Las conmemoraciones oficiales del levantamiento del pueblo húngaro contra los soviéticos en 1956 quedaron ayer ensombrecidas en Budapest por las protestas de la oposición conservadora y por la enérgica intervención policial. Los agentes dispersaron a los manifestantes con gases lacrimógenos, cañonazos de agua a presión y balas de goma para evitar que boicotearan las ceremonias oficiales, presididas por el primer ministro, el socialista Ferenc Gyurcsany, de quien piden la dimisión desde hace un mes. Hubo al menos 19 heridos y algunas detenciones.

Un millar de manifestantes que deambulaban en grupos por el centro de la capital húngara intentaron repetidamente a lo largo de la jornada llegar hasta la plaza Kossuth (ante el Parlamento), escenario de las principales ceremonias oficiales del Gobierno. Unos 200 de ellos, algunos identificados con simbología ultraderechista, fueron desalojados la madrugada de ayer de ese lugar, que ocupaban desde hacía un mes para exigir la dimisión de Gyurcsany.

Pertrechados con chalecos antibalas y casco, los policías obligaron a los manifestantes, y también a los periodistas, a abandonar la plaza Kossuth, y luego impidieron durante todo el día que volvieran a ella.

Las movilizaciones fueron convocadas por el principal movimiento de oposición, Fidesz, cuyo líder, el exprimer ministro Viktor Orban, llamó al boicot de los actos. Desde el 17 de septiembre, las protestas se suceden. El detonante fue la filtración de una grabación en la que Gyurcsany admitía la mala situación económica del país, sobre la cual mintió antes de las elecciones.

INSURRECCIÓN SANGRIENTA Hungría celebró ayer el 50° aniversario de la insurrección contra el Gobierno estalinista húngaro. La revuelta se inició el 23 de octubre de 1956 con una manifestación estudiantil y acabó el 4 de noviembre aplastada a sangre y fuego por las tropas soviéticas enviadas por el Kremlin. La represión causó 2.800 muertos (hasta 13.000 según otras fuentes), 12.000 heridos y la huida de 200.000 húngaros.