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Alberto y Marina, familia acogedora

Alberto y Marina, familia acogedora

Alberto y Marina

familia agogedora

Esta es la experiencia de Alberto y Marina, una familia que decidió acoger en el año 2015 a cuatro hermanos gracias a un programa de Aldeas Infantiles SOS que promueve el acogimiento familiar como opción de convivencia para niños, niñas y adolescentes tutelados con necesidades o circunstancias especiales y grupos de hermanos.

Hace siete años Alberto y Marina tomaron la decisión más importante de su vida. Cambiar la suerte de Miguel, Eduardo, Marcos y Rubén, cuatro hermanos que se encontraban en acogimiento residencial.

Gracias al programa de Aldeas Infantiles SOS que promueve el acogimiento familiar como opción de convivencia para niños, niñas y adolescentes tutelados con necesidades o circunstancias especiales y grupos de hermanos.

En el caso de esta familia, residente en Cuenca, los niños beneficiados por el programa presentaban un diagnóstico del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDH) y Trastorno Oposicionista Desafiante (TOD) y dificultades en los ámbitos escolar, emocional y social. Desde su acogida, Alberto, Marina y su hijo biológico les han proporcionado un entorno seguro y el apoyo emocional que necesitan los chicos que hoy ya tienen 13, 14, 16 y 17 años.

“Ofreces a los niños la posibilidad de crecer en familia y de tener un futuro mejor”

¿Por qué decidieron convertirse en familia acogedora?

La idea ha estado presente durante mucho tiempo, sin embargo, no habíamos encontrado el apoyo y acompañamiento adecuado para llevarla a cabo hasta que conocimos el programa de Aldeas Infantiles SOS.

¿Cómo fue el proceso de acogida?

Fue un proceso minucioso e integral, priorizando siempre el interés superior de los niños y respetando las necesidades de cada uno de ellos. Primero nos preseleccionaron como familia de acogida desde Aldeas. Hasta ese momento, solo sabíamos que un grupo de cuatro hermanos buscaba una familia de acogida. Después, la Administración nos concedió la idoneidad y comenzamos un proceso progresivo de adaptación que duró tres meses y en el que los niños pudieron familiarizarse poco a poco con su nueva realidad. En el terreno de lo emocional, sentíamos una mezcla de alegría y vértigo.

¿Les pedían algún requerimiento indispensable para poder participar en el programa?

Pasamos por un proceso de selección que duró aproximadamente ocho meses y en el que un equipo de profesionales especializados en acogimiento familiar debía encontrar a la familia más adecuada para el grupo de hermanos que más tarde se convertirían en nuestros hijos de acogida. Uno de los requerimientos más importantes que recordamos era la disponibilidad de cambiarnos a la ciudad donde vivían los niños, por las características y necesidades de los propios niños.

¿Reciben algún tipo de apoyo durante el proceso de acogida?

A través de este programa, Aldeas Infantiles SOS ofrece una red de apoyo integral que incluye el apoyo económico necesario para que podamos centrarnos en la crianza de los niños, formación continua y orientación semanal por parte de una trabajadora social. Además, contamos con acompañamiento psicológico por parte del equipo de Terapia Familiar de Aldeas durante todo el periodo de acogimiento, especialmente durante el primer año. Además, periódicamente se organizan “espacios de respiro” en los que padres y madres de acogida disponemos de unos días de descanso mientras los niños disfrutan de actividades de entretenimiento como, por ejemplo, campamentos de verano.

¿Cuál ha sido la parte más difícil del proceso?

Desde nuestra experiencia, los momentos más difíciles del acogimiento son siempre las primeras veces. Por ejemplo, la primera vez que los niños se enfadan o la primera vez que faltan el respeto a los adultos. Una vez que aprendes a gestionarlo, el reto es conseguir ser cada vez más creativos a la hora de resolver los conflictos y buscar soluciones que favorezcan una buena convivencia.

¿Cómo fue ese primer encuentro con los niños y su adaptación al hogar?

El primer encuentro fue en las instalaciones del Área de Menores, donde el técnico nos presentó a los niños. Nos sentíamos llenos de ilusión y nervios. Fue muy emocionante verlos. Al terminar la visita nos quedamos con la sensación de que estábamos en el buen camino. También nos dimos cuenta de que eran cuatro, ¡Pero con la energía de dieciséis! En los siguientes encuentros los niños siempre acudieron acompañados por sus educadores y por la directora del programa de Aldeas para favorecer una transición tranquila y paulatina.

Una vez en el hogar, al principio vivimos una etapa complicada. Los niños tenían muchos miedos y emociones encontradas que no sabían expresar de la mejor manera y tuvo que pasar un tiempo hasta que descubrimos cómo comunicarnos adecuadamente y entendernos los unos a los otros.

¿Qué es lo que más les ha impactado de la experiencia?

Hasta el momento, lo que más nos ha impactado es comprobar hasta qué punto nos marcan las experiencias vividas durante los primeros años de vida y cómo pueden llegar a condicionar nuestro futuro. Pero también hemos descubierto cuánto bien se puede hacer a un niño que lo necesita con paciencia, afecto, cariño y protección. Además, hemos aprendido a ajustar nuestras expectativas, ya que la finalidad de ser familia acogedora no es satisfacer nuestras necesidades personales como padre y madre, sino ofrecer a los niños un hogar en el que sentirse seguros y crecer felices.

¿Qué le dirían a las familias que se están planteando acoger?

Es un proyecto de vida complejo y muy gratificante en el que sientes que estas aportando algo positivo a la sociedad: ofrecer a niños y niñas que lo necesitan la posibilidad de crecer en familia y la opción de tener un futuro como el de cualquier otro niño o niña. Para ello, es fundamental contar con una red integral de apoyo profesional y formación continúa como la que ofrece Aldeas Infantiles SOS a través de este programa.

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