El Parlamento francés empezó ayer los debates para aprobar una nueva ley de inmigración que endurece las condiciones para la entrada y residencia de extranjeros no comunitarios. En la defensa del proyecto, cuestionado por la izquierda y las asociaciones de derechos humanos, su impulsor, el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, dijo que esa ley establecerá un punto de equilibrio entre el "mito de la inmigración cero" y el "integrismo que reivindica la apertura total de las fronteras".

En su opinión, las propuestas de "inmigración cero" no tienen sentido porque es inútil prometer lo que no se puede cumplir y porque es contrario a los intereses del país, declaró el ministro tras recordar que al año entran en Francia 100.000 personas de forma legal.

La oposición sólo respalda un punto de la ley, el que elimina la doble pena. En lo demás, considera que el proyecto de Sarkozy es un conjunto de medidas represivas que hacen del inmigrante "un delincuente en potencia".