El conservador Nicolas Sarkozy será el primer presidente de Francia que se divorcia durante el ejercicio de sus funciones. Su esposa, Cécilia, se desplazó el pasado lunes al tribunal de Nanterre para interponer la petición de disolución de su matrimonio. Sarkozy firmó ese día un documento de separación tras ser visitado por un juez en el Elíseo.

Una ruptura que solo puede producirse si el presidente da su consentimiento, ya que, según la Constitución, el jefe del Estado no puede ser objeto de ninguna acción judicial. Esta disolución ha provocado un encendido debate mediático entre expertos constitucionalistas. Mientras unos sostienen la viabilidad del divorcio, otros solo lo creen probable con el consentimiento de Sarkozy.

La pareja se ha deshecho cinco meses después de que el líder conservador tomara posesión del cargo en un acto en el que los Sarkozy ofrecieron una imagen idílica de familia. Sin embargo, en las últimas semanas, la separación era un secreto a voces, que se ha hecho público sin esperar confirmación del Elíseo.

"Sin comentarios", seguía siendo ayer la respuesta del portavoz de la presidencia, David Martinon. Según el semanario Le Nouvel Observateur, el primero en hacer pública la noticia a través de su página web, esta falta de sincronía se debe a las desavenencias en la pareja sobre la forma de comunicar el divorcio. La filtración proviene del entorno de Cécilia.

AUSENCIAS CLAMOROSAS La desaparición de la primera dama de la escena pública desde agosto, cuando plantó al matrimonio Bush alegando unas anginas, empezaba a resultar insostenible. El último acto en el que los Sarkozy aparecieron juntos fue el 14 de julio. Desde entonces, el presidente ha acudido solo a sus citas. También a los viajes oficiales.

El hecho de que Cécilia no participara en la visita a Bulgaria, donde debía recibir la más alta condecoración del país por su papel en la liberación de las enfermeras presas en Libia, levantó sospechas. La explicación de que no quería alimentar la polémica que provocó su actuación en Francia resultó poco convincente. Y su nueva ausencia en el viaje oficial del presidente a Marruecos, la próxima semana, vino a confirmar una situación anómala plagada de indicios. El más llamativo es que los Sarkozy aún no se habían trasladado al Elíseo. La consigna del presidente a los miembros del Gobierno de no prodigarse en los medios con sus parejas resultó también sospechosa.

La separación se produce en un momento delicado para el jefe del Estado. Hoy afronta una huelga de transportes, que se augura como una movilización que paralizará gran parte del país, contra la reforma de los regímenes especiales de pensiones de las empresas públicas. Es el primer revés que recibe su política de ruptura.