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Fundación CAI: 120 años de confianza, arte y compromiso

Ciento veinte años de obra social. Fundación CAI, donde la vida, la ciudad y el ahorro se han fundido con una misma vocación: custodiar el porvenir

Acceso al centro Joaquín Roncal, perteneciente a la Fundación CAI.

Acceso al centro Joaquín Roncal, perteneciente a la Fundación CAI. / EL PERIÓDICO

El Periódico de Aragón

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La Fundación CAI celebra ciento veinte años de historia. No es solo una fecha redonda, sino la afirmación de un modo de estar presente en la vida de Aragón. Lo que comenzó como una caja de ahorros nacida del espíritu de Acción Social Católica se ha transformado en una fundación moderna y comprometida, fiel a la misma vocación: acompañar, cuidar y construir comunidad.

Hubo un tiempo en que el ahorro era una virtud cívica, un gesto de confianza en el mañana. Las libretas guardaban más que cifras: guardaban promesas de estudio, de vivienda, de futuro. De ese espíritu nació la Fundación, que entendió pronto que el progreso no consiste solo en crecer, sino en cuidar lo más cercano.

Aragón ha cambiado de siglo, de ritmo y de paisaje. Pero la Fundación ha permanecido, discreta y constante, como el río que sostiene a la ciudad. Estar presente —esa fórmula sencilla y honda— ha sido su divisa. No se trata de relumbrar, sino de perdurar. No de ocupar titulares, sino de acompañar el pulso de la vida.

Ese compromiso se expresa también en la belleza preservada. La Fundación CAI ha devuelto a la luz tesoros del patrimonio aragonés: la cúpula pintada de la Santa Capilla del Pilar, el retablo mayor de la catedral de Huesca, la techumbre policromada de la catedral de Teruel o la imagen de la Virgen del Pilar. Cada restauración fue un acto de gratitud hacia la historia, una manera de unir arte y devoción.

Esa misma vocación se refleja en el libro, otro refugio de la identidad colectiva. La Colección CAI 100, con más de un millón de ejemplares a un euro, democratizó la lectura. La Colección Mariano de Pano y los catálogos de la Sala Luzán trazaron una cartografía de la sensibilidad aragonesa. En ellas, la Fundación convirtió el conocimiento en patrimonio compartido.

Cumplir ciento veinte años es una prueba de coherencia. La Fundación CAI ha atravesado tres siglos sin perder su propósito: generar confianza. La confianza de las familias, de las entidades que colaboran, de los artistas, los mayores y los voluntarios. Una confianza que no se impone, sino que se gana con el tiempo.

Hoy, la Fundación afronta los retos del siglo XXI con la serenidad de quien ha aprendido a mirar lejos: la soledad, la igualdad de oportunidades, la sostenibilidad o la convivencia. Su respuesta es la misma de siempre: escuchar, acompañar, confiar.

Porque el tiempo, en realidad, no se mide en años, sino en presencia. Y la Fundación CAI sigue aquí, marcando el compás de una historia que no termina, sino que continúa escribiéndose cada día.

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