Después de una campaña electoral que llegó al borde del hastío publicitario, unos 126 millones de personas deciden hoy si Luiz Inácio Lula da Silva gobernará Brasil cuatro años más o le dan la oportunidad a su oponente, el conservador Geraldo Alckmin. Y todo parece indicar que ocurrirá lo primero. Los encuestadores predicen que el candidato del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) ganará las elecciones gracias al respaldo de sectores tan variopintos como comunistas, trabajadores sin tierra y evangelistas mediáticos.

Los sondeos establecen más de 20 puntos de diferencia. "Estamos 65 a 35", declaró a este diario un asesor presidencial. La coalición entre socialdemócratas y derechistas que apoya a Alckmin también asegura tener sus propios números. "Se llevarán otra vez una sorpresa", aseguraban en referencia a la primera vuelta, cuando Lula obtuvo el 48,6% de los votos y su rival, el 41,6%.

Lo cierto es que en Brasil la mayoría de los medios dan el triunfo del PT y hablan de hecho consumado. Según Folha de Sao Paulo, Lula ya no es solo un fenómeno electoral entre los pobres que le agradecen sus políticas sociales. "La aceptación del candidato petista en esferas de mayor renta" sugiere, a su criterio, que el intento de la oposición de concentrar el rechazo a su figura "parece haber fracasado".

ESCÁNDALO FICTICIO Un escándalo surgido en vísperas de la primera vuelta --el descubrimiento de presuntas maniobras del oficialismo para incriminar con informaciones falsas a sus adversarios-- impactó en un sector del electorado y abrió entonces la inesperada puerta de la segunda vuelta. Alckmin se presentó luego como el abanderado de la "ética" y centró su campaña en las acusaciones de corrupción del Gobierno. Sin embargo, el caso dossier comienza a tener otra derivación. La Policía Federal ha descubierto que el testimonio de un hombre que declaró haber pagado a un dirigente del partido de Lula para la compra de esos documentos es falso. "Todo esto fue armado desde el comienzo", dijo ayer Lula en la periferia de Sao Paulo, donde se forjó como líder sindical.