El Periódico de Aragón

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La opinión de Sergio Pérez

Sanllehí, Torrecilla y el ojo a la virulé con los delanteros

Miguel Torrecilla, en el uso de la palabra, junto a Carcedo y Sanllehí en la presentación del técnico. JAIME GALINDO

Sentado en la vetusta sala de prensa de La Romareda, Raúl Sanllehí tomó la palabra y realizó una pequeña presentación de Juan Carlos Carcedo. Cuando llegó el momento de profundizar en la figura del nuevo entrenador del equipo con una descripción más detallada, el director general dio paso a Torrecilla. “La cuestión más técnica la voy a dejar a Miguel, que para eso es nuestro director deportivo”. Y el director deportivo, el viejo y también el nuevo, como tantas cosas en este proceso tan singular de cambio de propiedad en el Real Zaragoza, hizo diversas apreciaciones sobre el preparador riojano, al que bañó en elogios como suele ser norma común en este tipo de situaciones.

Fue la confirmación sin confirmarlo de que Miguel Torrecilla seguirá pilotando la dirección deportiva de la Sociedad Anónima. Su contrato vence el 30 de junio, pero hay imágenes que valen más que mil palabras. La escenificación del miércoles fue una de ellas. El salmantino se ha ganado el favor de Jorge Mas y su grupo, si eso era realmente necesario, y Sanllehí le dio todos sus votos en público de manera formal.

Torrecilla tiene mala prensa en un sector destacado de la afición del Real Zaragoza. En su año y medio en el cargo, el balance de las decisiones del director deportivo no es brillante ni siquiera notable, pero tampoco catastrófico. En su lista de méritos hay que colocar una decisión capital en la historia reciente: la contratación de Juan Ignacio Martínez, a quien debe atribuirse la permanencia del club en el fútbol profesional cuando la orquesta sonaba de fondo advirtiendo de un terrible naufragio en el duro invierno de la temporada 20-21.

Después de conformar una plantilla con demasiadas lagunas en su único verano completo al mando, el pasado, Torrecilla fue capaz de entender con habilidad dónde estaban sus propios errores y dónde radicaba uno de los problemas de funcionamiento del equipo que él mismo había construido. La consecuencia fue que se ventiló de golpe a varios centrocampistas, entre ellos a algún peso pesado como Eguaras, e hizo dos buenas contrataciones: Eugeni y, muy especialmente, Jaume Grau. El desaguisado se arregló con esa intervención en el medio y el Real Zaragoza salió a flote. Antes de todo ello, Gámez había sido su principal acierto.

En su tiempo en esta tierra, el director deportivo ha cometido fundamentalmente dos errores. Primero, hablar de la pomada como objetivo tras el cierre del mercado invernal, cuando el Zaragoza ya rondaba la zona de descenso y la temporada se había torcido (es mucho menos censurable que lo hiciera en septiembre cuando las ilusiones permiten la venta de cualquier producto). Aquello fue un exceso verbal y una equivocación de cálculo manifiesta, sobre todo porque el recurso a aquella vieja aspiración, extemporánea cuando la recuperó, era del todo prescindible.

Y segundo, una desastrosa elección de delanteros. En su discurso de presentación, Carcedo habló de método, de historia, de responsabilidad, de valentía, de motivación, de crecer y de la fuerza de la afición y de La Romareda. De muchas buenas intenciones. Queriendo o sin querer, el técnico puso el dedo en la llaga. “Si somos capaces de dar en la tecla en cosas que le han faltado al equipo a nivel ofensivo podemos hacer un gran año”.

Álex Alegría, Álvaro Giménez, Nano Mesa y Sabin Merino, más Borja Sainz y César Yanis, han sido las apuestas ofensivas de Torrecilla hasta el momento, un verdadero despropósito con una inversión importante de recursos económicos. Todo un ojo a la virulé que Sanllehí, el capo del club en estos momentos, y Carcedo deben ayudar a enfocar y arreglar. Por sí solo, el director deportivo ha disparado sin ton ni son en sus elecciones. A ver si sus nuevos compañeros de viaje y las nuevas sinergias empresariales con varios clubs poderosos que van a nacer con la actual propiedad le amparan en una misión decisiva y estratégica, el acierto en la contratación de los delanteros, para que el Real Zaragoza tenga aspiraciones fundadas de altura en el futuro.

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