calle Alfonso.
La estampa, la de siempre, la que te dice que sin duda esto es Zaragoza, se adivina ya a lo lejos: el frontal de la Basílica del Pilar con el relieve de Pablo Serrano que desde 1969 armoniza la vista bajo la inconfundible cúpula central del templo.

Milagros, su hija Nuria y su nieta Inés participan un año más juntas en la Ofrenda de Flores / El Periódico
“Es una tradición de muchos años, empecé a los 18 y voy a hacer 74, ahora ya paso con mis hijos y mi nieta y hasta que pueda seguiré pasando”, afirma contundente la zaragozana Milagros cuando ya se va aproximando a la plaza. Los ramos se van despojando de los pocos elementos de sujeción que llevaban según se va terminando la calle. “Es una expresión de cultura, alegría y es una tradición que junta a todas las familias. Siempre digo que solo juntas a la familia para pasar la ofrenda o para una boda”, comenta Elena, que viene cada año desde Alagón para este acto. A su lado se encuentra su hijo Loren, de 9 años, que la pasa desde que tenía apenas un año. “Al principio no me gustaba , pero ahora sí”, apunta el chaval.
Las baturricas y baturricos, pequeños maños y mañas que lucen con orgullo su atuendo regional como si vistieran las mejores galas de superhéroe -o de superprincesa-. La varita mágica no es de sauco sino de flores frescas, algunos claveles caerán antes de llegar a destino, otros se guardan con cariño para luego llevárselos a quienes no pudieron asistir. “Este para la yaya”, indica una niña tras depositar el ramo en el manto.
La entrada en la plaza del Pilar suena a música latina, un grupo de Ecuador hace una muestra de su folclore sobre el escenario montado frente a la estructura de la Virgen del Pilar. Suenan tonadas típicas del país latinoamericano por la megafonía y al girar hacia la izquierda ahí está, recortada sobre el azul intenso del cielo, la figura de la Pilarica en lo alto del andamiaje piramidal, a más de 15 metros sobre el suelo. Frente a ella la torre de la Seo de San Salvador, a su izquierda el templo dedicado a la que vino en carne mortal, a la patrona de Zaragoza.

Los primeros oferentes pasan todavía de noche para depositar sus flores / PABLO IBÁÑEZ
En 1998, después de unos 40 años de ofrenda floral en Zaragoza, el cineasta Bigas Luna, conocedor y amante de la capital de Aragón, decidió crear esta escenografía para darle espectacularidad y grandeza a un evento que cada vez reunía a más oferentes y se constreñía en el escaso margen que da el relieve de la Venida de la Virgen en la fachada. Allí solo han vuelto a verse flores en 2020, el único año en que la Ofrenda de Flores no se organizó.
Lo inmenso del montaje al que se van agregando los claveles, margaritas, hortensias, florecillas, calas, gladiolos, espigas y distintos tipos de verdín, contrapesa la sencillez de un momento para contener el aliento y, a veces, hasta las lágrimas. Se deslizan promesas, penitencias, alegría por un año más todos juntos a sus pies. Un segundo de silencio y recogimiento.
Pero no más de un segundo. “Vayan pasando, no se paren”, advierten desde la organización. El ritmo es rápido, incluso muy rápido, y sobran manos dispuestas para recoger los ramos, desliarlos y pasarlos. Al primer piso, luego un poco más arriba, los claveles blancos al manto de la Virgen, sobre ellos la Cruz de Lorena bermellón que entrega la asociación del mismo nombre, formada por personal del Hospital Royo Villanova y amigos. Abajo, rodeada de un mosaico multicolor de pétalos, la bandera del Perú confeccionada con -cómo no- flores. El país andino ha sido este año el invitado de honor de la ofrenda; tradición ésta, la de dar honores a un país iberoamericano cada año que se mantiene desde 2013.
Y ya está. Flores entregadas. "¿Almorzamos?" Esa es también una labor dentro de lo que ocurre en la ofrenda. Se van abriendo las canastillas y asoman las hogazas de pan, trozos de longaniza, algún dulce y un poco de agua o, quizás, la bota de buen vino bendecida ya por la Virgen. Se arremolinan los grupos cerca de la fuente de la Hispanidad y una bien pertrechada baturra corta jamón con destreza sin ningún problema con los flecos del mantón de manila. Salen los recortes de curado a la misma velocidad que se aproximan los compañeros a amortizarlos. Casi ni rozan la bandeja.
La ofrenda dura en Zaragoza todo el día, de la aurora a la noche. Para quienes se acercan humildes a su Virgen son solo unos minutos y la emoción de la misión cumplida. Vigila por nosotros, Pilarica. Estas flores por los que venimos y por los ya no vienen. Hasta otro 12 de octubre.
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