Los hombres visten de riguroso blanco, dos piezas de algodón sin una sola costura que, según la tradición, harán en el futuro las veces de mortaja. Las mujeres van de negro, cubiertas de pies a cabeza: solo enseñan las manos y el rostro. Es la indumentaria que lucen los cerca de tres millones de musulmanes que el pasado jueves iniciaron la tradicional peregrinación a La Meca, la más importante de todas las ciudades santas del islam, la cuna de Mahoma y el lugar donde hace un año 362 peregrinos murieron aplastados por otros peregrinos.

Avalanchas humanas: no hay una todos los años, pero casi. Para prevenirlas, el Gobierno saudí ha construido una nueva red de puentes y carreteras que comunican todos los lugares santos de la zona, y ha desplegado a más de 50.000 agentes con el fin de garantizar el orden y la seguridad. Riad cree posible que la guerra sectaria que desde el pasado mes de febrero enfrenta a las comunidades chií y suní de Irak se refleje en la peregrinación de este año, y ha advertido de que a La Meca se va a rezar. "La peregrinación es solo para peregrinar. Esperamos que eso esté claro", declaró el ministro de Interior saudí, Nayef bin Abdelaziz.

A rezar, pues

Millones de musulmanes venidos de 187 países del mundo --pero sobre todo de Indonesia, Egipto, Irán y Pakistán-- se congregaron ayer en el monte Arafat --o de la Piedad-- en la jornada clave de la peregrinación. "Aquí estoy, Señor", repetían los fieles con fervor. Como Mahoma cuando pronunció su última plegaria, todos ellos permanecieron en el monte hasta la caída del sol y se dirigieron luego al cercano valle de Muzdalifa, donde tenían previsto hacer las oraciones nocturnas.

"He venido a rezar por la paz en el mundo, sobre todo en el mundo musulmán", decía un paquistaní de 38 años a los pies del monte de la Piedad. Mohamed Thiam, un ingeniero senegalés de 41 años, explicaba que los tres millones de peregrinos reunidos en La Meca estaban rezando por el bienestar de todo el mundo musulmán. "Estoy muy contento porque mi país está cada día mejor. Pero tenemos que rezar por nuestros compañeros en Irak, Palestina y Sudán. Hay gente allí que está muriendo".

Mataderos listos

De momento, ya sea por el despliegue policial, las recién estrenadas obras o la disciplina de los propios peregrinos, no se han producido incidentes que lamentar. Algunas escenas de desorden, sí, pero nada que no sea previsible cuando se reúnen en un mismo sitio tres millones de personas. Sin embargo, en los últimos años la tragedia ha tenido lugar en el tercer día de la peregrinación, cuando se lleva a cabo el ritual de lapidación del diablo. Entonces, los fieles lanzan las piedras que el día anterior han cogido en Muzdalifa contra los tres pilares levantados en los lugares donde, según la tradición árabe, el demonio tentó a Abraham para que no sacrificara a su hijo Ismael.

En Mina, los mataderos están preparados. Después de la lapidación, los peregrinos degollarán en esta ciudad a cientos de miles de animales, en su mayoría corderos, en honor del sacrificio fallido de Ismael. Comienza entonces la fiesta del Sacrificio en todo el mundo musulmán, mientras los que han viajado hasta La Meca regresan a sus casas con un título honorífico a cuestas: Hach. Peregrino.