Aplastada la revolución azafrán, la preocupación internacional se centra en calcular qué precio han pagado los civiles y los monjes por las protestas de dos semanas contra la Junta militar. Se acumulan las pruebas de la brutalidad del régimen, que vendió en sus medios la represión como "contenida y con el mínimo uso de la fuerza".

La única certeza es que la cifra de muertos es muy superior a los 10 que ofrece el Gobierno. La Junta se ha ensañado con los monjes, reverenciados en Birmania. Ayer circuló la foto de uno de ellos flotando muerto en el río Rangún. Miles de monjes encerrados en colegios serán alejados a cárceles del norte del país, según la BBC, que asegura que han sido desnudados y encadenados. Durante la represión, miles de manifestantes y monjes fueron vistos entrando a la fuerza en camiones, sin que se volviera a saber nada de ellos.

Una oenegé de asistencia a los detenidos con base en Tailandia calcula los desaparecidos en unos 1.500. Entre ellos se cuentan 85 líderes de manifestaciones, más de 1.000 monjes y entre 300 y 400 estudiantes y militantes. Esta oenegé asegura que los monjes recibieron palizas.

Las fuentes diplomáticas coinciden en la desaparición masiva de manifestantes. "Hay cada vez menos monjes con los que hablar. ¿Cómo hicieron para acallarlos tan rápidamente?", se pregunta un diplomático occidental. Amnistía Internacional ya alertó al principio de las protestas del riesgo de torturas.

Ayer también se denunció la desaparición de tres periodistas, ya que sus diarios no saben nada de ellos desde hace más de una semana. La muerte del fotógrafo japonés Kenji Nagai ha indignado al Gobierno de Japón, que hasta ahora no era especialmente beligerante contra la Junta. Tokio practicará una nueva autopsia para averiguar si a Nagai le dispararon a quemarropa, como sugerían las fotos. También ha desaparecido Min Zaw, colaborador de un diario japonés.

EXPERTO EN EL DESGASTE El enviado especial de la ONU Ibrahim Gambari prosigue su viaje en Birmania para intentar reducir la brutalidad de la represión. El general Than Shwe, líder de la Junta, accedió a reunirse con él. Lo hará hoy. El general, experto en el desgaste psicológico, ya había mantenido la incógnita de si Gambari podría hablar con la líder prodemocrática y premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi.

El orden está ya plenamente establecido en las calles de Rangún y los ciudadanos se acercan a la normalidad, que en Birmania consiste en vivir con menos de dos euros y gastar más de la mitad en el transporte por el alza de los combustibles que despertaron las protestas. La Junta prepara una manifestación masiva para mostrar el respaldo de su pueblo.