La ejecución sin dolor que el estado de California (EEUU) asegura llevar a cabo por inyección letal es una fantasía. El proceso de preparación de las drogas mortales que se administran al reo se ha estado haciendo de forma tan chapucera que más de la mitad de los ajusticiados no estaban bien sedados en el momento de morir, e incluso, pudieron estar conscientes y sufriendo sin poder hablar.

Esta fue la denuncia efectuada ayer por el anestesista de la Universidad de Columbia, Mark Heath, durante el segundo día de audiencias convocadas por el juez federal Jeremy Fogel, en San José (California), con el fin de evaluar si la inyección letal es una forma humanitaria de aplicar la pena de muerte. Fogel suspendió el pasado febrero la ejecución del reo Michael Morales, cuando sus abogados plantearon que la inyección letal puede causar dolor "cruel e inhumano", prohibido por la Constitución de EEUU. La suspensión se tradujo en una moratoria en las ejecuciones que lleva a cabo California, uno de los 37 estados de EEUU que usa la inyección letal.

ERRORES EN LA MEZCLA "Hubo errores en la mezcla de las drogas", denunció ayer Heath al enumerar los numerosos defectos en el proceso de ejecución por este método, que California emplea desde 1996. La inyección letal consiste en la administración de sedantes para dormir al reo, seguidos de drogas que paralizan los músculos y el corazón. La secuencia dura 12 minutos.

Pero Heath aseguró ayer que este no es el caso. Para empezar, el equipo de verdugos de la penitenciaría estatal de San Quintín no tiene el conocimiento médico necesario para administrar las drogas.

La preparación se hace en una sala poco iluminada para ocultar a los verdugos. Además, el reo es ejecutado en la sala de la antigua cámara de gas, cuyo aislamiento sonoro impide que los quejidos del preso puedan ser escuchados.