Fundación Ibercaja y Fundación CAI apoyan el proyecto Una vida salvada merece ser vivida de la Asociación Ictus Aragón (AIDA), que busca paliar las consecuencias del ictus, una enfermedad de la que cada año se registran 3.000 casos en Aragón. La Asociación Ictus Aragón, sin ánimo de lucro y con fines socio-asistenciales, ha impulsado este proyecto en colaboración con ambas fundaciones con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas que han sufrido un ictus y de sus familias, favoreciendo su recuperación e integración.

La iniciativa consta de una serie de actividades destinadas, por un lado, a concienciar a la población sobre esta enfermedad prevenible en el 90% de los casos, y por otro, a fomentar la autonomía de los afectados por episodios de este tipo. Para ello, AIDA cuenta con un grupo de autoayuda y fortalecimiento de la autoestima; así como con talleres de habilidades comunicativas y mejora de la alimentación, de formación en actividades en la vida diaria, y de habilidades sociales. Además, programa periódicamente charlas informativas. Cuentan, entre sus servicios, con un médico rehabilitador, logopeda, área de fisioterapia y trabajo social, neuropsicología, terapia ocupacional y terapias complementarias.

La segunda causa de muerte en España

La labor de la Asociación Ictus Aragón resulta fundamental, especialmente si se tiene en cuenta que la previsión es que, en los próximos 25 años, la incidencia del ictus se incremente un 27% en nuestro país. No en vano, esta enfermedad supone el 70% de los ingresos neurológicos en España y genera un gran impacto en la sociedad por las graves secuelas físicas y cognitivas que deja entre los afectados. De hecho, el ictus es la primera causa de discapacidad grave en el adulto y la segunda causa de demencia por detrás del alzhéimer, y es responsable de entre un 3% y un 6% del gasto total sanitario.

Hoy día, el ictus es la segunda causa de muerte en España. Cada año lo sufren en España entre 110.000 y 120.000 personas, de las cuales, la mitad experimentan secuelas discapacitantes o en el peor de los casos, fallecen. Y aunque en los últimos 20 años la mortalidad asociada a esta enfermedad ha disminuido, su incidencia ha crecido: el número de casos de ictus entre personas de 20 a 64 años ha aumentado en un 25%.

Esta situación lleva, en muchas ocasiones, al aislamiento del enfermo, la depresión y otras afectaciones que conllevan un gran riesgo para el paciente y su núcleo familiar. Con Una vida salvada merece ser vivida, AIDA espera reducir, en cierta manera, el impacto de la enfermedad y la carga de los cuidadores, al dotar a los usuarios de una mayor autonomía y favorecer la permanencia del afectado en su domicilio.

En estos momentos, AIDA cuenta con más de medio millar de socios y se financia gracias a las cuotas de sus asociados, donaciones privadas y subvenciones públicas.