Después de muchos años de esconder su ambición, Gordon Brown presentó ayer su candidatura como sucesor de Tony Blair y futuro primer ministro del Reino Unido. En el discurso en la conferencia laborista que se celebra en Manchester, el responsable de Finanzas dejó claro que está listo para liderar el partido y para vencer a los conservadores.

Brown pidió a los laboristas y los electores su respaldo, reconociendo y lamentando, también por primera vez sus disputas con Blair. "Lamento que las diferencias nos hayan distraído de los asuntos que importan y sé que Tony también lo lamenta", señaló Brown, quien rindió tributo al hombre con el que ha compartido dos décadas de carrera política. Desde la tribuna, Blair siguió atentamente las palabras de quien lucha por sucederle y aplaudió, como el resto de la sala, cuando Brown dijo estar dispuesto a enfrentarse al nuevo líder conservador, David Cameron. "Estoy seguro de que mi experiencia y mis valores me dan el peso para tomar decisiones difíciles", afirmó, comprometiéndose a continuar a la vía de modernización emprendida por el Nuevo Laborismo.

BUENA GESTIÓN Su experiencia y la buena gestión al frente de la economía británica durante nueve años es la gran baza de un político, considerado como alguien inteligente y volcado en su trabajo, pero demasiado distante y con poco don de gentes. Brown trató de suavizar su imagen, mostrándose más humano, hablando de su infancia en Escocia y de los valores, que su padre, un predicador presbiteriano, le había inculcado. "Sé de dónde vengo, en qué creo y lo que puedo aportar", señaló.

Su origen escocés ha sido mencionado como un problema potencial, por el rechazo que puede provocar en los electores ingleses, un reproche que Brown considera sin sentido en la era de la globalización. "He pasado toda mi vida política defendiendo Gran Bretaña contra el nacionalismo de cortas miras. Dejadme deciros que me siento orgulloso de ser escocés y de ser británico", señaló, respondiendo a sus críticos.

Ante una sala, en la que se escucharon repetidamente los aplausos, Brown esbozó algunas de las líneas de su futuro programa de gobierno. En política exterior, deseó que el Parlamento sea el que tenga la última palabra a la hora de tomar la decisión de enviar tropas a conflictos armados o emergencias internacionales. También prometió potenciar el poder de las instituciones locales, crear empleo y dotar a la Sanidad Pública (NHS) de un organismo autónomo, separado del poder político, que regule su funcionamiento. Seguro de poder acallar a sus detractores y con las riendas del partido firmemente sujetas, Brown llamó a la unidad, tratando de dar por zanjadas las querellas que surgieron hace un par de semanas.

COMENTARIO POLÉMICO Las disputas, sin embargo, no han acabado. Ayer fue Cherie, la esposa de Blair, quien avivó la polémica, al poner en duda la sinceridad del ministro de Finanzas, cuando dijo que había sido "un privilegio", trabajar con su marido. "Eso es mentira", exclamó la abogada, que estaba fuera de la sala, durante el discurso del hombre que detesta abiertamente, pero soltó el comentario cuando pasaba delante de uno de los monitores de televisión en el centro de conferencias.

Downing Street desmintió inmediatamente el comentario, asegurando que la esposa del premier se hallaba acompañada de cuatro personas y ninguna oyó la réplica. Sin embargo, la agencia Bloomberg, que difundió la noticia, la confirmó.